Por lo general, en la naturaleza ocurre que, según el ambiente se modifica, los organismos se adaptan a él. Aquellos que, por azar, presentan alguna característica ventajosa son los que mejor gestionan la nueva situación. Los mecanismos de copia de los genes, a veces, cometen pequeños errores; y estos errores, también a veces, resultan ventajosos para enfrentarse a entornos nuevos. Esta particularidad nueva se transmite a la descendencia, con lo cual, la especie continúa su viaje en el tiempo.
Otra garantía de buen resultado frente a las dificultades es la mezcla con individuos de distinto acervo génico. La cosa consiste en revitalizar la munición genética y hacerla más resistente. No podría haberse dado el éxito en nuestra especie si no hubiera sido por este hecho de mezclarse; de meter en la coctelera caracteres diferentes para obtener individuos mejor dotados para la existencia, para la reproducción, para la vida, en definitiva.
Con las ideas y con la cultura ocurre algo parecido. Se transmiten a través de las generaciones mediante memes. Los memes, nombre salido de la cabeza de Richard Dawkins, genetista británico, para denominar a las unidades de difusión cultural (ideas, hábitos, comportamientos...) pasan de una generación a otra de modo parecido a los genes, aunque por un mecanismo diferente. Y la batería «memética» se mejora del mismo modo que la baterñia genética, es decir: por un cambio casual acertado (mutación en un caso, o idea genial en otro); o por la mezcla, o sea, por la hibridación. El cruce de ideas, de culturas, de costumbres, siempre resulta positivo y enriquecedor porque genera nuevas características positivas en muchos casos, igual que los genes.
Lo que está ocurriendo en la política en España desde hace un par de décadas, me refiero a la baja o nula capacidad de gestión pública, viene de la mano de la completa incapacidad de los partidos para: 1º generar ideas capaces de solventar nuestros problemas, por ejemplo, modelo productivo, o modelo electoral; y 2º mezclarse con otros diferentes, pero compatibles, para hibridar, para reforzar su competencia. Ambas cosas están ausentes en el mundo político en nuestro país. Para muestra baste la situación creada después de las elecciones del 20 de diciembre pasado. Todo son ataques, acusaciones, líneas rojas, culpabilizaciones...
La capacidad de ver, de entender, de prever, está reñida con la endogamia. Cada partido se nutre de si mismo con cruzamientos internos: juventudes, laboratorios de ideas, etc... Pero nada de buscar nuevas formas de entender en la sociedad que los circunda. Todo empieza y termina en los límites del partido; fuera reside el enemigo que quiere aniquilarnos. Una visión, desde luego miope. Entre las poblaciones, la endogamia es un seguro de fracaso absoluto.
Una de las causas mayores de tal actitud entre los actores políticos es la Ley Electoral, el sistema de listas. Si Rajoy, por ejemplo, hubiese tenido que ganarse su circunscripción, probablemente no lo hubiera hecho por causa de la corrupción de la que es responsable. Y esta ley electoral no fue cambiada porque el interés de los partidos no es que los mejores estén al frente de la gestión. El interés de los partidos es el acceso a los cargos, a los miles y miles de cargos en juego en este negocio.
Con este panorama no queda más remedio que hacer acuerdos, pactos, cesiones que permitan remodelar poco a poco este sistema diabólico. La corrupción hace difícil acordar nada con el PP, y más ahora, después de los acontecimientos de Valencia. Pero el resto de partidos pueden construir mayorías holgadas que permitan hacer una legislatura puente en la que se articulen leyes que sirvan de base para el cambio necesario de modelo político y social. Pero para eso hace falta inteligencia colectiva, hace falta una avenencia general que catalice la síntesis de los memes que, poco a poco, se irían transmitiendo. Pero mucho me temo que nada de esto va a pasar... Una lástima.
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