Los cincuenta y tantos
Quienes nacimos algo antes de 1960 estamos ahora en esa edad donde las cosas parecen pesar un poco más. No solamente los esfuerzos físicos son más trabajosos, también cuesta más entender, memorizar, asimilar y sobre todo tragar. Tragar es lo que más cuesta.
Hace unos meses se nos indicó que por exigencias del guión era necesario retrasar la edad de jubilación y aumentar el tiempo de cotización exigido para tener derecho a una pensión. Precisamente a nosotros. A nosotros tenía que tocarnos tragar el sapo de ver como solo hace unos pocos años muchos se prejubilaban con la misma edad que tenemos nosotros ahora. Su único mérito: haber nacido unos años antes.
Es notorio el cambio de escenario. En las empresas, hace no más de cinco años, a una persona de cincuenta y tantos que sobraba se le buscaba un medio para prejubilarla, ahora se la despide. El prejubilado se iba a su casa a disfrutar de la vida, o a aburrirse en algunos casos. El despedido se va para su casa con la cabeza agachada y lleno de vergüenza a explicarle a su familia que tiene que ir a la cola del paro y que sus posibilidades de reintegrarse laboralmente son mínimas.
Ahora tocan más sacrificios y seguramente las cosas se nos pondrán todavía peor. Y yo no paro de preguntarme por qué. Por qué se ha hecho tan mal. Por qué esta tremenda injusticia. Por qué nosotros nos jubilaremos, con suerte, a los sesenta y cinco. Qué hará quien pierda el trabajo. Por qué no se tuvo más cuidado.
Quiénes son los responsables de semejante aberración. Qué se va a hacer con nosotros. ¿Alguien tiene algún plan? ¿Nos tendrá Rajoy presentes? Tengo poca confianza.
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