Sostengo desde hace años que España es uno de los países civilizados en los que el pueblo tiene peor suerte. Sí, digo bien, suerte. Los habitantes de un país tienen que tener la suerte de cara para que, en los momentos cruciales de su historia, quién sea, construya un armazón legal básico para que las cosas se desarrollen en el futuro de la manera más favorable posible para los intereses generales, los de la mayoría del pueblo, en lugar de para los de las clases dominantes económicas y políticas.
En estas últimas semanas no he escrito porque me parecía que no merecía la pena hacerlo, ante el curso de los acontecimientos, en automático, tras la abdicación de Juan Carlos. La discusión monarquía o república me parece estéril en este momento: intoxica, más que aclarar el ambiente. El problema es de leyes: de la Constitución y de la Ley Electoral principalmente. Cambiar estas dos guías principales es lo básico. Lo demás vendría solo. Pero las leyes no se cambian chillando en la calle en el momento en que se produce un hecho significativo. Para que las cosas cambien, la presión tiene que ser constante, aunque sea de baja intensidad.
Cuando se hicieron las leyes básicas de nuestro país, tras el Franquismo, se prepararon para mantener los derechos de las élites extractivas y para que se unieran a estas élites las altas jerarquías políticas emergentes. Está claro que había que negociar en mínimos y que, en aquel momento, se necesitaba prudencia por parte de los partidos de izquierdas, aunque aspirasen a más. Había que ceder para después hacer modificaciones. Sin embargo, durante las mayorías amplias del PSOE no se hizo ni el más mínimo intento de adaptación a las necesidades y derechos del pueblo de estas leyes básicas. Ni se intentó con la Constitución y la Ley Electoral. El PSOE ya había sido comprado, y ahí sigue (sentido de Estado, le llaman a esto, yo le llamo pancismo). Y por esta razón no se puede hacer un referéndum sobre si la monarquía sí, o no. Así de simple. Las clases altas compraron, y barato, a los representantes de las clases medias y bajas.
Otra de las consecuencias del estatismo de la izquierda durante todos estos años, de toda la izquierda, es la vergonzosa cifra de aforados que tenemos en España, unos 10.000. Y hablo de la izquierda porque de la derecha española, salvo muy pocas excepciones, no se pueden esperar más que desgracias para las clases medias y bajas. La izquierda, que tiene en esta banda social su granero de votos, debía, desde el primer momento, haber dado un paso al frente en este asunto y renunciar de manera clara a cualquier tipo de aforamiento. Todavía no he visto a nadie del PSOE ni de IU ni de ningúna formación progresista decir alto y claro «renunciamos a ser aforados». Por cierto, por qué tiene que haber aforados. En Alemania no los hay, ni en Inglaterra, y no veo yo que sean países peores que España.
Sí. Definitivamente los españoles tenemos mala suerte con quienes se dedican a representarnos. Es como si cuando se llega a ser representante uno se volviera tonto. Esto hace que seamos un país con verdadera incapacidad para resolver nuestros problemas. El ejemplo más claro es el de la burbuja inmobiliaria que acentuó severamente la crisis en España. Se crea por el cambio de la Ley del Suelo por el gobierno de Aznar (primer error, la construcción galopante no es una actividad sólida); cuando el PP pierde las elecciones el 11M, el PSOE toma el timón y persiste en el error, en consecuencia, paro y más paro; y, al perder Zapatero las elecciones, llega Rajoy y nos salva a todos, banca incluida, cargando sobre los hombros de las clases medias y bajas el coste de todos los errores cometidos. Ahora, además, nos hace una falsa bajada de impuestos y para demostrar su ideología hace tributar a las indemnizaciones por despido, seas un banquero que cobras millones por irte a tu casa, o seas un currito que te dieron 100.000 € después de trabajar 30 años como un cabrón, que solo te van a servir para malvivir hasta que te puedas jubilar.
No hay remedio. Derecha, izquierda, centros de todos los tipos, podemos y 15emes... Da igual. De lo que realmente puede presumir un español es de la soledad y del desamparo en el que se encuentra.
1 comentario:
Estomagante. Y desesperante, o desesperanzador, o como quiera que se diga no tener ya ni esperanza (la Espe no cuenta)
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