30 abril, 2016

El deprimente estado de las cosas

Para buena parte de los electores el estado de las cosas en la política española es deprimente. La causa de este estado de ánimo es la sensación de soledad, de desamparo, que sufre el votante al darse cuenta que, en realidad, él, y por extensión la sociedad, importa poco frente al beneficio interno de cada partido. Esto es lo que cualquiera pudo ver de manera diáfana en estos cuatro meses de revoltijo y manoseo político si quiso observar.

La derecha, el PP, rehusó pasar por una investidura simplemente porque nadie estaba dispuesto a abstenerse para que siguiera gobernando. Una posición absurda por parte de toda la oposición, que deja ver la mediocridad de los líderes y de los partidos, especialmente de los del ala izquierda. Estos ni tan siquiera valoraron la posibilidad de que el PP se estrellase con sus propios presupuestos. No siquiera pensaron en que no podía el PP pasar ni una sola iniciativa legislativa. Tampoco pensaron en que, con mayoría en la cámara se podían derogar, o modificar seriamente, leyes impuestas por el gobierno anterior.

La ceguera de la izquierda era tanta que no sopesó la posibilidad de, pasado un año, echar a Rajoy a patadas de la Moncloa mediante una moción de censura bien meditada y con los pactos bien hechos, sin prisas. Más, sabiendo que los liberales de Ciudadanos, en campaña se habían posicionado contra el PP. Un pacto que excluyese a los nacionalistas hubiese sido perfectamente posible si los actores se hubiesen tomado el tiempo suficiente para articularlo mientras Rajoy y su Gobierno, y el PP, se quemaban intentando recortes para cumplir su presupuesto trampa. Pero no se hizo nada de esto. Alguien lo tendrá que explicar algún día.

Una vez que Rajoy declina formar gobierno y empieza el obsceno baile entre las diferentes siglas para lograr un pacto de investidura, todo empieza a clarificarse. Al PP le interesan nuevas elecciones y Rajoy, que de tonto no tiene nada más que la cara en algunas fotos, se da cuenta de que si desgasta a un PSOE fraccionado y con un líder débil, soportado por la militancia, pero maniatado por el aparato, la caída electoral socialista está cantada. Más cuando aparece la figura del tonto útil, representada en esta ocasión por Podemos, que cataliza la reacción al culpabilizar al grupo socialista de que no se formase gobierno. Una pinza perfecta que, sin duda, puede derribar al PSOE.

Al PP le interesa que Podemos sobrepase al PSOE. Están encantados de que haya un pacto con IU. La derecha, que sabe que ganará las elecciones, prefiere con mucho tener como oposición a radicales que a socialdemócratas. A los radicales les puede soltar los perros. El PP se encuentra como pez en el agua en un Parlamento macarra, sin higiene, con intervenciones llenas de insultos. Sí. La negativa de Podemos a sacar al PP de la Moncloa mediante un pacto a tres o con su abstención, va a resultar ser gasolina de alto octanage para el motor de los populares.


Es verdad que el PSOE no estaba jugando limpio tampoco. Su alianza con Ciudadanos era de simple conveniencia porque Sánchez tenía las manos totalmente atadas para ceder ante Podemos y tenía que presentar algo ante su sanedrín, pero también era un intento sincero de evacuar al PP del poder. Es curioso curioso es que la militancia aceptó el pacto con los liberales, algo que indica que el perfil del militante socialista se está escorando hacia el centro.

Todo este espectáculo continuará en la izquierda durante este mes para la confección de las listas. Después llegará el clímax con la campaña electoral. Y la consecuencia será que el elector socialdemócrata, e incluso menos moderado, pero crítico, optará por posiciones de rebeldía y no otorgará su voto a nadie. La abstención aumentará, el voto en blanco también, y el PP gobernará, esta vez, probablemente, apoyado por Ciudadanos, aunque esto está por ver... Estas serán las consecuencias del empeño de Podemos en eliminar al PSOE. Eso sí. Iglesias habrá cubierto sus objetivos y será el Jefe de la Oposición. De este modo podrá lucir toda su arrogancia en el parlamento. Pero habremos pagado un alto precio por ello: una gran oportunidad de progresar en este país. Esto es lo que hay en política en España. ¿No resulta deprimente?

24 abril, 2016

Europa bloquea fondos de ayuda a España por trileros

España recibe miles, muchos miles de millones de la solidaridad europea para el desarrollo del país, de sus regiones. Estos fondos nadie los rechaza, pero, claro, no se pueden obtener así, por las buenas, es necesario presentar proyectos concretos dentro de unos requisitos específicos para acceder a ellos. Como es dinero fresco, y no sale de sus presupuestos, las administraciones presentan montañas de estos proyectos. Pero, otra condición que se impone es que hay que presentar los logros y justificar los gastos, y aquí empiezan los problemas para un país lleno de gente que no acostumbra a rendir cuentas. ¿Alguien conoce a algún político que lo haga? Yo, no.

Bruselas empieza a enviar dinero, pero exige un control por parte de las administraciones españolas. Pero esto de controlar, en España, en las administraciones en concreto, no se nos da bien. El control del gasto y la exposición de consecución de objetivos en los proyectos es algo lejano a nuestra cultura en lo público. De cualquier modo, la Administración crea organismos de control de nombre rimbombante y en ellos son colocados los amiguetes con buen curriculum. Uno mira los organigramas de estos organismos y se queda apabullado. Y surge entonces la pregunta. ¿Cómo pueden funcionar tan mal las cosas con gente tan lista al cargo? Pues la respuesta es simple y no puede ser otra que desidia, indolencia, pereza, poca profesionalidad... Y ojo, que no hablo de los funcionarios, que, por lo general son muy competentes.

Pero, claro, Bruselas tiene auditores. Un auditor es un señor, o señora, que viene y hace preguntas simples. Coge un proyecto y dice: «Oiga usted, dónde está la justificación de este gasto en equipos informáticos», por ejemplo. Y la justificación no aparece, y el auditor, o la auditora, toma nota y sigue preguntando: «Oiga, cómo miden ustedes los resultados obtenidos y cómo gestionan que los objetivos se cumplen?»... Pregunta y apunta en una libreta, pero no dice nada. Cuando ya tiene suficiente, estrecha la mano de sus interlocutores y se marcha. Un tiempo después, elabora un informe que envía a sus jefes y, de repente, se cierra el grifo del dinero. Lo cual es un desastre para la gente que trabaja en los proyectos (científicos y técnicos sobre todo). Entonces, lo que se suele hacer es adelantar fondos propios (españoles) para que los proyectos no se paren. Porque si se paran y se sabe, puede ser políticamente un desastre.

Esto pasó muchas veces. Desde hace muchos años, la UE cierra el grifo porque aquí no hay más que trileros. Pasó en Andalucía, donde El Tribunal de Cuentas Europeo encontró tantas irregularidades que no quedó otra que suspender los pagos y pedir explicaciones, por tanta irregularidad. También pasó en Madrid hace unos días: problemas de auditoría, según dice. Ahora es a nivel estatal, 1122 millones: más problemas de auditoría. Según El País, hay 15 órganos gestores de fondos con cantidades retenidas. La Dirección General de Investigación Científica y Técnica tiene 483 millones bloqueados. Un desastre en toda regla que en cualquier país normal haría se saldaría con decenas de dimisiones. Pero aquí, como somos trileros, vale todo. Y para muestra un botón: Hacienda, que es de quien dependen muchos organismos de control, dice que estas irregularidades son habituales. Sí, sí, dice que son «habituales»... Con un par.

No sé a los demás. Pero a mi, estas cosas, me producen tanta vergüenza que no me queda más remedio que escribirlo para descargar la ira.




15 abril, 2016

Alergia española

Pagar impuestos es algo que a los españoles les causa alergia. Así, dicho en general. En España solo pagan religiosamente sus impuestos aquellos a los que su dinero les llega por alguna vía controlada, principalmente una nómina, o aquellos que sin tener un medio de escaparse (pequeños empresarios autónomos) no les queda otra que darle a Hacienda lo que les demanda. Pero, incluso estos, lo hacen, lo hacemos, a la fuerza. No tenemos la conciencia de que nuestros impuestos son los que permiten al país funcionar. Pero además es que no nos apetece ser los paganos de toda la fiesta mientras otros, pudientes ellos (grandes empresarios, políticos, futbolistas y hasta los presentadores-cantantes) se llevan la pasta fuera para evadirse de sus obligaciones fiscales.

Uno de los grandes problemas de España es que deja de recaudarse cada año una gran cantidad de dinero solo por la menor presión fiscal que hay aquí respecto a la media europea (UE 27) y por el fraude de IVA, algo en el que parece que somos maestros. Esto representa unos 80.000 millones, dos Bankias y anexos, cada año. Es decir, que los que pagamos, todavía pagamos poco respecto a otros, y además cometemos fraude cuando le decimos al fontanero que sin IVA lo de la cañería. Pero, claro. Habrá que preguntarse cuánto dinero se recaudaría si se hicieran aflorar todas las cuentas opacas y todo el dinero oculto que personas físicas y empresas mantienen esas cuevas de Alí Babá llamadas paraísos fiscales. La cantidad sería estratosférica, inimaginable. Debe tenerse en cuenta que en estos pozos sin fondo descansa una cantidad equivalente al 25% del PIB mundial.

España seria un país rico, de hecho es un país rico, si se controlase la delincuencia económica, así, en genérico. Supongamos que metiéramos en un saco todo lo que se pagó de más en los últimos años por adjudicaciones fraudulentas a empresas desde la administración (el PP esto lo hace como nadie); y todo lo que se malversó de dinero proveniente de Europa (de esto el PSOE y los sindicatos saben mucho: fondos mineros, ERES, fondos de formación); y todo lo que caciques políticos y tesoreros se metieron en el bolsillo en forma de mordidas... Nadie puede aproximar una cifra para esto, pero con toda seguridad, nuestra deuda pública sería muy inferior al 100% del PIB, que es lo que debemos ahora al mundo exterior.

A toda la vergüenza anterior, Imaginemos que todos estos años se hubiesen recaudado los impuestos sin fraude de IVA, ni de IRPF; y que,  además, tuviéramos la presión fiscal situada en la media europea. Pero, por qué no, sigamos soñando y añadamos en todos estos años de crisis los impuestos que corresponderían a los dineros que los evasores tienen en Panamá, Suiza, Bahamas, Andorra, Jersey, Delaware, Islas Caimán, etc... ¿Cuánto sería esto? Nadie lo puede imaginar. Pero, con toda seguridad, disfrutaríamos de una situación financiera envidiable.

Quienes evaden impuestos, todos, por poco que sea lo que se evade son gente que merecería severos castigos. No debería haber piedad para ellos. Hacienda no la tiene para el pequeño contribuyente. Pero debería aplicarse también en el gran fraude. Pero, claro, cómo vas a apretar a alguien que luego te va a acoger en su consejo de administración, o que come contigo en esos restaurantes donde una comida cuesta lo que una familia gasta en un mes en nutrirse. Aquí tan culpable es el que se lleva las manzanas como el que está al cuidado del huerto.







09 abril, 2016

Podemos no quiere pactos

Puesta en escena de ayer (pinchar para ver)
Hace algunos días debatía en las redes sociales con un «joven apóstol» de Podemos sobre la pertinencia de que este partido apoyase la formación de un gobierno basado en el pacto PSOE Ciudadanos. Lógicamente el no veía el porqué de tal favor. Pero en lugar de razones, su mantra consistía en descalificar todo lo ajeno a sus bien aprendidas verdades. No importaba la argumentación a que se pudiera recurrir; siempre era descalificada por incoherente, por falsa, por ilógica... En fin que el chico en cuestión estuvo en lo que llamaríamos el límite de la educación, no ya solo por su incapacidad para tratar de entender a su interlocutor, sino por sus formas displicentes. Estaba viendo un reflejo de Pablo Iglesias: arrogancia, desdén, insolencia, desprecio por otras formas de ver las cosas... Una lástima, la verdad.

No hay forma de entrar en un núcleo radical y monolítico como este partido. Es casi una secta. Su único componente valioso, Errejón, resulta ser un apocado que no hace valer sus tesis ante la catarata demagógica de Iglesias y su cuadrilla. Tras el abandono de independientes de postín, la facción pablista está cómoda entre el caos y en la guerrilla política. No le importa que no se avance. A ellos no les interesan los pactos. Están convencidos de que unas nuevas elecciones les darán más poder. Por eso actúan como actúan. No les importa que el PP gobierne, es más, lo desean. Con el PP a los mandos pueden mantener la calle en efervescencia y la sociedad desequilibrada. El activismo es lo que les mantiene vivos. Iglesias juega con las emociones de los ciudadanos, manipula las cosas para que parezcan lo que no son. Y parece que le funciona, a tenor de lo que pude comprobar intentando razonar con varios miembros activos de Podemos. Iglesias intenta una especie de sofronización colectiva recreando alegorías. Iglesias no es un demócrata, es otra cosa, que, de momento, no alcanzo a definir.

Desde el día después de las elecciones tuvo en su mano hacer lo correcto: expulsar de la Moncloa al PP. Solo tenía que acercarse al PSOE con cierta, digamos, amabilidad. Era lo que tocaba. Sin embargo prefirió ser despectivo y petulante. Se sentía potente por sus resultados, indestructible, como un superhéroe. Pedro Sánchez, no el PSOE, lo intentó, tendió la mano y no se la mordió, se la amputó. Su actuación autoproclamándose vicepresidente plenipotenciario, mientras el otro estaba con el Rey, fue una bajeza injustificable que Sánchez tuvo que tragarse sin pestañear, demostrando estómago de acero. Iglesias expulsó al PSOE de su lado pensando que así tendría una posición de fuerza. Y, así, sin darse cuenta, catalizó el pacto del PSOE con Ciudadanos.

Con el tiempo, Iglesias se dio cuenta de que el sentido del voto de la gente había sido que se pactara para eliminar al PP y vio que había metido la pata, porque las encuestas le ponían como culpable de la situación de impasse. Entonces maniobró de nuevo tras el intento fallido de investidura de Sánchez por su voto negativo. Una maniobra tosca, digna de su altivez enfermiza. Se presenta a una reunión con Ciudadanos y el PSOE con un documento de 20 puntos de su programa en los que «cedía» en parte, para salir como una víctima a la que ni siquiera, a pesar de tanta buena voluntad por su lado, hicieron caso. Al día siguiente hace una rueda de prensa en la que escenifica lo triste que está por la cerrazón del PSOE y de Ciudadanos, por su ceguera política. Entonces, en una traca final digna de fallas, dice que va a preguntar a las bases, y que si no refrendan sus tesis, «asumirá responsabilidades». Cinismo en estado puro.

Las preguntas que va a hacer a las bases, después de preparar adecuadamente el terreno, me recuerdan una época de IU (la de programa, programa en los 80), en la que se decidió sondear a la militancia sobre un pacto con el PSOE para impedir alcaldías del PP. En lugar de preguntar: «¿Estás de acuerdo con impedir las alcaldías del PP dando nuestro voto a la izquierda si es necesario?», se preguntó: «¿Estas de acuerdo en votar a nuestro candidato?»... Entregué mi carné ante tanta falsedad y ñoñez. Pues algo similar va a ocurrir en Podemos. Las dos cuestiones que se plantearán a la militancia son: ¿Quieres que apoyemos un gobierno PSOE Ciudadanos presidido por Sánchez? y otra: ¿Estás de acuerdo con la propuesta de Gobierno de cambio que defienden Podemos-En Comú-En Marea? El resultado es fácil de adivinar. Iglesias puede dormir tranquilo.

Yo le sugeriría a Pablo Manuel que fuera honesto consigo mismo y con sus electores y que se atreva a preguntar de verdad, sin trampas dialécticas... Algo como. ¿Estás de acuerdo con favorecer un gobierno que no sea del PP? y ¿Estás de acuerdo con que si no hay más remedio participe también Ciudadanos? Esto sí tendría un resultado incierto, Pero, claro eso sería la pregunta de un demócrata, e Iglesias no se sabe qué es. Aunque solo es cuestión de tiempo.