30 mayo, 2014

La paradoja del PSOE

El Partido Socialista está en estado shock. Los últimos resultados electorales constituyeron un traumatismo serio para la formación. Ya desde hace bastantes años el PSOE tiene un problema de votos que le pertenecen por afinidad, pero que permanecen agazapados en la abstención a la espera de que el partido que se ajusta mejor a sus preferencias se decida a dar pasos en la dirección adecuada.

Muchos de esos potenciales votantes han dado un sonoro toque de atención en las europeas del pasado domingo decantándose por Podemos. Y esto fue el detonante para hacer sonar todas las alarmas. El Partido Socialista entró en fase de caos absoluto y la organización interna saltó por los aires. Así, la convocatoria de un congreso extraordinario dio al traste con las aspiraciones de quienes tenían pensado presentarse a las primarias para candidato en las próximas generales. Una nueva dirección podría no considerar tal convocatoria y dejar a los aspirantes en meros figurines sin ninguna posibilidad en la nueva organización.

El terremoto comenzó cuando Eduardo Madina, uno de los potenciales candidatos a las primarias, lanzó el órdago de democratizar el partido y que, en el congreso extraordinario, el secretario general fuera nombrado por sufragio directo de todos los militantes, es decir, a la gallega. De repente todo el mundo empezó a aplaudir Y, aunque eso era algo que ya había sido rechazado en un congreso anterior, un rayo de luz empezaba a vislumbrarse. Por fin algo con pegada, con transcendencia social: un partido con democracia interna de verdad. Algo que podía enseñarse a la sociedad como un aspecto positivo del que los adversarios carecían.

Sin embargo, solo fue un espejismo. El PSOE, como casi ningún otro partido, no quiere democracia interna. Quiere solo el control interno. La facción dominante quiere mandar y mantener reprimidos a los elementos en discordia. De repente todo hijo de vecino quiere que Susana Díaz de un paso al frente y diga que quiere ser secretaria general. De esta forma nadie se atrevería a presentar candidatura. Es tanto el peso de la federación andaluza, que todos prefieren mantener su cota de poder y organizar las cosas para que los delegados den su voto en el congreso a la nueva lideresa. Mejor un puesto en la ejecutiva que un revolcón. O sea, un rechazo frontal a lo que sería justo y equitativo, es decir, que quienes sostienen el partido, los militantes, tuvieran el derecho a votar directamente, un hecho que, de darse, sería imposible de controlar por el aparato. En resumen, el PSOE no quiere democracia.

¿Cómo un partido que reniega de los métodos democráticos para su funcionamiento interno puede querer liderar un estado que se define como democrático? Es una paradoja que solo se explica de una manera. El PSOE no cree en la democracia, ni en la interna ni en ninguna otra. El PSOE pretende seguir con las malas prácticas de gestionar un estado en el que los ciudadanos tienen libertad, pero que no pueden elegir a sus representantes. Estos son elegidos de manera clientelar por las organizaciones políticas y así se mantiene el poder omnímodo que tienen.

Esta absurda paradoja es la causa de la corrupción a todos los niveles en nuestro país. Por eso los partidos no quieren dejar resquicios. Si los militantes votan en el PSOE hay el peligro de que surja una organización no deseada y esto no puede ser. Pues bien, por lo que parece va a tener que ser Podemos quien les saque de su error, porque con esta pantomima que quieren organizar, los potenciales votantes por afinidad, seguirán, seguiremos, en la abstención, y si en Podemos son listos, que lo parecen, seguirán solos, sin pactar con nadie y mandarán mensajes a ese 40 % de la población agazapado para que acuda a las urnas a cambiar el estado de las cosas. Cuidado PSOE, un mal paso puede significar caer en un pozo de paredes resbaladizas del que será imposible volver a salir. Al tiempo.

28 mayo, 2014

¿Podemos?

Cuando salta una sorpresa no prevista, en cuestiones de política, siempre se genera una pequeña tormenta. Si no, mírense con atención las declaraciones sobre Podemos de todo tipo de personajes, desde expresidentes hasta gurús, pasando por otros candidatos, alcaldes y alcaldesas... Todo el mundo tiene una opinión sobre Podemos. Sin embargo, más que el fenómeno en sí del éxito electoral de este grupo, constituido en partido para poder presentarse a unas elecciones hace pocos meses, me llama la atención la polvareda levantada entre el establishment.

El líder de la formación, Pablo Iglesias ha tenido que escuchar de todo, desde melenudo mediático, hasta titiritero de tertulias, pasando por demagogo y antisistema; y el partido fue comparado con grupos neonazis, con extremistas anti todo, además, fue definido como friki..., hasta lo asemejan a la extrema derecha de Le Pen. Es increíble el miedo que dan. Lo que no llego a entender es por qué. Qué es lo que pone tan nervioso al personal. Al fin y al cabo, Podemos no deja de ser, sin darse cuenta, un movimiento favorable a los intereses de los que no quieren que nada cambie; un instrumento al servicio del sistema que la propia su dirección propició de manera infantil.

¿Por qué tanta alteración? Creo sinceramente que todo viene de la mano de que Podemos fue capaz, con nada, de aglutinar muchos votos del descontento. Un joven enraizado en los movimientos sociales tipo 15 M, empieza a ser invitado a las tertulias más cutres (por lo de la ausencia de respeto entre los protagonistas), Intereconomía, primero, y Cuatro y la Sexta, después, y, de repente..., zas, te lo encuentras liderando a la cuarta fuerza política en las elecciones al parlamento europeo con una mochila de 1.250.000 votos. Sí..., es paradójico que fuera la televisión de la extrema derecha quien lanzara al estrellato a un «sujeto» de la «extrema izquierda», como posiciona a la formación la gloriosa prensa del Movimiento. Bueno, es lo que tiene la televisión de calidad, que fabrica productos de gran consumo.

Lo que preocupa en realidad a los partidos tradicionales, apoltronados mirándose el ombligo en lugar de al lado de la sociedad, es que Podemos rescató más de un millón de votos de la abstención, y esto puede volver a suceder en posteriores convocatorias. ¿Qué puede impedir que este partido irrumpa en los ayuntamientos y comunidades como un ciclón? En Madrid son la tercera fuerza política. ¿Qué pasa si parte de quienes están en la abstención entran en el juego de Podemos? El PP perdería Madrid, sin duda, y el PSOE, si quisiera gobernar, tendría que someterse a las condiciones de IU y de un movimiento impredecible del que huyó en su momento como del cólera. Las cosas se les pondrían muy feas a los grandes, muy, pero que muy feas.

El caso de IU no es diferente. No deja de ser un partido tradicional, además, de los menos democráticos, aunque ellos digan lo contrario. IU intenta ya en este momento una OPA sobre Podemos, pero no creo que consiga nada, Iglesias es inteligente, mucho más que los líderes de IU. Estos ya hicieron un primer ensayo para acaparar el 15 M y los corrieron a gorrazos. Iglesias sabe que obtuvo un gran poder solo con su imagen protestataria  y no va a tirarlo a la basura vendiéndose a una formación robótica, por muy buenas que sean sus propuestas políticas, que lo son.

El programa de Podemos es un ejemplo de nada en 36 páginas. Nada de lo que propone es realizable en el contexto actual. Son simples ideas generales impresas para agradar. A todos nos gustaría una Europa como la que plantean, con un sistema más participativo; una jubilación de los 60 años; un salario social para los más desfavorecidos igual, al menos, al salario mínimo; unos sectores estratégicos nacionalizados; un BCE sujeto al poder político que emita eurobonos, y hasta bonos sociales, etcétera, etcétera. Solo que algo así es irrealizable, y cualquiera que lea el programa ve que es así. Pero visto lo visto, mentir para conseguir el poder es lícito. Lo hizo, por ejemplo, Rajoy al prometer no tocar pensiones y bajar impuestos, o Zapatero al negar la crisis. ¿Por qué no intentar venderle al electorado algo irrealizable? No es mentir... La Iglesia promete el cielo y millones y millones de crédulos están convencidos de que irán allí cuando les llame la parca.

Podemos tal vez aporte aire fresco a la política española, pero, en esencia, no deja de ser un movimiento utópico. Su extracción universitaria y la presencia en sus filas de Jiménez Villarejo me dan algo de confianza, pero no tanta como para salir de mi abstención razonada en base a la estafa que constituye el sistema. Al fin y al cabo Podemos accedió a Europa por al método ademocrático de lista cerrada y bloqueada. Da igual que lo disfrazasen de un sistema de círculos y de avales al que podía someterse cualquier ciudadano que lo deseara para ser candidato. Disponen, como todos, de un aparato para mantener el control, que hace de filtro para que no entre allí nadie que pueda resultar incómodo.

Podemos, al final, hizo un enorme favor al PP y al PSOE al sacar de la abstención a más de un millón de personas. Les hizo el favor de evitarles el bochorno de tener que explicar una ausencia de más del 60% del electorado. Hasta Cospedal en su discurso recalcó que la participación había sido buena para unas Europeas. En fin... Felicitaciones a los nuevos eurodiputados. A ver qué consiguen de lo que exponen en su programa. Tendrán que explicárnoslo al final de su mandato. Yo, por lo menos les preguntaré por los resultados obtenidos. Bienvenidos al examen ciudadano.


27 mayo, 2014

Aquí estamos. ¿Y ahora?

Pues nada. Ahora nada. Al menos en lo que se refiere a Europa. Se configuró un parlamento en el que los grupos al centro derecha y al centro izquierda mantienen el control. Un parlamento en el que habrá un poco más de ruido por parte de los antieuropeos (no entiendo por qué los llaman «euroescépticos») y de grupos de recién llegados críticos con las políticas de la Unión. ¿Qué pasará? Nada, absolutamente nada, todo seguirá igual para el ciudadano. Sub sole Nihil novi est.

Estas elecciones, sin embargo, sí que tuvieron importancia a nivel estatal. Francia tiene un problema para neutralizar a una extrema derecha que envía al electorado mensajes más claros y fáciles de entender. Hay que vivir y conocer Francia para darse cuenta de que muchos franceses que no ven con buenos ojos que haya millones de personas que vivan de los subsidios que van coleccionando diversos miembros de la familia; millones de extranjeros, sobre todo, mantenidos por el estado. La extrema derecha francesa ve el filón y difunde su mensaje, «no hay derecho a que nos estén robando este dinero y el trabajo y haya franceses que estén necesitados de ambas cosas», y este cala en el electorado. Y lo mismo en Inglaterra, donde echarle la culpa al que viene de fuera es el deporte nacional. «La culpa de Europa y de esos que vienen aquí».

Este tipo de elecciones sirve para que la gente manifieste su rebeldía y esta vez la cosa fue seria. Basta para confirmarlo analizar el caso de España. En nuestro país, cada uno fue a lo suyo a la hora de utilizar su voto, o de no utilizarlo. Los puntos calientes del nacionalismo aprovecharon para  enseñar su músculo; Cataluña y País Vasco fueron «líderes» en participación y los nacionalistas sonríen satisfechos. No entiendo por qué. Las fuerzas nacionalistas catalanas sacaron 1.400.000 votos (Esquerra, CiU e ICV-EU), el resto, 1.100.000. Pero 2.800.000 personas se inhibieron, es decir se quedaron en su casa y no participaron. ¿De verdad no les entra vértigo a los independentistas ante un posible referéndum? Si se analizan los números del País Vasco, son más o menos iguales.

En el resto de España solo fue a votar el 44% del electorado y el palo se lo llevaron PP y PSOE. En el PP ya se sabe lo que son: el bien común les importa un rábano. Ellos tienen una idea de España parecida a la que tenía la élite social durante el franquismo y se mantienen firmes en el rumbo. El PP lo hace bien para sus intereses y los de la sociedad se la traen floja. Así de sencillo. En el PSOE siguen sin enterarse de que pierden votos por su empecinamiento en no bajarse los pantalones de una vez y dejar que la gente tome el partido y saque a patadas a todos los parásitos generados por el aparato durante todos estos años. Los votos se quedan en la abstención o se van a IU, Podemos y Movimiento Ciudadano, que le dicen a la sociedad cosas que se esperaría dijese el PSOE... en fin, allá ellos.

Nadie habla de la abstención. Bastante más de la mitad de los electores decidieron no participar. Pues bien. Todavía no escuché de ningún partido, ni siquiera al del "huracán Iglesias" una palabra sobre la abstención. Se ve que están todos satisfechos con haber obtenido un escaño que les permitirá vivir estupendamente durante al menos 5 añitos, incluso a los de Podemos que van a donar casi todo a la formación. ¿Por qué desprecian los partidos tanto a la abstención? ¿No se dan cuenta de que tenemos mayoría absoluta? ¿No se dan cuenta de que, en cuanto recibamos mensajes claros en la dirección correcta saldremos de las catacumbas y colocaremos en el poder a quien decidamos? Cómo pueden ser tan estúpidos.

El PSOE, debido a su fracaso electoral, convoca un congreso extraordinario para seguir igual. Mil delegados, más o menos, hijos de una red de lealtades y sin otro mérito para estar ahí, que asentir a todo desde que se iniciaron las juventudes, van a arreglarlo todo. Qué simpleza. El voto del PSOE está en la abstención y, mientras no abran las puertas y ventanas de par en par y den capacidad de participación a cuanto ciudadano quiera hacerlo para renovar el partido, ese voto seguirá ahí. Solo el PSOE tiene la caja fuerte de los votos, pero, como lleva decenas de años sometido a prácticas endogámicas, pues claro, tiene el problema de que está lleno individuos genéticamente incapacitados para hacer los análisis acertados que constituyen la combinación para abrirla. Una lástima.

18 mayo, 2014

Los gritos del silencio

En las próximas elecciones europeas me abstendré, lo mismo que harán, según los sondeos, el 60% de los ciudadanos españoles con derecho a voto. Pero la abstención no es en ningún modo una renuncia al derecho a votar, al contrario. Abstenerse es negarse de forma activa a ejercer un derecho para mostrar la disconformidad con el entorno político, especialmente con un sistema electoral que favorece la selección de los menos dotados y que es, a todas luces, injusto y casi "ademocrático".

He conversado en los últimos meses con muchas personas a este respecto, y coincidimos en que, efectivamente, un sistema de elección indirecta no es lo más adecuado para que brillen los talentos políticos que pudiera haber. La supremacía en lo que se refiere a la valía de los candidatos de las democracias con sistemas de elección directos, como Francia e Inglaterra, se hace evidente cuando se compara a los mandatarios. Está claro que figuras de la talla Cameron, Hollande o el mismo Valls, recientemente nombrado primer ministro en Francia, no existen en España ni en los países de sistemas similares (Italia, Grecia,...).

Alemania tiene un mecanismo electoral parecido al nuestro, pero con alguna concesión al voto directo. En Alemania, como en España, el poder de los partidos es enorme, y como en España, no hay figuras de alto nivel. Solo Merkel manda, o más que mandar ordena, basada en su peso económico en la Unión, lo que le indican los financieros. En Alemania no se hace política, se gobierna de manera competente, como no podía ser de otra manera dado el especial carácter germano disciplinado y obediente.

Pero los españoles no somos alemanes. Ni de lejos llegamos a su nivel técnico ni de responsabilidad personal para con su país. En España somos cainitas y necesitamos políticos de peso que nos lleven de la mano, como pasó en la transición. Sin embargo, el poder excesivo que se les dio a los partidos mediante leyes ad hoc les ha convertido en monstruos ocupados únicamente de sus problemas internos y de obtener y conservar el poder como único medio de subsistencia.

El sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas impide la renovación y construye un camino hacia la mediocridad, casi hacia el esperpento, de los elegidos para ir en ellas. Todos conocemos ejemplos de políticos, de los que nos avergonzamos por su poca talla, en nuestra ciudad, en nuestra autonomía, en nuestro país. Por eso no votamos. Por eso nos abstenemos cada día más. Es nuestro modo de protestar pacíficamente y sin ruido. Los votos que no llegan a las urnas son los gritos del silencio.

12 mayo, 2014

Con la oreja puesta: elecciones europeas

Sobre las 13:00 horas, en una terraza, solazando con una cerveza fresca mientras ojeo el periódico. Centro mi atención en dos amigos, supongo, que toman un vino plácidamente sentados. Hablan, o mejor..., despotrican, sobre política. Yo, a cubierto tras la caña y la prensa, escucho atentamente. Nada más divertido que poner la oreja para capturar el estado de opinión sobre país.

Los llamaré X e Y porque no los conozco, no son de la ciudad. Avilés recibe muchas visitas de forasteros atraídos por sus encantos variados y sus terrazas, cuando no llueve, son siempre una fuente de información impagable para quien quiera escuchar con atención desde el silencio anónimo.

X, más corpulento y con unas gafas de sol un tanto pijas es el que saca el tema electoral...
—¿Qué vas a hacer en las europeas?
Y, más menudo, le mira un tanto sorprendido y se rasca la cabeza un rato, dubitativo. Pero al fin contesta.
—Nada, quedarme en casa, qué voy a hacer.
—Ostras, ir a votar.
—¿Votar? Por qué y a quién.
X le mira un tanto sorprendido, como si no se esperase una pregunta como respuesta.
—Coño, votar. Votar a alguien, a Rajoy, por ejemplo, que parece que está haciendo arrancar esto otra vez.
—Qué va. Ni de coña —responde X como un resorte—, ¿a Rajoy? Pero si Rajoy ni se presenta. Además qué hizo para merecer el voto. ¿Salvar bancos que previamente habían saqueado los suyos mismos, los de la oposición, donde mandan, y hasta los sindicatos? Mira, te voy a decir lo que hubiera hecho yo: hubiera pedido el dinero a Europa en la cantidad justa para devolver los depósitos y lo invertido en preferentes, que fue una estafa, y dejaría caer las entidades. O sea, que lo pagaran los accionistas y los directivos. Ya verías como así...
—Pero qué dices —le corta X espantado—, el Estado tiene una responsabilidad.
—Ya verías como así —continúa Y— se lo miraban mucho a la hora de hacer el canelo con el dinero. Y el Estado no tiene más responsabilidad que la contraída con los ciudadanos. Un Banco es una empresa. O es que el Estado le reflota el negocio a un autónomo que le fue mal. El Estado lo que tiene que hacer es garantizar los depósitos y la gobernanza de los bancos. Pero si quiebran es cosa de ellos.
—Caray, Y, la verdad es que visto así, casi que voy a tener que darte parte de razón. Pero no ir a votar me parece muy fuerte.
—Pues no pienso dar un voto a quienes nos metieron en todo este lío. De los partidos grandes no me fío, de los pequeños tampoco; tienen todos el mismo objetivo: obtener poder. Ninguno pone al ciudadano por delante. No. Definitivamente, no. Qué les den morcilla. Yo no quiero ser cómplice de atracos ni estafas. Y qué es Europa, qué hicieron por nosotros en esta crisis. Trasladar al ciudadano las obligaciones contraídas por los nuestros mal gestionadas cajas con los banqueros alemanes, holandeses, etc. Qué les den por el mismísimo. Yo no tengo por qué pagar las deudas de chorizos y vividores.
—Joder, ¿sabes que yo también me lo voy a pensar? Tío, me haces sentirme casi culpable... ¡Oiga, por favor, otros dos riojas...

Me quedé pensando un rato. Me había sorprendido la opinión encendida, pero centrada, de aquel tipo. Si se analizan sus argumentos, casi que es como para echarse a temblar. Y lo de sentirse cómplice, tiene bastante razón... Yo tampoco quiero sentirme cómplice de esta orgía de extorsión y robo a los ciudadanos. Nunca lo había pensado así.

01 mayo, 2014

Andalucía empieza a ser un problema

Incluso para los propios andaluces, Andalucía, la Comunidad Autónoma de Andalucía, es un problema de dimensiones colosales. Los mandatarios andaluces han hecho del territorio un cortijo en el sentido más insultante de la palabra y se han dedicado a ordeñar al Estado absorbiendo inversiones, fondos para empleo, para formación, para transformación social e industrial..., fondos para todo que no han producido ningún resultado, salvo para ellos mismos.

Siempre resultó difícil de entender aquello del PER, pero, si se lo metían a uno con calzador y se hacía un esfuerzo, se podía admitir el argumento de que sirviera, en cierto modo, para fijar la población agrícola y que campo andaluz no quedase baldío por falta de mano de obra. Insisto que es un argumento débil y difícilmente aceptable, pero al menos es un argumento. Sin embargo, cualquier argumento queda invalidado para explicar la gestión de los fondos destinados al desarrollo del tejido industrial y a la formación de trabajadores que dieron lugar a escándalos mayúsculos de políticos y sindicalistas metidos hasta las cejas.

No voy a entrar en lo vergonzoso que resulta para un ciudadano decir que vive en un país donde los partidos y los sindicatos juegan con el dinero destinado a mejorar la sociedad sin responder por ello. Uno ya se apuesto colorado tantas veces por estas cosas que ya está acostumbrado. Es como si tuviera una piedra en el zapato: llega un momento en que la soportas estoicamente y sigues caminando. Pero, en Andalucía el asunto toma dimensiones difícilmente soportables por cualquier persona en sus cabales.

Lo que alguien como yo, ajeno a Andalucía, no termina de entender es por qué un territorio que recibió cientos de miles de millones de euros en los últimos tres decenios en forma de cosas como infraestructuras, ayudas sociales, fondos de formación de los trabajadores, desarrollo industrial y económico, y no sé cuantas cosas más, tiene el índice de paro más alto de España. Y no solo eso. La tasa de paro en menores de 25 años es del 63% y en mayores de 55 años del 30%. ¿Es que todo ese dinero no ha servido para nada?

Si hoy se celebrasen elecciones, el PSOE ganaría otra vez. Pero hay un pequeño detalle: un 45% del electorado no participaría. Lo que indica este dato es que los andaluces tampoco ven que se les arreglen las cosas cambiando de montura (votando al PP). Los andaluces simplemente están hasta el gorro de sus mandatarios y lo único que quieren es ser bien gobernados. Por eso se van a la abstención, por algo tan sencillo como que, con las actuales leyes, no pueden escoger a sus líderes, solo al partido, y esto no les gusta, están escaldados. Siempre pierden.