«Al que le pique que se rasque», declaró Esperanza Aguirre después de montar en cólera por conocerse sus datos fiscales y hablando de lo mucho que ganaba. O sea, que el que no gane pasta que se joda (con perdón). Vamos, que haber nacido rico, haberse casado bien, o haber entrado en política y puesto el cazo. Porque lo que está absolutamente claro es que de su trabajo en una empresa de cazatalentos no puede venir un sueldazo de seis cifras, a no ser que la consabida empresa busque en Aguirre cosas diferentes a las que se requieren para ser un simple evaluador de personas para la vida laboral, es decir, su agenda de contactos y su influencia... Un asco.
Esperanza Aguirre tal vez sea el caso de máxima incompetencia en la política a lo largo de los últimos treinta años en España. Todo lo que hizo se basó en el populismo y la demagogia de la más baja ralea. Todavía está por saber cómo se gestó el soborno a Tamayo y a Sáez. La gestión de este siniestro personaje, que dice no saber nada de los casos de corrupción que crecieron a su alrededor durante toda su carrera, es de lo más escandalosa. Ella nunca sabe... De ahí la fácil conclusión de que es una persona extraordinariamente incompetente. La otra hipótesis es que lo que pudiera haber hecho no sea posible demostrarlo.
Sus declaraciones altisonantes y fuera de tono, carentes de todo estilo, contra colectivos profesionales enteros (que se lo pregunten a los arquitectos), sus broncas en público a colaboradores, sus abandonos de las entrevistas con la peregrina excusa de que tiene otros actos (a Jordi Évole), su «chulería» y su arrogancia ante cualquier situación, la hacen parecer cualquier cosa menos una persona cercana en la que se pueda confiar. La pregunta es. ¿Por qué la votan entonces?
La respuesta es sencilla. Ella siempre hace lo posible por favorecer mediante su acción política a los ricos y por parecer, mediante el paternalismo, que trabaja para los pobres. Los votos le vienen de las clases medias altas, que no son tontas, y de las clases bajas rastreras, que aunque no lo parezca están llenas de majaderos capaces de dar un voto a quienes no trabajan para otra cosa que para hacerlos todavía más pobres. Este el el caladero de votos del Aguirrismo, los amos y los pobres criados incultos.
Pero claro, incluso en esta democracia imperfecta, el voto de un pobre harto vale lo mismo que el de un rico, o el de un pobre necio. Y claro, hay tantos pobres, que además no son tontos, que las cosas pueden dar la vuelta, como así fue. De nada le sirvió a Aguirre introducir a ETA (no sé qué pintaba ETA) en el debate para desacreditar a Carmena, dando muestras de su populismo barato y barriobajero. El pueblo llano decidió que iba a dar votos a una plataforma recién creada y que se los iba a quitar a los partidos en los que no podía confiar... Y descabalgó al PP y puso en su sitio al PSOE, que pasó a ser muleta obligada de esta plataforma para dar la alcaldía a Carmena.
Así pues, desearle a Esperanza Aguirre que no se haga, de tanto que le tiene que picar, demasiadas excoriaciones al rascarse. Pero que se rasque, que no le va a venir mal.
Blog de Jesús Arribas. Ciudadano que observa la realidad desde Avilés, una ciudad periférica de tamaño medio en el norte de España. En este momento, en estado de rebeldía personal.
25 mayo, 2015
19 mayo, 2015
Ciudadanos... No por mucho madrugar...
La ambición de Rivera, o de quien le aconseje, puede acabar llevándole al desastre. En un primer momento parecía que Ciudadanos iba a concurrir tan solo en comunidades autónomas y plazas estratégicas en las que pudieran garantizar la formación de listas según criterios democráticos y de transparencia. Sin embargo lo que está resultando es que en multitud de lugares las listas son nada más que una chapuza, llenas de irregularidades, repletas de «personajes» extraños y poco o nada estudiadas por la dirección para ofrecerle una buena alternativa a los votantes.
Los electores les harán pagar su osadía cuando empiecen a verse las carencias. Sin duda ninguna. La aparición en prensa de informaciones sobre el acerbo ideológico de muchos de los candidatos; o la inclusión de personas sin su consentimiento, o cualquier otro tipo de circunstancia reprobable, no conduce más que a la percepción por parte de la sociedad de Ciudadanos como un partido con excesivas prisas por empezar a hacer cosas de manera atropellada y sin importar ni como ni de qué manera, y lo que es peor, ni si serán correctas.
De cara a las elecciones generales, que deberían ser la gran apuesta de Rivera, estas prisas excesivas no harán otra cosa que restarle credibilidad. Algo que ya de por sí ocurre por su sobreexposición a los medios, pero que la ambición desmedida por estar en todas partes puede hacer crecer de forma exponencial. Puede que la estrategia de Ciudadanos contribuya a una gran decepción de no tomar medidas inmediatas y contundentes. Algo extremadamente difícil para una organización en la que solo unas pocas cabezas tienen la capacidad y la visión suficiente para hacerlo en la buena dirección.
Lo visto hasta ahora deslegitima a este partido para impartir lecciones de democracia a nadie. Es cuestión de tiempo que pague las consecuencias... O debería. Pero este es un país raro a la hora de votar. Un país capaz de mantener mayorías de formaciones con corruptos e imputados por todas partes. Tengo la impresión que a pesar de la aparición de cierta esperanza por la irrupción de gente nueva, a la vista de lo que hay, la abstención seguirá siendo la reina del baile. Ya se verá.
Los electores les harán pagar su osadía cuando empiecen a verse las carencias. Sin duda ninguna. La aparición en prensa de informaciones sobre el acerbo ideológico de muchos de los candidatos; o la inclusión de personas sin su consentimiento, o cualquier otro tipo de circunstancia reprobable, no conduce más que a la percepción por parte de la sociedad de Ciudadanos como un partido con excesivas prisas por empezar a hacer cosas de manera atropellada y sin importar ni como ni de qué manera, y lo que es peor, ni si serán correctas.
De cara a las elecciones generales, que deberían ser la gran apuesta de Rivera, estas prisas excesivas no harán otra cosa que restarle credibilidad. Algo que ya de por sí ocurre por su sobreexposición a los medios, pero que la ambición desmedida por estar en todas partes puede hacer crecer de forma exponencial. Puede que la estrategia de Ciudadanos contribuya a una gran decepción de no tomar medidas inmediatas y contundentes. Algo extremadamente difícil para una organización en la que solo unas pocas cabezas tienen la capacidad y la visión suficiente para hacerlo en la buena dirección.
Lo visto hasta ahora deslegitima a este partido para impartir lecciones de democracia a nadie. Es cuestión de tiempo que pague las consecuencias... O debería. Pero este es un país raro a la hora de votar. Un país capaz de mantener mayorías de formaciones con corruptos e imputados por todas partes. Tengo la impresión que a pesar de la aparición de cierta esperanza por la irrupción de gente nueva, a la vista de lo que hay, la abstención seguirá siendo la reina del baile. Ya se verá.
17 mayo, 2015
Manuela Carmena pone a Aguirre de los nervios
Esperanza Aguirre está perdida de los nervios. Desde que empezó la campaña, y antes, lleva atacando a Manuela Carmena en todos los frentes, menos en el que debe, que es el ámbito político. Aguirre se centra en lo personal, intenta hacer relevantes informaciones de la empresa de arquitectura del marido de Carmena, en concurso de acreedores; intenta descalificarla a ella al acusarla de haber llegado a juez por la puerta de atrás del cuarto turno en lugar de por oposición... Para Esperanza vale todo, no hay límites, aunque las anteriores acusaciones sean completamente falsas.
Esperanza Aguirre está acostumbrada a la pelea política barriobajera. Es una especialista en el juego sucio, en el golpe bajo. Además cuando se juega con ella en este terreno, encaja como nadie. Lo que no se sabe muy bien es si su capacidad de tragarse ganchos al bajo vientre viene de su especial fortaleza o de su absoluta insensibilidad al dolor propio a ajeno, algo típico de quienes se creen semidioses por encima de los comunes mortales, y también de aquellos que poco más que serrín tienen en la cavidad craneana.
El hecho de que Manuela Carmena no entre al trapo está haciendo que Esperanza Aguirre, fiel a si misma, persevere en meter la pata con más fuerza cada vez. Aguirre no pierde oportunidad de hacer declaraciones que descalifiquen a su rival. Sus actos públicos están solo orientados a esto y a su populismo barato. Intenta que Carmena pierda la paciencia. Esta, con toda tranquilidad, insiste en que ella no va a descalificar a nadie y, para más inri, da explicaciones de todo tipo y con total apertura sobre aquello de que la acusan. Carmena no se pone nerviosa y esto pone a Aguirre más de los nervios si cabe.
Cualquier candidato podría sacar miles de cosas a Esperanza Aguirre, desde urdir el tamayazo hasta proteger bajo su ala a corruptos de alto copete, eso sí, sin darse cuenta de ello. También podría atacar al muy noble marido de Aguirre para hacer aún más daño. Pero Manuela Carmena no dice una palabra. Manuela Carmena deja que Aguirre patalee y se hunda cada día un poco más en el fango. Carmena sabe que juega en un equipo inferior, pero también sabe que, los votantes toman siempre nota y que a Aguirre todo lo que no sea ganar por goleada no le vale, pues corre el riesgo de perder al control del partido en Madrid.
Al final el pueblo hablará y decidirá lo que sea menester. Pero algo se está poniendo claro para los electores y es qué es cada persona. Aguirre es tan solo una condesa consorte chillona y maleducada..., aún así puede ganar. Manuela Carmena, por contra, puede perder, pero siempre será considerada como una señora. Ser una señora es imposible para Esperanza Aguirre porque la humildad es principal cualidad de quien lo es, y ella no sabe lo que es esto.
Esperanza Aguirre está acostumbrada a la pelea política barriobajera. Es una especialista en el juego sucio, en el golpe bajo. Además cuando se juega con ella en este terreno, encaja como nadie. Lo que no se sabe muy bien es si su capacidad de tragarse ganchos al bajo vientre viene de su especial fortaleza o de su absoluta insensibilidad al dolor propio a ajeno, algo típico de quienes se creen semidioses por encima de los comunes mortales, y también de aquellos que poco más que serrín tienen en la cavidad craneana.
El hecho de que Manuela Carmena no entre al trapo está haciendo que Esperanza Aguirre, fiel a si misma, persevere en meter la pata con más fuerza cada vez. Aguirre no pierde oportunidad de hacer declaraciones que descalifiquen a su rival. Sus actos públicos están solo orientados a esto y a su populismo barato. Intenta que Carmena pierda la paciencia. Esta, con toda tranquilidad, insiste en que ella no va a descalificar a nadie y, para más inri, da explicaciones de todo tipo y con total apertura sobre aquello de que la acusan. Carmena no se pone nerviosa y esto pone a Aguirre más de los nervios si cabe.
Cualquier candidato podría sacar miles de cosas a Esperanza Aguirre, desde urdir el tamayazo hasta proteger bajo su ala a corruptos de alto copete, eso sí, sin darse cuenta de ello. También podría atacar al muy noble marido de Aguirre para hacer aún más daño. Pero Manuela Carmena no dice una palabra. Manuela Carmena deja que Aguirre patalee y se hunda cada día un poco más en el fango. Carmena sabe que juega en un equipo inferior, pero también sabe que, los votantes toman siempre nota y que a Aguirre todo lo que no sea ganar por goleada no le vale, pues corre el riesgo de perder al control del partido en Madrid.
Al final el pueblo hablará y decidirá lo que sea menester. Pero algo se está poniendo claro para los electores y es qué es cada persona. Aguirre es tan solo una condesa consorte chillona y maleducada..., aún así puede ganar. Manuela Carmena, por contra, puede perder, pero siempre será considerada como una señora. Ser una señora es imposible para Esperanza Aguirre porque la humildad es principal cualidad de quien lo es, y ella no sabe lo que es esto.
07 mayo, 2015
Esperanza y el vértigo
Hace unos días hablaba con un amigo sobre Madrid. Él vive allí y, por lo tanto, allí vota. Yo le pregunté directamente sobre el sentido de su voto. No dudó: «A Esperanza, coño, a quién voy a votar». Mi amigo es bastante inteligente, y confieso que no pude digerir fácilmente la respuesta. Cómo alguien que no fuera un encefalograma plano, que los hay, de esos que votan al PP en cualquier circunstancia podía, sin pudor alguno, expresar su Aguirrismo.
Pasaron por mi cabeza mil imágenes de Esperanza Aguirre; mil declaraciones, altisonantes, contradictorias y grotescas en muchos casos; mil actitudes chulescas de esta presunta aristócrata de baja estofa, mil explicaciones sobre que ella también se equivocaba y que había nombrado para cargos a gente que había birlado centenares de millones en forma de mordidas por adjudicaciones, pero que, en realidad ella no era responsable de que fueran unos macarras y unos mafiosos.
No me lo podía explicar. Cómo mi amigo no se daba cuenta de todo esto. De que, además, el hombre fuerte de su gobierno era quien lo organizaba todo. Ella, su jefa, Esperanza Aguirre, tenía que saber perfectamente que él, Granados, se estaba llevando cientos de millones de euros en mordidas.
Entonces contraataqué: «Oye, verás...», le dije, «puedo comprender que Esperanza te ponga, pero lo que no entiendo es tu ceguera. Esta mujer, una de dos, o estaba enterada de toda la corrupción que había a su alrededor y no dijo nada, en cuyo caso es una corrupta como el Granados ese, o no se percató del asunto, en cuyo caso es directamente tonta». Él se quedó callado un rato..., y yo satisfecho, le había noqueado. Sin embargo era una impresión falsa. Solo meditó unos segundos, después sonrió y me miró con cierta conmiseración. «Veo que no entiendes nada», me dijo con absoluta calma. Entonces empezó a explicarse.
En Madrid, según su opinión, hay solo dos candidatos que merecen la pena, una para el Ayuntamiento, Manuela Carmena y otro para la Comunidad, Ángel Gabilondo. Pero claro se presentan, una en una candidatura de unidad que no ofrece mucha tranquilidad al elector, y el otro por un partido que, en Madrid, es una verdadera merienda de negros. «No tendría ningún problema en votar por Carmena y por Gabilondo. Pero si que me da miedo dar mi voto a radicales o al PSOE de Madrid. Así que, el PP es lo menos malo, aunque signifique votar a una persona poco seria y casi seguro conocedora de todo lo que se hacía, o sea corrupta, como Aguirre. ¿De verdad tú votarías a Carmena con lo que tiene debajo en la lista, o a un titiritero como Carmona, o a Gabilondo, que aún siendo una persona seria y respetable va a tener solo problemas con sus teóricos subordinados?»
Entonces fui yo quién quedé groggy. Me imaginé en el cuadrilátero del colegio electoral estirando la mano hacia las papeletas mientras todo giraba a mi alrededor en un vórtice caótico: papeletas sobres, urnas, la cola de gente. los interventores..., todo daba vueltas. Votar en Madrid es para otro tipo de gente, para aquellos privilegiados que no sienten el vértigo. El vértigo del elector, que cuando se produce, le bloquea de tal modo que la única salida es huir de la escena electoral e irse a su casa acobardado sin haber ejercido su derecho. Y es que votar a veces es un verdadero problema.
Sacudí la cabeza para entrar de nuevo en el mundo real. Tenía que hacer algo... Entonces se me ocurrió hacerle unas preguntas. «Oye, tú crees que Aguirre es buena para Madrid?». «No, es la menos mala», me contestó. «¿Y sabiendo que es mala la vas a votar?». «Es que de los otros no me fío». «Pero, a ver, a ti quién te obliga a ir a votar». «Joder, hay que ir a votar». «Por qué», le espeté con sequedad, «Por qué hay que votar si no hay a quién». Se quedó un rato serio y después dijo: «Pues mira, no había pensado yo en eso. Igual tienes razón. Tengo que darle unas vueltas más...». Me quedé algo más tranquilo. Al menos había sembrado una duda.
Pasaron por mi cabeza mil imágenes de Esperanza Aguirre; mil declaraciones, altisonantes, contradictorias y grotescas en muchos casos; mil actitudes chulescas de esta presunta aristócrata de baja estofa, mil explicaciones sobre que ella también se equivocaba y que había nombrado para cargos a gente que había birlado centenares de millones en forma de mordidas por adjudicaciones, pero que, en realidad ella no era responsable de que fueran unos macarras y unos mafiosos.
No me lo podía explicar. Cómo mi amigo no se daba cuenta de todo esto. De que, además, el hombre fuerte de su gobierno era quien lo organizaba todo. Ella, su jefa, Esperanza Aguirre, tenía que saber perfectamente que él, Granados, se estaba llevando cientos de millones de euros en mordidas.
Entonces contraataqué: «Oye, verás...», le dije, «puedo comprender que Esperanza te ponga, pero lo que no entiendo es tu ceguera. Esta mujer, una de dos, o estaba enterada de toda la corrupción que había a su alrededor y no dijo nada, en cuyo caso es una corrupta como el Granados ese, o no se percató del asunto, en cuyo caso es directamente tonta». Él se quedó callado un rato..., y yo satisfecho, le había noqueado. Sin embargo era una impresión falsa. Solo meditó unos segundos, después sonrió y me miró con cierta conmiseración. «Veo que no entiendes nada», me dijo con absoluta calma. Entonces empezó a explicarse.
En Madrid, según su opinión, hay solo dos candidatos que merecen la pena, una para el Ayuntamiento, Manuela Carmena y otro para la Comunidad, Ángel Gabilondo. Pero claro se presentan, una en una candidatura de unidad que no ofrece mucha tranquilidad al elector, y el otro por un partido que, en Madrid, es una verdadera merienda de negros. «No tendría ningún problema en votar por Carmena y por Gabilondo. Pero si que me da miedo dar mi voto a radicales o al PSOE de Madrid. Así que, el PP es lo menos malo, aunque signifique votar a una persona poco seria y casi seguro conocedora de todo lo que se hacía, o sea corrupta, como Aguirre. ¿De verdad tú votarías a Carmena con lo que tiene debajo en la lista, o a un titiritero como Carmona, o a Gabilondo, que aún siendo una persona seria y respetable va a tener solo problemas con sus teóricos subordinados?»
Entonces fui yo quién quedé groggy. Me imaginé en el cuadrilátero del colegio electoral estirando la mano hacia las papeletas mientras todo giraba a mi alrededor en un vórtice caótico: papeletas sobres, urnas, la cola de gente. los interventores..., todo daba vueltas. Votar en Madrid es para otro tipo de gente, para aquellos privilegiados que no sienten el vértigo. El vértigo del elector, que cuando se produce, le bloquea de tal modo que la única salida es huir de la escena electoral e irse a su casa acobardado sin haber ejercido su derecho. Y es que votar a veces es un verdadero problema.
Sacudí la cabeza para entrar de nuevo en el mundo real. Tenía que hacer algo... Entonces se me ocurrió hacerle unas preguntas. «Oye, tú crees que Aguirre es buena para Madrid?». «No, es la menos mala», me contestó. «¿Y sabiendo que es mala la vas a votar?». «Es que de los otros no me fío». «Pero, a ver, a ti quién te obliga a ir a votar». «Joder, hay que ir a votar». «Por qué», le espeté con sequedad, «Por qué hay que votar si no hay a quién». Se quedó un rato serio y después dijo: «Pues mira, no había pensado yo en eso. Igual tienes razón. Tengo que darle unas vueltas más...». Me quedé algo más tranquilo. Al menos había sembrado una duda.
01 mayo, 2015
Podemos, Ciudadanos y la mazmorra
Las obligaciones de los partidos para con la ley electoral hacen que la democracia en España esté cautiva en su propia mazmorra. La celda, asilada y profunda, es inviolable. Cualquiera que quiera participar en unas elecciones está obligado a meterse en su interior oscuro y húmedo. Y una vez aquí, ya no se sale. Para ello habría que poner de acuerdo a todos los que están dentro. Pero estos ya se acostumbraron al mal olor, al frío, a la humedad y a la falta de higiene, y ya no quieren cambiar; y desde luego no van a propiciar que nada se mueva, pues solo les perjudicaría.
Puede que los partidos emergentes se las prometieren muy felices a la vista de las encuestas. Pero, claro, ahora llega el momento de la verdad y en esta Democracia de mentira que tenemos hay que confeccionar listas autonómicas y locales. Esto significa que hay que poner una serie de nombres unos debajo de otros para que los electores asientan, lo cual resulta mucho más difícil de lo que parece. ¿Cómo puede hacerse una lista de candidatos de manera transparente y democrática? Bien..., hay muchas maneras pero, claro, es que si se hace así se pierde el control.
Podemos lo intentó con el subterfugio de las votaciones por Internet. Suena bien, pero aparta, de mano, a todo el que no se maneja en este mundo; además pueden darse infinidad de trampas. Al final las listas salieron pero uno no está del todo convencido de que el resultado sea realmente representativo. Podemos era un partido asambleario y, aunque no lo parezca, no hay nada menos democrático que una asamblea. Una asamblea se maneja fácilmente. El electorado presupone cuando responde a las encuestas que estas minucias están resueltas, pero ahora asiste boquiabierto a todo un espectáculo de luchas internas, familias, vanidades, egos y peleas de gallos desde la cúpula hasta el fondo que, mucho me temo, pondrán las expectativas de voto de este partido en su sitio. Lo que no es necesariamente malo de cara a unas generales. Mejor la cura de humildad ahora. Mejor aclarar el panorama hoy y moldear un partido estructurado y democrático de verdad para mañana.
Ciudadanos hizo otra apuesta. Tiró directamente por la calle del medio. Albert Rivera cogió a todo bicho viviente que hubiera estado antes en el cotarro, y que le pudiera aportar algo en una lista, y a la mierda. Rivera quiere poder rápidamente y se salta a la torera los límites interpuestos por el mismo en su organización: democracia a capricho, vamos. ¡Ay, ay, ay, Albert! Esto no es lo que propugnabas. El caso de Asturias es como para estudiar. Los resultados pueden ser catastróficos aquí, y si no lo son es porque en esta región el hartazgo con el PSOE es considerable, el PP es un grupo de indocumentados y Foro, bueno, Foro no es nadie. Los resultados electorales a corto, tal vez no sean malos del todo, pero los resultados políticos al final no van a ser buenos. Los mercenarios son eso y desconocen el significado de términos como prudencia, lealtad, respeto, empatía y chorradas semejantes. Esperemos que no sea igual en toda España.
Esto es lo que nos trae la ley Electoral española: democracia de baja estofa. Algo que solo puede arreglarse con una esmeradísima, limpísima y transparentísima elección de los miembros de las listas. Yo no vi a nadie por la calle que me pidiera una firma diciendo que quiere ser candidato o ir en la lista de tal o cual partido. Es lamentable que en España el ejercicio de las formas democráticas esté tan devaluado, con lo fácil que es. Pero se está mejor en el lodo y dejando a los ciudadanos normales al otro lado del charco, lejos de todo. Algo inaudito, teniendo en cuenta que pagan ellos el banquete.
Puede que los partidos emergentes se las prometieren muy felices a la vista de las encuestas. Pero, claro, ahora llega el momento de la verdad y en esta Democracia de mentira que tenemos hay que confeccionar listas autonómicas y locales. Esto significa que hay que poner una serie de nombres unos debajo de otros para que los electores asientan, lo cual resulta mucho más difícil de lo que parece. ¿Cómo puede hacerse una lista de candidatos de manera transparente y democrática? Bien..., hay muchas maneras pero, claro, es que si se hace así se pierde el control.
Podemos lo intentó con el subterfugio de las votaciones por Internet. Suena bien, pero aparta, de mano, a todo el que no se maneja en este mundo; además pueden darse infinidad de trampas. Al final las listas salieron pero uno no está del todo convencido de que el resultado sea realmente representativo. Podemos era un partido asambleario y, aunque no lo parezca, no hay nada menos democrático que una asamblea. Una asamblea se maneja fácilmente. El electorado presupone cuando responde a las encuestas que estas minucias están resueltas, pero ahora asiste boquiabierto a todo un espectáculo de luchas internas, familias, vanidades, egos y peleas de gallos desde la cúpula hasta el fondo que, mucho me temo, pondrán las expectativas de voto de este partido en su sitio. Lo que no es necesariamente malo de cara a unas generales. Mejor la cura de humildad ahora. Mejor aclarar el panorama hoy y moldear un partido estructurado y democrático de verdad para mañana.
Ciudadanos hizo otra apuesta. Tiró directamente por la calle del medio. Albert Rivera cogió a todo bicho viviente que hubiera estado antes en el cotarro, y que le pudiera aportar algo en una lista, y a la mierda. Rivera quiere poder rápidamente y se salta a la torera los límites interpuestos por el mismo en su organización: democracia a capricho, vamos. ¡Ay, ay, ay, Albert! Esto no es lo que propugnabas. El caso de Asturias es como para estudiar. Los resultados pueden ser catastróficos aquí, y si no lo son es porque en esta región el hartazgo con el PSOE es considerable, el PP es un grupo de indocumentados y Foro, bueno, Foro no es nadie. Los resultados electorales a corto, tal vez no sean malos del todo, pero los resultados políticos al final no van a ser buenos. Los mercenarios son eso y desconocen el significado de términos como prudencia, lealtad, respeto, empatía y chorradas semejantes. Esperemos que no sea igual en toda España.
Esto es lo que nos trae la ley Electoral española: democracia de baja estofa. Algo que solo puede arreglarse con una esmeradísima, limpísima y transparentísima elección de los miembros de las listas. Yo no vi a nadie por la calle que me pidiera una firma diciendo que quiere ser candidato o ir en la lista de tal o cual partido. Es lamentable que en España el ejercicio de las formas democráticas esté tan devaluado, con lo fácil que es. Pero se está mejor en el lodo y dejando a los ciudadanos normales al otro lado del charco, lejos de todo. Algo inaudito, teniendo en cuenta que pagan ellos el banquete.
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