La deuda de la Administración
Las múltiples administraciones españolas deben miles de millones a proveedores. De estos, a su vez, dependen un montón de puestos de trabajo que, si no se perdieron ya, se terminarán por perder en esta debacle de la actividad general del país.
Que las Administraciones no puedan pagar tiene que ver con la gestión del dinero que los ciudadanos pusimos a su disposición pagando los impuestos que marcaba la ley. La gestión del dinero estuvo, y está, en manos de aquellos que elegimos para que lo hagan. Estos representantes tenían y tienen la obligación de gastar el dinero de modo que sea lo más beneficioso posible para quienes lo ponen, es decir, sus conciudadanos.
Pero, en realidad, el dinero se gastó en aquello que pudiera otorgar más votos en las siguientes elecciones, sin mirar si la caja quedaba vacía o el endeudamiento superaba la capacidad de ingresar. El dinero se gastó en sostenerse en el poder. No importaba hacer aunque aeropuertos sin aviones o sin sentido, ni quese mantuvieran PERES y se inventaran ERES, o se levantaran "palacios" de congresos o "palaus" de cualquier cosa, o "museus" de estupideces o estatuas de próceres procaces.
El dinero se gastó mal y ahora vienen los ajustes. Y otra vez el pobre ciudadano a volver a pagar para tapar los agujeros, para sostener a los pobres parados generados por el pinchazo traumático de una burbuja que nunca debió haber existido. Y otra vez la administración desde su chulería aplaza pagos a proveedores y pide descuentos. Claro, para eso es la Administración. Como si fuera un Leviatán con vida propia.
La Administración no es nada. La administración la pagamos los ciudadanos no funcionarios. Qué se entere todo el mundo. Desde el Rey hasta el último oficinista está pagado con nuestros impuestos, así que a ver si se pone aquí todo dios a trabajar en lugar de a pedir. Y a ver si quienes administran se ponen las pilas y se enteran de que el dinero que manejan no es suyo. Que algunos ya empezamos a estar más que hartos de que se nos chupe la sangre.
1 comentario:
Si bien estoy de acuerdo en todo el resto del post, sin acritud Sr. Arribas,le recuerdo que la Administración la pagan no solo los trabajadores que no son funcionarios sino también los que lo somos. En realidad yo no soy funcionario sensu stricto sino estatutario (aún hoy desconozco la diferencia), si bien para lo malo lo soy pero no para lo bueno. La Administración del Estado engloba a múltiples organismos con diferentes cometidos, que si bien unos son peor admitidos por el trabajador no funcionario, mientras que otros por contra, también funcionarios, tienen la responsabilidad de educar, procurar bienestar físico y mental a las personas enfermas, y proteger nuestras vidas. Estos últimos son para mí imprescindibles, y no solo eso, sino que sin ellos la equidad social que otorga el estado de bienestar se marchitaría. Es, por tanto, espurio meter en el mismo saco a unos y otros. Razón tiene Vd. cuando en otro post comentaba la duplicidad de administraciones con la implantación de las comunidades autónomas. En muchos campos existen y son inecesarias, pero que yo sepa no existe duplicidad de profesores ni profesionales de la salud en las autonomías, etc. Un discente no tiene dos docentes distintos para una misma asignatura, de modo que uno fuese de la Administración Central y otro de la Administración Autonómica. Lo mismo sucede con el personal que atiende enfermos, sean o no profesionales de la salud. Por tanto, la Administración es necesaria para mantener el estado del bienestar, entre otros muchos cometidos; y la administración la pagamos todos, funcionarios y no funcionarios, ya que se mantiene con los impuestos de todos los ciudadanos y me consta que los funcionarios son ciudadanos y pagan sus impuestos como todo trabajador. No ocurre lo mismo con las grandes fortunas ni con las sociedades mercantiles, que o bien ponen a buen recaudo su dinero en paraisos fiscales, o bien diluyen su pago a la Hacienda pública con medidas de ingeniería financiera para evitar pagar impuestos. Acuérdese, y termino, aquel presidente de una gran compañía Norteamericana que decidió pagar más impuestos al enterarse que su secretaria pagaba más que él. Alberto García Sierra.
Publicar un comentario