Una de las causas de que los políticos estén tan mal vistos por los ciudadanos es su falta de moralidad. A menudo el comportamiento de quienes están en política está desajustado con lo que cabría esperarse, especialmente en momentos en que mucha gente lo está pasando muy mal por el azote de la crisis.
La noticia saltó hoy a la prensa. Unos 90 representantes municipales electos en Barcelona y su área metropolitana se reparten unos 800.000 € al año en dietas por asistencia a reuniones relacionadas con servicios municipales dentro del entorno común de unos cuantos ayuntamientos alrededor de la capital barcelonesa.
Las cifras son bastante serias. El alcalde Trías (CiU) con un salario anual de 110.000 € cobra unos 30.000 € adicionales por asistencia a 2 ó 3 reuniones al mes; el concejal Portabella (ERC) con un sueldo de 98.000, obtiene también unos 30.000 por el mismo número de asistencias; el alcalde de Cornellá (PSC), que gana 70.000, se reúne 40 veces y obtiene unos 40.000; y el alcalde de Catelldefels (PP), que gana 66.000 se embolsa 23.000 por 18 reuniones. Vamos, que redondeando salen a unos 1000 € por reunión.
La cifra no es que sea escandalosa. Pero lo que si resulta reprobable es que sean los cargos políticos quienes demanden sacrificios a la población y sin embargo sean incapaces de aplicarse un cierto código moral para que nadie pueda sacarles los colores.
No quiero ni pensar en lo que habrá en muchos más sitios. Esto, seguro, no es más que la punta del iceberg. Y esta es la gente que va a bajar el sueldo a los funcionarios, a los médicos. Estos van a subirnos las tasas universitarias y los impuestos, y le van a decir a la viuda que su pensión está congelada.
Cuándo se darán cuenta los que se dedican a la política que esta es un juego de gestos. Todos sabemos que es un trabajo duro y nadie les va a discutir un salario alto. Pero, por favor, asignarse 1000 € por asistir a una reunión es un insulto para quienes viven un mes con una cantidad menor.
¿Hay, o no hay una seria discrepancia entre política y moral?
1 comentario:
Por lo que se observa, si que existe una vergonzosa discrepancia entre política y yo diría ética, más que moral. La clase política -esta si que es una clase y no la obrera, y que va camino de convertirse en casta- se adjudican unos sueldos y dietas -ellos mismos son los que deciden lo que tienen que cobrar- que cuando les oyes pregonar recortes a los demás, sientes una punzada de indignada impotencia que solo desearías que, en unas elecciones en las que esas personas se presentasen a ser electas, todas las gentes con derecho a voto no ejercieran ese derecho y hubiese una abstención tan alta que les provocase un perplejo desconcierto, ya que vendría a significar que los políticos no representan en ninguna de las facetas de su labor a los ciudadanos, quedando, pues, en entredicho la utilidad de su existencia tal como está planteado la forma de elegir a quien te va a gobernar. Si hubiera listas abiertas en las que cada candidato tuviera que ganarse a pulso la credibilidad de los ciudadanos de su circunscripción para que le votasen, quizás la cuestión del quehacer político del día a día cambiara radicalmente. Además, lo más vergonzoso es que esos 110.000€ que gana el señor Trias por ejercer de alcalde de Barcelona, superen con creces los 72.000€ que se dice percibe el Presidente del Gobierno de la Nación, Sr. Rodriguez Zapatero, que se supone que asume más responsabilidades que aquél. Esto sólo pone de manifiesto que se abrrogan de la potestad de ponerse el sueldo que quieran y sin que nadie les pueda decir nada al respecto. Lo dicho, los políticos no predican con el ejemplo.
Alberto Gª Sierra
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