Iglesia terrirorial
La Iglesia no suelta su presa. España es territorio ocupado, un protectorado de Roma en lo moral. Así que la institución hace lo imposible por mantenerlo. No importa si para ello se traspasan las líneas más elementales del respeto por quién pueda ser diferente, pensar diferente, o lo peor, tomar una actitud, o elegir un modo de vida diferente.
El pasado viernes, en una homilía retransmitida por la televisión pública, el obispo de Alcalá de Henares dijo unas cuantas estupideces acerca de homosexuales, mujeres que abortan, relaciones laborales y un sinfín de cosas más (ver discurso a partir de minuto 33). Esto no tendría de malo nada puesto en un contexto de libertad de expresión y de opinión. Sin embargo, la perversión está en hacerlo sabiendo que el mensaje va a ser fuertemente difundido y que va a crear una polémica seria (no quiero ni pensar en una televisión que hiciera algo parecido durante el Ramadán o el Yon Kipur).
Que la Iglesia piense como piensa de estos asuntos no tiene mayor importancia, cada uno es cada uno. Lo malo es que, detrás de esto, hay un intento de influir para que se cambien normas y se modifiquen leyes. La Iglesia cree que en su territorio todo vale y las reglas las marca ella. Y lo malo es que sus adeptos, con tal difusión, pueden llegar a creerlo también.
Ya resulta difícil de digerir desde el punto de vista de la igualdad de derechos que en Semana Santa se retransmitan procesiones, via crucis, triduos y no se cuantos ritos más, por cierto bastante aburridos, para que, encima, un chiflado juzgue a su manera a personas que, entre otras cosas, pagan sus impuestos, que es lo que otorga los derechos en una sociedad.
Entre tanto, el Estado permanece impasible. Como un amante encoñado incapaz de romper el vínculo podrido que le mantiene atado a su querida, aunque sepa que su lugar está con su esposa. Ningún gobierno, ni conservador ni progresista, tomó como objetivo la cuestión de la separación de facto entre religiones y estado. La obligación de los gobiernos de los estados es para con los ciudadanos y para sus demandas y necesidades, no para con las religiones, todas acertadas y verdaderas, según ellas.
La Iglesia Católica forma parte de la sociedad, está claro, y me merece el respeto debido. Pero, independientemente de mi opinión sobre homosexualidad o aborto, considero un abuso de posición dominante la utilización de los medios para mandar a la sociedad mensajes del tipo que mandó este obispo tan peculiar. La libertad de las personas está en mi escala de valores por encima de cualquier tendencia religiosa. Faltaría más.
2 comentarios:
Perfecto. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo vertido en este artículo con un hilo argumental intachable. Mejor no se puede explicar. Solo referir que, afortunadamente, el Consejo de RTVE tiene pensado condenar las palabras del obispo de Alcalá sobre los gays en La 2. Alberto G. Sierra
En primero lugar, no me gusta esa Dictadura del politicamente correcto. Está prohibido pensar yá que los gobiernos y los intelectuales lo saben todo. A nosotros no cabe cuestionarlos.
Pero lo que hace la "Santa Iglesia" és una vergüenza. Creen que estamos en el siglo XVII y que poseen el derecho de mandar en el pueblo como quieran. Si no fuera por las leyes del país nos obligarian diezmo o nos pondrian en el cárcel.
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