La doble moral con el dinero
Resulta triste ver lo que pasa en Portugal, que no es muy distinto de lo que pasa en España, Italia, y ya no digamos en Grecia o Chipre. La gente pierde poco a poco sus derechos sociales, les son hurtados en aras de una austeridad malsana e imprescindible por las decisiones políticas tomadas en su propio país y en otros más poderosos y con capacidad de decidir, de exigir que se hagan las cosas de una determinada manera que les favorezca a ellos. Los países ricos no quieren mantener subsidiados eternamente. Cada palo aguantará su vela.
El mensaje es claro: hay el dinero que hay, ni un euro más, el estado de bienestar depende de cada uno, y si no lo puede pagar, que recorte. Claro y contundente. Los portugueses necesitan recortar más, no tienen dinero para mantener su sistema. El Tribunal Constitucional dice que no, que el gobierno no puede hacerlo. Muy bien; también puede decir que es inconstitucional que por la noche no sea de día, pero no por ello va a hacerse la luz. El dinero es limitado y punto: no hay más.
Sin embargo si uno se para a pensar un poco en el asunto se le pueden ocurrir varias preguntas perversas: ¿Cuánto hace que no es sostenible el estado de bienestar en los países del sur? ¿En qué se basaba la sostenibilidad del sistema? ¿Por qué se otorgaron más derechos y más ventajas de las que se podían costear? ¿Qué mecanismos garantizaban la continuidad 'ad eternum' de todo ello?
La respuesta es clara a casi todas ellas: En los países del sur el sistema era solo sostenible en tanto el PIB, la actividad, fuese creciente, fuera de esto solo mediante la emisión de deuda se podía garantizar; se dio más de lo que se podía con el único fin de obtener o mantenerse en el poder político; y el único mecanismo que puede garantizar el futuro del estado de bienestar es el impuesto puro y duro, de otro modo no hay continuidad posible.
Si se pregunta individualmente a las personas todas están de acuerdo en tener acceso universal y gratuito a la sanidad, en disfrutar de una pensión digna y en que el estado proteja a los desfavorecidos. Nadie dice no a servicios públicos gratuitos ni a servicios sociales expandidos a todas las capas. Sin embargo, si a estas mismas personas se les pregunta si aceptarían pagar más impuestos, todas, o casi todas dicen no. ¿Por qué? ¿Es que son tan necios que no entienden las cosas más simples?
Las empresas ubicadas en cualquier país hacen lo imposible por evadir impuestos; casi todas nuestras grandes empresas lo hacen, disponen de sedes en paraísos fiscales donde esconden grandes cantidades de dinero por las que no pagan los correspondientes impuestos; sin embargo no se sonrojan cuando piden al gobierno que abarate el despido o que les subvencione inversiones. Esta es la parte del león hablando de impuestos, y la que nadie se atreve a tocar porque es más fácil estrangular al pequeño contribuyente, y dentro de estos a quienes tienen nómina controlada.
Los pequeños defraudadores, que sumados constituyen cantidades muy fuertes en impuestos no pagados, también desean el estado de bienestar, pero que lo pague otro. Ellos siguen comprando o vendiendo "sin iva" haciéndose un favor a sí mismos y causando un enorme mal a la sociedad. El tendero de la esquina que compró un jamón "sin iva" sabe que está defraudando, robando, pero le da igual, se justifica pensando que los hay que roban más. Tenemos pues un problema de enormes dimensiones y solo se le puede meter mano con liderazgo político fuerte y con participación de los ciudadanos en el sistema, con transparencia absoluta de las instituciones y con mano de hierro contra la evasión fiscal.
La política tiene, pues, trabajo que hacer, pero no lo hace. No es extraño pues que cada día sea más odiada por los ciudadanos.
2 comentarios:
Uf! Qué mala mañana me va dar el reflexionar tu artículo.
Pero qué necesario es saber por qué pasan las cosas.
Lo comprendo perfectamente. A mi también me costó escribirlo porque yo también estoy en posesión de esa doble moral. Sin embargo creo que a veces hay que hacer de tripas corazón y hacer lo correcto, no lo que a uno le pide el cuerpo.
Publicar un comentario