A pesar de haberlo hecho como el culo, al perseverar únicamente en la vía judicial y hacer uso y abuso de la misma; a pesar de tratar el problema con esa displicencia que solo un arrogante, ignorante, por añadidura, puede mostrar, y que traía como consecuencia el crecimiento de simpatizantes de la causa catalanista, por antipatía; a pesar de no querer reconocer el sentimiento de una parte importante del pueblo catalán, y tratarlo adecuadamente, como corresponde a las obligaciones de un presidente de un estado. Bien. Pues, a pesar de todo lo anterior, Rajoy la caga completamente al enviar a Cataluña fuerza policial para impedir por la fuerza tal consulta, aquella que ya estaba completamente deslegitimada, ya no en España, sino en el mundo entero, salvo quizá Venezuela y Corea del Norte.
Rajoy hizo crecer, él solito, el movimiento catalanista e hizo crecer, y de qué modo, a Puigdemont, un no líder, bastante anodino.
Si se mira bien, Rajoy y Puigdemont son muy parecidos. Ninguno tiene madera de líder, pero son cabezotas y no se salen de su línea: la procrastinación, Rajoy, y la huída hacia delante, Puigdemont. El catalán, casi llegó a la presidencia de puntillas, pero ahora, gracias al buen hacer de Rajoy se convirtió en la cabeza de un movimiento que creció en progresión geométrica, en especial después de que la policía haya actuado con violencia, no puede ser de otro modo, el pasado domingo por mandato judicial (léase gubernamental).
Con la «represión policial» consiguió Rajoy todo lo contrario a lo que pretendía. Los independentistas, ignorados por el resto del mundo, pasaron a ser el foco de atención. Como Rajoy un inepto, o lo es Soraya, no lo sé, no sabe que una foto de la policía dando porrazos a gente que quiere meter una papeleta en una urna es demoledora. El movimiento independentista catalán es ya simpático para la gente en el extranjero. Con la «represión policial» consiguió Rajoy también un levantamiento popular, levantamiento al que se sumaron de inmediato los partidos de «izquierda» encabezados por por Podemos y sus allegados, que no quieren que nadie les ocupe ese espacio. Así que Rajoy la lió parda.
Y ayer salió Puigdemont en un discurso transmitido a toda España, ojo al dato, y aleccionó al rey Felipe: «Así, no, majestad» por ser vocero de la política del PP. Un no líder convertido en «jefecillo» de estado, cómodo en su papel y crecido hasta límites insospechados. Dio las gracias a los españoles que le mostraron su apoyo, y hasta fue magnánimo. Si no, véase esta frase extraída de su discurso
«Somos un solo pueblo, que ama las lenguas que habla, que no tiene ningún problema con las identidades, las nacionalidades y las culturas, que quiere continuar contribuyendo al desarrollo del Estado español y que jamás va a prescindir de la enorme riqueza que representa la pluralidad.».
Tal parece que no es independentista. ¿No es realmente chocante? Bueno, pues todo esto gracias a Rajoy. Y ahora, a ver quién arregla el entuerto. Porque lo que queda por usar es ya armamento de calibre muy grueso, tan grueso, que hasta a Rajoy, el cobarde, el inepto, el ignorante, el registrador, le tiemblan las piernas y se le viene el pis flojo solo de pensar en pulsar el botón rojo.
Esto es lo que pasa por gobernar con la entrepierna en lugar de con la cabeza y por dejarse aconsejar por gente torcida, y por qué no, por conservar esos tics franquistas: mano dura, que la derecha, y muchos de sus votantes siguen, lamentablemente, pensando que es como se resuelven las cosas. Qué pena.