30 agosto, 2014

Violencia machista: nada cambia

La amplificación que realizan los medios de comunicación del problema de la muerte de mujeres a manos de hombres hace que se tenga la impresión de que cada vez se producen más asesinatos, que este país es cada día más machista, y que la protección a las víctimas es completamente ineficaz. Estos medios no dejan de comportarse como parte interesada al señalar la componente política del asunto. Tampoco pierden la oportunidad de dar voz a asociaciones que acusan, con razón, al ministerio y al ministro (ministra en este caso) responsable de inoperancia,  y a jueces y policía de inacción o laxitud ante un problema tan enorme; aunque no sea nada más que por sensacionalismo.

Pero si uno no se deja impresionar por el ruido, y echa mano de los datos, la cosa cambia. Los datos, siempre los datos, son tozudos, y la conclusión a la que se llega al primer vistazo es que, desde 1999 hasta ahora, las cosas no se han modificado, ni a mejor ni a peor. Todo sigue igual a pesar de haber creado, en todo este tiempo, un sinnúmero de instituciones nacionales, autonómicas, provinciales y locales con un montón de dinero disponible para ocuparse del problema, y con otro montón de cargos políticos, de técnicos y administrativos de todo tipo para gestionarlas. Toda una parafernalia montada alrededor de la violencia machista para que todo siga exactamente igual. Estos son los datos oficiales del Instituto de la Mujer:

   Año              14    13    12    11    10    09    08    07    06    05    04    03    02    01    00   99                
                     (5/08)
TOTAL           34 54 52 61 73 56 76    71 69 57    72 71 54   50    63   54

Lo que nos dicen es que la media anual de muertes en estos 15 años es de 62 mujeres; también que hay oscilaciones considerables; y también que no hay ninguna tendencia consolidada, ni a aumentar ni a disminuir, de estas cifras.

Si hubiera que hacer algún análisis, aunque cogido con pinzas, podríamos hablar de que hay tres periodos:


  • de 1999 a 2002 (media de 54 asesinatos / año)
  • de 2003 a 2010 (media de 68 asesinatos / año)
  • de 2011 a 2014 (media de 56 asesinatos / año, sin incluir 2014, que está incompleto)
Si realmente todo esto tuviera que ver con la acción gubernativa, política, policial y judicial, podríamos decir, falsamente, que las políticas fueron menos acertadas entre 2003 y 2010 y mejor dirigidas en los otros dos periodos. Sin embargo sabemos que no es así.

Es bien conocido que el gobierno de Zapatero hizo un mayor esfuerzo contra la violencia machista, al menos así lo parecía con la creación de un ministerio de Igualdad y unas cuantas acciones más que parece evidente que no dieron resultado. También es bien conocida la actitud pasota del ministerio actual de Ana Mato a este respecto. Para la ministra, al menos eso dicen, la mujer donde debe estar en en casa en «sus labores» y, además, debe ser sumisa, como manda la Iglesia. Parece contradictorio, pero, con los datos en la mano, las cosas van mejor en el último periodo, a pesar del repunte brutal de estos últimos meses. Toda una paradoja.

Lo que se desprende de todo esto es que la violencia machista y el asesinato de mujeres poco tiene que ver con la acción política y con el dinero que se destine a ello. O eso, o que lo que se hace es completamente desatinado y que los fondos que se destinan son malgastados. Es lamentable, pero los números parecen hablar de esa manera. Tenemos una violencia machista endémica atrincherada en la sociedad y ningún gobierno de los que tuvimos, ni con todo el dinero del mundo, fue capaz de eliminarla; ni siquiera de hacerla decrecer significativamente.

El asunto es de una gravedad extrema. La violencia contra las mujeres es execrable y, en mi opinión, solo se reduciría de dos formas: con cultura y formación, para el futuro, y con contundencia legal, hasta límites extremos, para evitar males mayores, en el presente.

Las mujeres maltratadas tienen que ser obligatoriamente protegidas. Es mejor emplear el dinero en esto que en jornadas de reflexión y en instituciones vacías que no sirven para nada. Planes de protección, policía de protección, pisos, medios de todo tipo que impidan que los maltratadores puedan acercarse a ellas. Lo demás, a la vista de los datos, sobra, no es más que un medio de vida para unos cuantos cargos políticos. Los tiempos no están para bromas, y menos cuando hay muertes.

Y quienes maltratan a las mujeres, y son condenados por ello, han de ser señalados, aunque signifique privarlos de sus derechos civiles. Han de ser sometidos al escarnio público, ser conocidos, y reconocibles, para que todos el mundo sepa quiénes son y a qué atenerse. De este modo, es posible que quien tenga la tentación de sentirse un macho dominante con su hembra, se lo piense mejor al saber que hay una sociedad más poderosa y más dominante que él que le va a señalar y a rechazar de por vida. A ver si nos dejamos de una vez por todas de paños calientes, que esto es una cosa demasiado seria como para jugar a la política y al electoralismo con ella.

24 agosto, 2014

La gestión del descontento

Cuando en un sistema político no se introducen modificaciones, pequeñas, o grandes, para adaptarse a la realidad social cambiante, se produce el fenómeno del descontento. El modelo no es capaz de satisfacer las necesidades de la parte mayoritaria de la sociedad, a veces ni las más básicas. Los ciudadanos son tenidos por meros proveedores de votos para legitimar la subsistencia de una «clase» que, en lugar de ser representativa, se convirtió, precisamente por la ausencia de estos cambios, en una clase extractiva y parasitaria.

Los ciudadanos no son respetados como electores. Los ciudadanos son tratados como masa amorfa por unos partidos tradicionales cada día más alejados de la sociedad que los mantiene. Desde el momento en que en España aparece la democracia, después del periodo de Franco, merced a pactos subterráneos, la estructura de poder se orienta a la prevalencia de dos partidos nacionales y dos partidos nacionalistas en las comunidades «históricas» (los comunistas quedaban excluidos y los fascistas camuflados en lo que hoy es el PP). Estos grupos, admitidos ya en el aparato de poder, manejan los hilos de un sistema enclaustrado por una Ley Electoral encorsetada y una Constitución de bellas palabras, pero que no se cumple (nótese la posición de la Iglesia en un estado teóricamente aconfesional), y a la que solo se invoca cuando conviene (ilegalidad de la «consulta» catalana).

Los partidos tradicionales están cada día menos legitimados. Un ejemplo lo tenemos en las últimas elecciones al Parlamento Más de la mitad del electorado se quedó en su casa. ¿Por qué? Sencillo. Los electores, los ciudadanos, están descontentos. Y eso quiere decir que en la abstención hay un caladero de votos enorme donde pescar y que, quien sepa gestionarlo, obtendrá unos resultados muy superiores a los que tendría si tirara sus redes entre los que, aunque puedan estar descontentos, participan. Y aquí, en la abstención, difícilmente pueden faenar unos partidos anticuados, con propuestas conocidas, con promesas casi nunca cumplidas, cargados de ideologías, en muchos casos dañinas socialmente (ultracatólicos, Gallardón y compañía), y cuyo gancho electoral más habitual es tratar de mostrar y magnificar lo mal que lo hace el oponente.

De no cambiar su manera de entender la política; de no hacer propuestas atractivas de cambio real de las leyes principales (Electoral y Constitución); de no abrirse seriamente a la sociedad y eliminar de su interior todo atisbo de corrupción con expulsiones y purgas generosas para que el pueblo sacie su sed de sangre en este aspecto, de no hacerlo así, difícilmente obtendrán PP y PSOE resultados que les permitan gobernar con suficiencia.

La aparición de partidos como Podemos y sobre todo, la de un no partido, Ganemos, puede dar un giro copernicano al universo político español. Podemos pescó en la abstención y en quienes se sentían estafados por el PP y el PSOE. Pero Ganemos va un paso más allá, y ese es el que va a tener serias consecuencias. Ganemos es un grupo de gente cuyo como principal objetivo es que la Sociedad Civil tome de nuevo el control, habida cuenta de la incapacidad de los partidos políticos para llevar un rumbo racional. Ganemos, y Podemos tal vez, quieren gestionar el descontento. Se dirigen a quienes no votan y a quienes, haciéndolo, sienten que no tienen opción alguna.

Las próximas elecciones municipales van a ser un test. Los intentos, especialmente del PP, de desactivar estos movimientos mediante la vieja estrategia de la difamación no parece que vayan a dar resultado. Es probable que acusar a Podemos de «bolivariano» (menuda gilipollez) produzca algún efecto. Pero a Ganemos no van a tener modo de meterle mano, pues sus raíces están hundidas en la Sociedad Civil. Así que, lo dicho. Las municipales van a estar entretenidas.


22 agosto, 2014

Reforma electoral para las municipales

Por qué tanta prisa. Los ciudadanos normales tenemos sospechas. Los ciudadanos normales, cuando un partido político nos dice que va a impulsar algo que nos «beneficia» nos ponemos de inmediato a la defensiva. Y es que ya estamos escaldados. Estamos seguros de que no nos va a beneficiar. Sabemos positivamente que un cambio en una ley para que todo sea más democrático, traerá consigo una pérdida de libertad, o de capacidad de lo que sea para el electorado. Y que solo va a ser bueno para sus fines.

Claro que esto no debería ser así; que los partidos deberían ser la fuerza impulsora que hiciera que la sociedad fuese cada día un poco mejor, un poco más justa y un poco más solidaria. Pero la experiencia nos dice que ellos actúan motivados exclusivamente por su propio beneficio: obtener o mantener el poder. No importa cómo. Engañar, subvertir, acusar, falsear, destruir... Cualquier cosa vale con tal de mantener el poder.

Nuestra ley electoral es mala o muy mala. Eso es evidente. Es una ley que favorece la mediocridad. Basta echar una ojeada a la mayor parte de los diputados y senadores. La ley electoral debe ser cambiada. El sistema de listas es bochornoso. En una lista puede ir desde un imputado hasta un amigo que necesite trabajo, o cualquiera que necesite ser aforado. Vamos, que es una vergüenza. Para el parlamento nacional o autonómico el único sistema posible es la elección directa a una o dos vueltas, como tienen los países que de verdad son una democracia. Lo demás es todo un apaño.

Sin embargo, en el caso de las municipales, lo que se vota es a un equipo de gobierno. Luego un sistema de listas, de equipos, es razonable. También es razonable un sistema de doble vuelta estilo francés para no fragmentar demasiado los gobiernos de los ayuntamientos y evitar que se produzcan pactos interesados. Pero en este momento, este menda no se cree nada que venga del PP con el sello de beneficioso. ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué a unos meses de las elecciones? ¿De qué tienen miedo? Por qué nos toman por imbéciles.

Dejemos pasar unos días, leamos la letra pequeña de la propuesta y lo sabremos. Pero, con toda seguridad, hay gato encerrado. Y de beneficio para los ciudadanos, nada. Así que, virgencita, virgencita, que me quede como estoy.

10 agosto, 2014

Ébola en expansión

El virus del ébola ataca de nuevo. Esta vez, además parece que el brote es serio, hasta el punto de desencadenar la alarma de la OMS, que decretó el estado de emergencia de salud pública internacional. El virus se expande ya tan rápido que los medios de control para impedirlo son prácticamente inoperantes. Esto quiere decir que, aunque nadie se atreva a escribirlo, que las probabilidades de que el brote de el salto al «mundo civilizado» son más altas cada día que pasa.

Se sabe que el reservorio natural de este filovirus es un murciélago comedor de fruta. Pero de los murciélagos pasa a otros animales: monos, antílopes y, lo más importante, a cerdos. Y los humanos comemos de todo. La infección se produce por el consumo de carne cruda de animales infectados, pero no solo de este modo. La manipulación de cadáveres de estos animales, o el proceso de sacrificio  y despiece, pueden infectar fácilmente a quienes las realizan y, estos, a su vez contagiar a las personas de su entorno.

Se dice en todas partes que el contagio no es fácil, que no se transmite por el aire, como la gripe, que se necesita un contacto más íntimo con el enfermo y que son los fluidos corporales de este los que hacen de vector del germen. Sin embargo la gente se saluda, se besa, se abraza, se aparea y se toca, o sea, intercambia fluidos, por lo que la expansión es imparable. Solo es cuestión de tiempo que alguien llegue infectado en algún vuelo procedente de un país con la epidemia activa. Es tontería controlarle la temperatura a la gente. Alguien perfectamente normal y sin síntoma alguno, puede estar incubando la enfermedad. El periodo de incubación puede ser muy corto, o llegar a tres semanas, por lo que un infectado puede infiltrarse en cualquier país en cualquier momento.

La cuestión es que el Ébola, como el SIDA, en su momento, inicia su camino en el inframundo, en África y, con toda seguridad llegará a todas partes. La miseria tiene la culpa de que la incultura y el hambre obliguen a la población a vivir de un modo que facilite el salto hasta las personas de estas infecciones, que en condiciones normales solo afectan a animales. Y siempre es en África, ese continente que, quién sabe por qué, interesa mantener en estado de pobreza extrema.

Bien, este es el precio. Ellos, los ultrapobres, pagan primero las consecuencias y las sufren en hospitales sin medios gestionados por nuestra caridad. Los muertos ya superan el millar. Pero, al final, la epidemia romperá las barreras y causará un problema de salud a nivel mundial. Y si no es de esta será de la siguiente. Porque esto de los contagios es una simple cuestión estadística: cuanta más gente haya infectada, mayores son las posibilidades de transmitir el microorganismo. Así que o nos tomamos en serio lo de respetar y desarrollar a toda África y dejar de una vez de atacar la dignidad de sus habitantes, o las cosas solo irán a peor.