«La democracia española es, sin duda, de baja calidad, por no decir que es directamente una porquería». Mi vecino me tachó de exagerado. «Pero, Jesús, si vamos a votar cada cuatro años». No me costó mucho trabajo hacerle entender que ninguno de los que están cómodamente sentados en el Congreso fue realmente elegido por los votantes, sino puesto de manera arbitraria en una lista por la mano de alguien en un partido. «Eligen otros, nosotros solo asentimos, y así nos luce el pelo: vagos, corruptos, mequetrefes, incompetentes... Sí, y algunos buenos, joyas invisibles entre tanta quincalla». Resopló... «Ostras, pues visto así, apetece no votar... Pero es que, joder, nos costó tanto».
Esa es la razón principal por la que la gente va a votar, aunque le apetecería quedarse en casa: Qué costó mucho recuperar ese derecho. Pero la cuestión es que, tras casi cuarenta años de ejercerlo, uno se da cuenta de que, sí, el país avanzó mucho. Pero solo al principio: derechos, sanidad y educación gratuitas, entrada en la Unión Europea... Y para. Ahí se terminó la historia. Desde el noventa y poco hasta hoy, nada. La clase política dejó de aportar cosas. Si acaso algo en derechos, Zapatero (Dependencia y Matrimonio entre personas del mismo sexo). Pero poco más.
El adocenamiento de los políticos es simple de explicar. La Ley Electoral y la Ley de Partidos, crea un vórtice del que es imposible salir y que genera corrupción y selección deficiente de representantes. Ambas leyes deben ser modificadas de manera urgente. Debe impedirse que los partidos sean agujeros negros llenos de dinero del mismo color, especialmente los de la parte derecha del espectro. Pero la parte izquierda, si bien no puede ser acusada de mordidas, si que pueden echársele en cara las vergonzosas puertas giratorias o la malversación de fondos públicos en beneficio de amiguetes... en fin, lo conocido por todos.
O sea, que se nos fueron cayendo los palos del sombrajo. Los de derechas tenían al PP, los de izquierdas al PSOE, los del centro, a los dos, a elegir según les diera, y los muy izquierdosos a IU, pero este partido no cuenta, tiene bastante con sus propios líos (una lástima). ¿Qué pasa entonces de aquí en adelante? La gente cabal de derechas, se dirá que a un PP metido en mil pleitos por corrupción, que lo vote su padre. La de izquierdas que a un PSOE medio groggy por los ERE, y después de dónde nos metió Zapatero, que lo vote también su padre. Es decir que el electorado está huérfano de referentes y de ideales.
Bueno. Pues por fin estamos en un buen sitio. No hay mal que por bien no venga. Tenemos un elector que probablemente va a votar sin ideales. Un elector que va a comportarse con racionalidad, desapasionadamente. Tenemos un elector al que le cayeron bofetadas por todos lados y al que la gente del 15 M, y luego Podemos, abrió los ojos: hay una casta que lo está desangrando. Y por la parte central aparece, desde Cataluña, Ciudadanos. Sí. Al menos se termina, o lo parece, el aburrido bipartidismo.
PSOE y PP tendrán que ser muy concretos en sus promesas. La gente ya no cree todo lo que se le dice. Han mentido demasiado los dos. Las promesas tienen que ir soportadas por bases tangibles. Podemos y Ciudadanos ofrecen cambios profundos en las leyes problemáticas: Electoral y de Partidos. PSOE y PP no quieren tocar aquí, porque perderían poder. Pero, claro, si no tocan, a lo mejor la gente no les vota, entonces tendrán que proponer algo en este sentido. A ver que dicen.
Lo dicho bienvenido el voto racional. Se trata de elegir para la gestión. La ideología no cuenta. Va a ser entretenido, igual hasta salgo de la abstención esta vez. Eso sí. En una próxima entrada, más cerca de las elecciones, prepararé un modelo de tabla de decisión para escoger la opción de voto de manera desapasionada. Pero esto, en un par de semanas o tres.
2 comentarios:
Chus, tienes razón, o no votamos,o si lo hacemos, debemos abandonar la ideología y usar la cabeza, aunque ni así se puede solucionar este caos de país.
Me gustaría conocer tu opinión a cerca de lo ocurrido en Francia. hoy esperaba ver ya algo escrito.
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