Comparecencia indigna
Siento envidia insana, de la de verdad, cuando veo al presidente Obama, o a cualquier otro en los EE. UU. comparecer ante los medios de comunicación y someterse a las preguntas de los periodistas, por difíciles y comprometedoras que sean. Esta imagen, recreada miles de veces en el cine, es la que da fuerza a una representación política. La prensa, a menudo ávida de carroña, monta trampas sensacionalistas para intentar atrapar a un líder (nunca sabré si en aras del derecho a la información o por el interés por retorcer la información y hacerla parecer lo que en realidad no es). Aún así, el presidente de los EE. UU. contesta como puede con todo el respeto a preguntas hechas de la misma manera.
Si lo comparamos con Obama, Rajoy es como el presidente de una asociación de vecinos a su lado. Por eso, no puedo entender que se permita el lujo de hacer una comparecencia sin preguntas en un caso como este de Bárcenas. Nixon tuvo que dejar la presidencia por el Watergate y compareció ante la prensa y se sometió a sus dardos cientos de veces. Rajoy, tiene que responder ante una acusación de los medios de una financiación irregular y de haber admitido pagos ilícitos con dinero negro y resulta que lo hace en una sala vacía, actúa frente una cámara, explica que él no ha hecho nada, y a correr. Me pregunto, si es que se sabía que iba a ser así, por qué fue la prensa a dar cobertura a una tomadura de pelo semejante. Ningún medio debe humillarse de esa manera. Que lo publique todo el que esté dispuesto a hacerlo, pero lo primero es la dignidad.
La cobardía de Mariano Rajoy es proverbial; la rezuma por todos los poros. Se puede ir más allá y hacer la afirmación de que todo político que comparece y no admite preguntas es un cobarde; más aún, es de antemano culpable de todo lo que se le acusa. Intentar pintar la realidad del color que uno quiere sin dejar que quienes la ven de otra manera le pongan matices es altamente sospechoso. Rajoy se equivoca en su estrategia de avestruz. Si le acusan de haber recibido dinero y no es verdad, él debe ponerse delante del atril y decir alto y claro que no lo es y que reunirá las pruebas para demostrarlo y que, además, quién lo acusa va a tener un problema serio... Y después responder con contundencia a las preguntas, o decir que no responde a algunas, pero con el interlocutor delante. Otra cosa es sencillamente canguelo.
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