Puede que no haya nada a lo que la sociedad sea tan sensible como a los accidentes de aviación. Cada vez que una aeronave cargada de gente se estrella contra el suelo, o contra el agua, a todos se nos pasa por la cabeza aquella vez que volamos, hace poco o mucho, y el vahído que nos dio cuando entramos en aquella turbulencia. Nos metemos en la piel de quienes, en el interior del cilindro, atrapados, y sin nada que poder hacer, entran en el torbellino de movimientos erráticos, rugido silbante de motores, portaequipajes de los que saltan maletas y toda suerte de objetos, gritos histéricos... Cómo será el momento del impacto que sin duda terminará por llegar.
Cualquiera que haya volado empatiza con las víctimas, de ahí la trascendencia social de estas catástrofes y las maneras extremas con las que los mecanismos políticos, organizativos y mediáticos los tratan: comités de crisis, equipos de alerta y rescate, despliegues informativos. Todo pasa como una locomotora por encima del suceso; y por encima de los familiares. Y aquí es donde habría que pararse...
Siempre me pregunté si el modo en que se les trata es el más acertado. Se les localiza a través de la compañía aérea; se les concentra en un punto, un aeropuerto por lo general (??). En seguida aparecen los equipos de psicólogos y se ponen todos los medios para acercarlos al lugar del suceso. Se fletan aviones (!!!) para ellos, se contratan autobuses, hoteles. Se les lleva de acá para allá como si fueran un grupo de turistas sonados. Entretanto la prensa, la radio, las televisiones y cualquiera a su alrededor baraja hipótesis más o menos plausibles de las causas del suceso.
Los familiares no solo empatizan, sienten, y esto no parece tenerse presente. Quien perdió un hijo se preguntará siempre si se habrá dado cuenta, si habrá sufrido... Por qué habrá tenido que caer este avión y no otro. Quien perdió a su mujer o a su marido grita, llora, se niega a aceptarlo... Todos buscan culpables. La venganza es la primera reacción del ser humano cuando se le arrebata de manera salvaje una parte de sí mismo. Los momentos iniciales son críticos y, de verdad, a pesar de todos los psicólogos del mundo, tengo la impresión de que estas personas tan vulnerables están completamente desprotegidas. Creo sinceramente que si me viera en una situación semejante preferiría otra cosa menos estandarizada. Todo parece muy organizado pero, en realidad todo gira como un ciclón a su alrededor, en especial las informaciones de los medios, las más de las veces a la búsqueda de titulares impactantes.
Las filtraciones a la prensa ayudan poco o nada. Qué pensará quien haya perdido a alguien en este avión cuando se desayuna con la información de The New York Times en la que se cuenta que uno de los pilotos estaba fuera de la cabina y no pudo entrar cuando intentó regresar con al aparato ya con problemas. Pues se le ocurrirá que cualquier cosa imaginable. Las personas en estado de shock emocional no son muy proclives a aplicar la navaja de Ockham (lo más probable suele ser lo más simple) a la hora de evaluar hipótesis. Lo más sencillo sería pensar que un piloto hubiera salido y que al otro haya tenido un desvanecimiento. Este tipo de cosas no se contempla en los procedimientos de seguridad y un piloto puede tener necesidad de ir a orinar, por ejemplo. Pero, esto tan simple, seguro que no va a ser lo que piense una madre que haya perdido a su hijo en edad escolar. Ella busca otra cosa, quiere resarcimiento.
The New York Times es una fuente de la máxima fiabilidad, sin duda. Pero, pensando en estos casos particulares. ¿Deben publicarse este tipo de informaciones en prensa antes de ser oficiales? ¿Es lícito que la prensa se alimente de filtraciones en un asunto tan sensible? ¿Es profesional por parte de un investigador dar información a la prensa, y exigir anonimato y tal vez una compensación? ¿Cual es si no el interés de este individuo? ¿Va a investigarse de verdad y se van dar las explicaciones veraces a los familiares? No lo sé. Solo dejo las preguntas en el aire. Pero se debería ser muy cuidadoso. El impacto en los que perdieron a alguien es impredecible. Incluso algo tan importante como la libertad de expresión o el derecho a la información, en algunos casos, debe ser administrado con suma precaución.
Nota adicional a las 14:00 h.
La última hora indica que el accidente fue provocado por el copiloto, es decir, la opción menos simple de todas. Ahora si que pueden empezar las especulaciones. Pero, insisto en que el procedimiento no es el más adecuado para quienes perdieron a gente en este desgraciado hecho. Ellos son antes que nadie. Ahora habrá que decirles que un diario que se hizo eco de una filtración horas antes de que se supiera oficialmente estaba en lo cierto: el piloto no estaba en cabina y un copiloto alienado estrelló el avión contra las montañas. Menudo papelón.
1 comentario:
Ayer estuvimos con un familiar de uan de las fallecidas, de Casa dios del Páramo
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