31 marzo, 2016

Dios mío. Qué hemos hecho para merecer este castigo

 El déficit público se dispara 10.000 millones con respecto a lo comprometido con Europa, y eso sin contar el rescate bancario. El PP, Rajoy, Montoro y Guindos, lo tenía todo en la mano para coronar este proceso presupuestario con éxito. Pero como 2015 era año electoral, algún iluminado, al ver alguna encuesta de mal agüero, dijo: «hay que bajar impuestos para no perder votos». Y se hizo. Y los aplaudidores de la prensa y de las tertulias se ocuparon de los vítores.

Uno no entiende muy bien esto de bajar impuestos en una situación de déficit, claro que uno es profano en la materia. Pero se le asemeja el hecho a algo parecido a una familia con más gastos que ingresos que, para mejorar estos, prescinda de parte de las aportaciones de sus miembros activos sin rebajar los desembolsos. No obstante insisto: es economía, y es bien sabido que no ha de aplicarse en esta ciencia el sentido común, según dicen algunos inconscientes.

El amigo Rajoy se pulió en esa bajada unos 10.000 millones de los ingresos del estado. Millones que no compensó con reducciones del gasto. Algo parecido a lo que hizo Zapatero en su momento, pero de este ya nos deshicimos. Y para más engaño Montoro declaraba en Septiembre: no es que sea compatible con el objetivo de déficit, sino que es lo que lo hace alcanzable [sic]. Como puede verse, llevaba razón; solo que seguramente quería decir «inalcanzable».

Resulta difícil digerir que lo de bajar impuestos estimula la economía, si la acción no va acompañada de otro tipo de estímulos y de un bien comprobado estudio de retorno del coste asumido. Naturalmente, conviene tener un plan de contingencia de reducción de gastos que asegure, al menos, que la aventura va a resultar de suma cero. El asunto se llama control presupuestario. Es muy sencillo. Sin embargo, parece muy difícil en países como España, cuyos políticos nunca quisieron oír hablar de eliminar estructuras mastodónticas e inservibles: empresas públicas sin función, Diputaciones, cientos de miles de salarios infiltrados como cargos de libre designación... Incomprensible.

Lo malo de incumplir el objetivo de déficit es que son los contribuyentes quienes tienen que asumir los sacrificios, de no mediar un gobierno capaz de, aún manteniendo el gasto y bajando impuestos, incrementar el PIB de manera significativa. Un incremento sustancial del PIB mejora automáticamente el déficit creado. Pero, claro, para eso son necesarios gobiernos serios y capaces, y España adolece de ellos desde hace más de veinte años.

Este país está ahora sin gobierno. Además los partidos, de manera vergonzosa, piensan más en una repetición de las elecciones que en resolver los problemas de la gente, en una muestra del egoísmo más despótico. Todos se esconden detrás de su dedo que señala a otro como culpable. Es verdad que Podemos y PP tienen más responsabilidad: el PP renunció a intentar la investidura y Podemos la impidió, cuando pudo haberse abstenido perfectamente. Pero Ciudadanos también es culpable por poner vetos al diálogo y no querer ceder a alguna pretensión de Podemos; lo mismo que el PSOE, aunque este en menor medida. El PSOE, bien es verdad que forzado por las circunstancias, demostró más generosidad que ninguno.

La receta para salir de este atolladero es bien simple: reducir gastos y subir impuestos, o redistribuirlos de tal manera que la recaudación sea mayor; contener el fraude fiscal seriamente, incluido el de las grandes empresas; reducir con decisión las empresas públicas y las instituciones inservibles (diputaciones); concentrar ayuntamientos y compartir servicios; eliminar los sobrecostes de los partidos con cargo a las administraciones (asesores de nada, infiltrados por millares, pesebres...); y en ningún caso gastar más de lo que se ingresa. Con todo lo anterior, con toda seguridad, se podría aumentar la protección social y mejorar el equilibrio entre ricos y pobres en este desgraciado país. ¿Por qué nadie lo explica ni quiere hacerlo?

España parece condenada a ser gestionada contra sus habitantes. Es una maldición, una plaga bíblica. Nos embarcamos todos hace cuarenta años en la aventura de recuperar la democracia. Pero a quienes se les encargó legislar lo hicieron solo para satisfacer las ansias de poder de los partidos y las leyes creadas solo favorecen la selección positiva de políticos más incapaces cada vez al deber su cargo al partido en lugar de al elector. Pero es lo que hay. A ver cuanto tarda en romperse todo.

28 marzo, 2016

Insulto intolerable de los partidos

Sí. Intolerable es la palabra más adecuada al insulto general que los partidos lanzan a los electores. Estos son tenidos por una masa de imbéciles que solo sirven para emitir votos tantas veces como sea necesario. A ningún partido le importan nada las urgencias de los ciudadanos, ni el paro, ni las leyes aberrantes que el PP colocó desde su mayoría absoluta.

La mediocridad de todos los partidos resultó ya clara en el momento en que el resultado de las elecciones arroja una victoria de un horriblemente gestionado y completamente corrupto PP. Ninguna formación fue capaz de ilusionar a los votantes. Por la izquierda, del PSOE, nadie se fía,  y a IU se le niega el pan y la sal por sus propios errores; por el centro, Ciudadanos no ejecutó al PP, coqueteó con el elector más retrógrado intentando pescar en caladero equivocado; y por ni la izquierda ni la derecha ni el centro, Podemos, al más puro estilo Stalinista, por no decir otro en el extremo contrario, manipuló mediante la soflama fácil y la propaganda.

Prefirieron jugar a ganar en lugar de jugar a no perder. Se pusieron a ellos mismos en el centro del objetivo, creían que tenían posibilidades individualmente, y cometieron un grave error. Un error de bulto, porque la estrategia correcta debería haber sido eliminar al PP, desintegrarlo para que con los años, este país llegara a tener una derecha seria, a la europea, en lugar de un partido como el PP, en el que el mando está en las manos puñado de franquistas disfrazados de demócratas. No lo hicieron por miedo a no sé qué cosa, y el PP les ganó las elecciones.

Desde el 20 de diciembre hasta ahora, se ve qué es cada cual. El PP, en su sitio, hierático, son el
rocoso Movimiento Nacional al que sostienen siete millones de electores que no saben que están huérfanos, pero que su voto vale lo mismo que los otros. El PSOE lastrado por sus luchas intestinas para ver qué culo se sienta en qué sillón y maneja el Partido, y también por la insolencia de sus líderes en Andalucía y en Asturias al presentarse como adalides de la honestidad en dos comunidades repletas de corruptos en sus filas. Ciudadanos en el papel de confraternizar, pero solo con el PSOE, con el PP no, que les puede costar apoyos si se juntan a corruptos convictos. Y Podemos, a destruir, a poner condiciones tan absurdas y estúpidas como el derecho a decidir mediante consultas no vinculantes.

Bien, veamos. Si se le pregunta a un español medio, normal, ni de izquierdas ni de derechas ni de centro, a un simple elector que sobrevive aquí, diría:

- Hay un montón de leyes que modificar y no hay justificación para no hacerlo. La cuestión de si se derogan completamente, o no, es secundaria. De momento hay que cambiar lo que estorba. No hace falta hacer propaganda con lo de derogar. A este elector le basta con que al la reforma laboral del PP, por ejemplo, se le cambien los artículos que dañan a los trabajadores y parados: contratos, indemnizaciones, facilidad de despido.

- Hay que redistribuir los impuestos y subírselos fuertemente a los que más tienen. Si es posible atenuarlos a la clase media, mejor. No deben pagar siempre los mismos.

- Cientos de miles, o millones de personas paradas sin subsidio. Y mayores de 50 años con pocas posibilidades de encontrar nada que les permita llegar a la jubilación con dignidad. La contratación de esa gente debe ser fuertemente favorecida.

- Hay millones de personas que por no tener trabajo o disfrutar de uno eventual que le reporta un salario incluso inferior al mínimo no pueden ni comer dignamente, ni pagar su casa o la calefacción.

- Hay millones de personas que se fueron al extranjero porque en este país, el suyo, los gobernantes son incapaces de generar las políticas adecuadas para que a su vez se genere actividad. De no estar fuera serían parados.

Atacando estos problemas de verdad podría hacerse algo. Sin embargo, los partidos nos insultan, nos dicen que es imposible un pacto porque, claro, un referéndum es imprescindible, o si está Podemos yo no estoy, o si está Ciudadanos, yo tampoco. Pamplinas. Aquí lo que se quiere es estar en el carro y tener sillones y cargos para cobrar a fin de mes y tener poder. Y todos, todos absolutamente quieren lo mismo. Por eso sostengo que nos insultan de manera intolerable... Los muy miserables.

17 marzo, 2016

Los partidos, los cargos y la ética

Las grandes leyes españolas: Constitución, Ley de Partidos y Ley electoral esculpieron la morfología de lo que son hoy los partidos políticos y dieron soporte a sus paranoias en todo el aparato del estado. También, a nivel interno, estas leyes hicieron estragos, al no garantizarse en modo alguno ni el funcionamiento democrático ni un modelo normalizado de financiación. La consecuencia de ello es que los partidos, los grandes, PP y PSOE, son monstruos llenos de personas corruptas que parasitan todos los niveles del estado con la única finalidad, en muchas ocasiones de extraer dinero para su formación o para si mismos.

El PP y el PSOE están infiltrados de tal modo y desde hace tanto tiempo en las instituciones, que se parecen más agencias de colocación de «su» gente que a organizaciones con el objetivo de mejorar la vida de los electores impulsando prácticas adecuadas en lo que se refiere a la distribución y el gasto del dinero recaudado mediante impuestos, o recibido de la UE. Estos partidos únicamente se aprovechan de su prevalencia en lo público para colocar a decenas de miles de cargos en puestos de la Administración propiamente dicha o en las miles de empresas públicas que existen y que en realidad no aportan gran cosa salvo servir de sinecuras a quienes no encontraron acomodo en las posiciones de salida de las listas.

Todo ello favorece la corrupción, algo consustancial a la acción política en España, con incontables casos desde antiguo. Hay dos maneras de ser corrupto. Una, la mafiosa, la del PP, que consiste en exigir mordidas por adjudicaciones de obras o servicios; y otra, más de andar por casa, la del PSOE, que consiste en redistribuir el dinero público de manera oscura e irregular para favorecer a sus adeptos. La corrupción de los sindicatos se encuadra también en este último modelo. Asuntos de mucho dinero, como los ERE, en Andalucía, o los Fondos Mineros, en Asturias, fueron y son manoseados por el PSOE y por los Sindicatos de manera vergonzante. Ambas maneras de ser corrupto son deleznables. Más rechazable, sin duda en el modelo mafioso del PP, por lo de mafioso; pero ambas resultan igual de vomitivas.

Esto, como se dijo al principio, viene de la laxitud de la Constitución, donde no se define qué es funcionamiento democrático de las formaciones políticas; de la falta de claridad de la Ley de Partidos, llena de agujeros en cuanto a la financiación, y de la desastrosa Ley electoral que permite el acceso a las listas de auténticos botarates que nunca serían capaces de ganar una circunscripción convenciendo a los electores, como se hace en los países serios y con democracias de verdad.

Este esqueleto sostiene un enorme y espantoso modelo clientelar del que nadie quiere salir para no perder un sustento, que de otro modo resultaría muy difícil de obtener. Gente como Rita Barberá o José Ramón Gómez Besteiro, por hablar de casos actuales no abandonan sus cargos, ni son expulsados sin contemplaciones, porque lo pasarían mal o muy mal para ganarse la vida de otro modo, Besteiro tendría que reiniciar su carrera como abogado, o en el caso de Barberá, la jubilación no le proporcionaría el nivel de vida al que está habituada.

Nunca entenderé por qué los partidos no ejecutan algo tan simple como la expulsión temporal preventiva. Cuando un cargo es investigado por la justicia por causas importantes, se le expulsa, hasta que el juez determine su futuro. Si resulta ser inocente, se le readmite y se le busca sitio, y si no, pues a su casa, o a la cárcel. Claro que, con el personal que anida en los partidos políticos en España, aquí incluyo también a los nuevos, que no parecen querer otra cosa que sillones, difícil va a resultar que las cosas se hagan de manera sencilla, simple, clara y efectiva. Nuestros políticos son barrocos. Su exceso de ornamento, en demasiados casos, solo sirve para disimular mal su enorme incompetencia.

Pues bien. Esto es lo que hay y lo que nos va a gobernar, si hay al final un acuerdo. Pero el peligro persiste. Si hay elecciones en junio, esto es lo que se va a presentar para que votemos. Mal nos va a ir. Seguro.


13 marzo, 2016

Entre la merde et le WhatsApp

Son ya demasiadas las meteduras de pata de personajes públicos en las redes sociales. No voy a decir nada de la parte boba de la sociedad, la gente del Sálvame, futbolistas y toda mugre, que no tienen otra cosa que hacer, o que es lo que les encargan desde su empresa: decir chorradas para que marujas y marujos consuman telecinco. Pero si diré algo, y ácido respecto a personajes que forman parte de la estructura del estado: políticos, reyes y reinas.

A ver si se me entiende. En el debate este de investidura que tuvimos, no se al resto del personal, pero  a un servidor le ponía de los nervios ver a buena parte del rebaño de diputados electos estuviese más pendientes de su móvil que de lo que decía quien estaba en la tribuna. O sea, que en este puto país, con estos putos políticos poco, o nada, cuenta la educación: «qué va a decir este, que no es de los míos, además ya contesta el jefe». Aunque, a veces es el propio jefe el que está en esas displicentes prácticas. O sea, les pagamos para que vayan al parlamento a legislar y gastan el tiempo en poner tweets. Debo ser yo, que me estoy quedando antiguo, pero tengo la impresión de que estos chicos no saben lo que cuestan ni la responsabilidad que tienen.

Y lo mismo los otros chicos, el rey y la reina. No se si es que trabajar en la realeza atonta, pero lo parece. Para qué coño quieren unos reyes estar en un grupo de WhatsApp. Qué coño le tiene que decir esta señora a un tipo, por muy buenos apellidos que tenga, sobre un asunto como el de las tarjetas opacas, que le revuelve las tripas a millones de personas, y que, de poder hacerlo, solucionarían colgando de los faroles a todo poseedor de las mismas. Qué pintan estos muchachos, el rey y la reina hablando de ello con esa, real, y estúpida, frivolidad. ¿Dónde está el estilo, la elegancia, la discreción? «Fíjate tú, Maripuri; el rey y la reina meten los dedos en el WhatsApp, como nosotras, qué majetes, y Letizia hace yoga de ese»
Fuente: El Diario

Lo malo de ser rey, o reina, es que hay que estar permanentemente guardando las formas y dando ejemplo, lo bueno, que se cobra una pasta, que es un trabajo para toda la vida, que se vive de puta madre, y, como ventaja social adicional, que el chollo pasa a tus hijos, que accederán al oficio sin pasar examen. Así que, por favor, déjense ustedes de hacer gilitonteces y de «compis yoguis» y «comiditas» con presuntos delincuentes, y pónganse a trabajar. No hagan como los diputados y senadores.

Debería haber un examen para la gente que usa las redes sociales, especialmente las de mensajería instantánea (WhatsApp) o las de notificación de estado (Twitter). Resultan altamente peligrosas si no se usan adecuadamente. Sobre todo porque cualquier piernas puede conseguir información sobre ellas. Y es una tontería exigir intimidad en un espacio en el que uno se expone a todos de manera voluntaria. Si no quieres que te lean los mensajes, pasa de los servicios de mensajería, o úsalos lo mínimo. Y si no quieres arrepentirte por piar demasiado, usa Twitter con moderación. «Más vale poco y bueno que mucho y malo»


10 marzo, 2016

La invasión de los desposeídos

Los bárbaros del norte acabaron con el Imperio Romano por invasiones sucesivas. Roma resistió, pero al final cedió, por las malas, pero cedió. Europa sufre ahora una invasión, solo que esta es la de los desposeídos; no solo ya la de los refugiados, sino la de los hambrientos o la de los que sencillamente buscan un mundo mejor para ellos y para sus hijos, en especial para estos. Vienen aquí por las buenas, buscan solo protección contra los jinetes del Apocalipsis que galopan por sus países de origen. Y Europa se resiste como se resistió Roma. Cierra fronteras para que no pasen.

Además, los burócratas elegidos por los diferentes pueblos de la UE diseñan un marco legal, o lo intentan, para impedir la entrada de toda esta gente y dejarlos en Turquía en campos ad hoc, como si Turquía fuese un lugar idílico. Desde luego, el marco será legal, pero no moral. Mientras los chupatintas hablan, cientos de miles de personas vagan en los espacios interfronterizos o están en campos improvisados en pleno invierno; miles de niños entre ellos que pasan hambre, frío y están enfermos. No nos importa ni nos avergüenza llevar a los nuestros al pediatra cuando tosen un par de veces. ¿Es esta la Europa que queríamos? Pues sorprendentemente diría que sí. Al menos es la que parecen querer muchos europeos, y españoles: aquí ya tenemos bastante con lo nuestro, así que, nada de inmigrantes, dicen. Esto tan simple es lo que piensa una parte muy importante de la población, en particular la de inclinación derechosa, pero también alguna izquierdosa.


Estaría bien, antes de emitir juicios o de decir estupideces sobre los que intentan llegar, ponerse a pensar en qué haría uno si este país, el nuestro, estuviera en guerra, o fuera pasto del hambre, o no hubiera oportunidades, y la probabilidad de morir a cualquier edad (ya no hablamos de llegar a viejo) estuviese severamente aumentada por la falta de la mínima estructura sanitaria; y si, además, supiera que en el sur, al otro lado del estrecho, la vida es fácil, y si trabajas, hasta tienes derecho a una pensión; y también que hay médicos y comida abundante... Seguro que muchos de esos que son favorables al cierre de fronteras se tirarían al agua con lo puesto y con su familia en una balsa de playa de esas de goma. Pues a todos estos, al llegar allí, deberían tirarlos al agua otra vez.

Por lo que parece, ningún país se va a plantar y a decir no cuando se tenga que decidir definitivamente. Ni mi admirada Francia, parece. Malditos sean todos.

04 marzo, 2016

Empieza el goteo en Podemos


Carlos Jiménez Villarejo es una persona seria. No solo por su actitud en el presente, sino por todo su pasado. Se unió a Podemos porque no podía soportar más la inmundicia que había en política a derecha e izquierda. Basta echar un vistazo a su biografía para darse cuenta de que estamos hablando de un gigante en la ética y en la coherencia. Un hombre de izquierdas de los de verdad, no un travestido, como Iglesias y la mayor parte de los que le rodean. ¿Quieren la definición de una persona de izquierdas? Pues ya la tienen, en tres palabras: Carlos Jiménez Villarejo.

Cuando supe que Villarejo había decidido impulsar a Podemos, me dije a mi mismo que tal vez esta gente nueva podría merecer la pena. Después vinieron otros, como Manuela Carmena o el general Julio Rodriguez. Pero tengo que reconocer que Villarejo fue siempre para mi el gran referente. Pensaba que si él se mantenía ahí, algo bueno habría. Hasta que hace meses, tras las elecciones catalanas, empezaron los primeros problemas con el fiscal, que abandonó la militancia.

Villarejo, claro, es, como no me canso de decir, una persona seria y no se calla porque no le da la real gana. Y entonces le dice alto y claro a Pablo Iglesias, que es una soberana estupidez no facilitar la investidura de Sánchez, sabiendo que lo que propone como línea de gobierno es muy progresista, naturalmente, con relación a lo que tenemos hoy, y que el objetivo es descabalgar al PP. Así que ya no solo lo digo yo.

Gracias Señor Jiménez Villarejo por su coherencia ahora y a lo largo de toda su vida. A veces uno siente que es un privilegio compartir nacionalidad con algunas personas. Usted es una.

03 marzo, 2016

Luz visible

La luz visible, la luz blanca, cuando se hace pasar por un prisma, se descubre formada por un colorido variado de radiaciones, desde el rojo hasta el violeta. La luz que mejor nos permite ver es justo la que tiene el coctel de colores al completo. Es una luz clara con la nuestro ojo trabajar a la perfección. Si se quiere hacer la prueba basta con iluminar una habitación con bombillas de diversos colores e intentar leer un periódico. Ningún color del espectro visible tiene la claridad y facilita la visión como lo hace ese mix que forman todos en conjunto.

Cuando se producen unas elecciones y los resultados son como los que se dieron en España en diciembre, lo normal es que se actúe con cierta inteligencia colectiva. Ojo que hablo de inteligencia colectiva y no de inteligencia para el colectivo, que es como en realidad actúan los partidos políticos (el colectivo son ellos), salvo dos, en este caso. Es de justicia decir que el PSOE y Ciudadanos parecieron entender las cosas.



Aquí todo el espectro político, salvo el PP, lógicamente, entiende que los Populares deben ser expulsados del poder a pesar de tener secuestrados siete millones de votos. Todos los partidos coinciden: el PP hizo daño, el PP está corrupto, y no se puede poner a la zorra a vigilar el gallinero. Por esto el PP no puede gobernar. Por esto a Rajoy no le quedó más recurso que el chascarrillo barato y el desprecio al intento de Sánchez (pobre bagaje, pese a que hubo quien dijo que había destrozado al candidato). Si el PP consigue formar gobierno tras un posible fracaso del PSOE, quien se lo facilite será señalado por el pueblo mayoritariamente como culpable de las posibles futuras desdichas, que sin duda sufrirán especialmente los más desfavorecidos especialmente con otro gobierno tan insensible como el pasado de Rajoy.

Por eso hace mal Podemos no facilitando la investidura de Sánchez. Y no solo no facilitándola sino dinamitando todos los puentes que pudiera haber. Hace mal en poner excusas como la de la cal viva utilizada por los GAL y nombrando a Felipe González como responsable. Una cosa es llamar a González parásito aprovechado, con lo que no se faltaría a la verdad del todo, y otra muy diferente suponerle asesinatos contraterroristas. También debe darse cuenta Podemos, de que Ciudadanos es un partido limpio, al menos tan limpio como él, a quien el PSOE prefirió para hablar, simplemente, porque no puso condiciones para pactar: tan solo la de negociar las políticas.

Yo no sé si Ciudadanos es la nueva derecha, ni tan siquiera sé si es derecha, pero parece estar intentando algo para este país, a pesar de la distancia ideológica que le separa del PSOE. Y esto mismo me pasa con Podemos por la izquierda; que no sé si Podemos es izquierda. Pero sí sé, porque se ve, que la formación morada está liderada por un narcisista,con un discurso hueco, como si estuviera en una asamblea de Facultad, orientado tan solo a enfervorizar a sus partidarios, igual que el de Rajoy, y al aplauso fácil. Podemos no hizo ni el más mínimo esfuerzo por llegar a acuerdos, eso sí, exigió sillones antes de negociar políticas.

Me consta que hay gente en Podemos que no tendría inconveniente en dejar gobernar a Sánchez, mucha más de la que Iglesias y su aparato cree. Por cierto, ¿por qué no preguntan on line a su gente, ya que tanto les gusta? Podemos es variopinto y muchos de los votos vienen de la adhesión de personas independientes como Carmena. Hoy la alcaldesa ya dejó caer que vería lógico permitir que se formase gobierno. E Iglesias cometería tres grave errores, de no hacerlo: el primero, que su NO acompañaría al del PP, y así será sin ninguna duda; y el segundo, y más importante, el de creer que unas nuevas elecciones reforzarían su posición.

Ya es tarde para Podemos. Su afición a los absolutos, a las exclusiones y a las líneas rojas le dejaron sin su parte del pastel. Pobre Pablo, que quería, al menos, ser como Soraya. Pablo debía haber estudiado un poco más de física en el colegio ese al que fue y haberse acordado a tiempo del ejemplo de la luz visible. Si desde el principio se hubiese puesto a negociar, hubiese sacado más. Todos hubiésemos sacado más, pues el espectro de colores sería más amplio y la luz más clara. Ahora, la luz será a lo sumo, mezcla de dos colores, y por lo tanto imperfecta. Aunque siempre es mejor una luz imperfecta que la oscuridad de la falta de gobierno.

Y si por fin hay nuevas elecciones, cuidado que puede haber sorpresas, y una de ellas que muchos, pero muchos muchos, opten (optemos) por la abstención ante tanta inmundicia a derecha e izquierda; o que el voto latente del PSOE, ahora en la abstención, salga a la luz y ponga las cosas en su sitio.