El Gobierno empieza a recortar; que quiere decir que empieza a poner las bases para que los de siempre, las clases medias, paguen los cristales rotos durante unos cuantos años por las clases políticas y financieras. Los unos por consentir sin pestañear prácticas incorrectas y los otros por su ambición sin límites y su afición a los grandes beneficios y a los bonus estratosféricos para sus directivos.
Y vendrán muchos recortes más, todos para tapar los agujeros que fueron haciendo los que gobernaron antes que estos y estos cuando gobernaron antes que los que gobernaron antes. Una delicia. Un panorama perfecto para que el pueblo sienta terror y no cuestione nada de lo que se haga: retroceso de derechos, menor gasto en ciencia e investigación, más impuestos y qué se yo cuantas cosas más.
Pero al final todo va a quedar arreglado, es una cuestión de tiempo que las obreras rehagan el hábitat, la colmena, el hormiguero que constituye nuestra sociedad. Las obreras de la clase media sacrificaran sus vidas si es necesario para que todo vuelva a ser como nunca debió haber dejado de ser. De esta manera la reina y su corte pervivirán y seguirán teniendo sus privilegios.
Pero yo creo que esta vez nos vamos a fijar bien en cómo se hacen las cosas, en quién lo hace mal. O al menos deberíamos, para así poder señalarlos por la calle y, si fuera necesario expulsarlos de la sociedad, como en una colmena son expulsados los zánganos. Y pobres de nosotros si no lo hacemos, porque si no, seguiremos como siempre, como obreras alienadas, imposibilitadas hormonalmente para volverse contra sus clases dirigentes cuando no cumplen con lo que se espera de ellas.
Ya que las obreras les elegimos, seamos también las obreras quienes les exijamos resultados. Somos muchas y ruido, lo que se dice ruido, podemos meter bastante.
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