29 junio, 2014

Problemas reales y ficticios

Los sábados por la noche en algunos canales de televisión ponen entrevistas interesantes. Ayer le tocó el turno a un «futurible» del PSOE, Pedro Sánchez. Por lo que parece, Sánchez intenta acceder a la Secretaría General y para ello, aparte de tener que convencer a los militantes para que le voten, tiene que hacer un via crucis por los platós para hacerse la necesaria propaganda y para darse a conocer al público en general. Está en el guión, las televisiones nos someten, y someten a quienes quieren convertirse en algo en política, a una dictadura férrea... Véase el caso de Pablo Iglesias, que algún día se lo cobrarán, sin duda.

No quiero hablar de Pedro Sánchez, que me parece un tipo interesante y capaz. Le supongo la inteligencia y las habilidades necesarias para el desempeño de las funciones del cargo al que aspira. De lo que quiero hablar es de los entrevistadores y de las preguntas, de cómo se puede desviar la atención del espectador que no ande listo.

La primera cuestión que le plantea un mediocre «periodista» de El Mundo es qué opina de la independencia de Cataluña. Yo me quedé, francamente (con perdón), a cuadros. Aquel tipo estaba delante de una persona que aspira a ser el jefe del PSOE y le pregunta sobre Cataluña. ¿Para qué? Pues imagino que con la poco loable intención de meterle en un aprieto para ver si da una respuesta inapropiada sobre algo que no viene al caso.

Claro, Sánchez le da una respuesta de manual apelando a la Constitución y se acabó el problema. Mientras contestaba, el «periodista» parecía encantado de conocerse y estiraba el pescuezo orgulloso por la pregunta tan «inteligente» que había hecho. Lo que acababa de hacer el talentoso hombre se El Mundo era plantear un problema ficticio a alguien que no está allí para responder a eso y que, claramente, no va a decir lo que piensa en realidad. Pero, en fin, parece que la cuestión de los medios está montada así. Las entrevistas tienen que ser exprés, con ritmo, tontorronas, y los políticos utilizados como titiriteros para mantener las audiencias. Mientras, los periodistas allí presentes, algunos con un cociente intelectual que raspa lo mínimo, discuten entre ellos como verduleras para que se vea bien aquello de que hay dos Españas..., otro problema inventado.

A mi, que como escribo lo que me da la gana, no me preocupa decir lo que pienso, todo esto me parece una majadería de grueso calibre. ¿Es que nadie va a decir algo sensato sobre Cataluña? Algo como que a los catalanes se la sudaba el asunto de la independencia hasta que Mas (CiU) no se vio en aprietos por asuntos tan dispares como corrupción de la gorda y pérdida de credibilidad entre el electorado por la mala gestión de la crisis. No puedo entender que nadie diga claramente algo así. Porque esa es la realidad, y el «problema catalán» no es más que el problema de un partido político que no duda en utilizar cualquier artimaña para no perder el poder. «El estado no es importante, lo importante soy yo»

Eché en falta que a Pedro Sánchez se le preguntara sobre problemas reales. Por ejemplo: de qué manera va a acercar a su partido a la sociedad; qué va a hacer con los cientos, o miles, de incompetentes que tiene en el aparato; cómo va a captar gente nueva que no vea la política como una actividad para medrar o para que el partido sea grande; cómo va a enfrentar la recuperación de los millones de votos que están en la abstención; qué mecanismo cree que hace falta para que las elecciones en España pasen a ser democráticas de verdad y el parlamento represente al pueblo y no a los partidos... Vamos, gilipolleces de este estilo. O es que la prensa se está convirtiendo en lela, que es lo que parece al oír debatir a algunos de sus embajadores en las tertulias estas, que cada día se parecen más a las de telecinco en las que todos gritan, por sus hijos matan y ¡Uy lo que me ha disshhhoooo!

En fin, que lo dejo por hoy, que me está empezando a venir reflujo gástrico.


25 junio, 2014

Descomposición total

Si no fuera por esta extraña moral laxa, patrimonio único de España, de los cargos públicos en general, y más en concreto de quienes se dedican a la política en cualquier sentido, es decir que los sindicalistas también son de esta ralea, si no fuera por esto, yo creo que ya nos habríamos quedado solos, en el caos, o en una anarquía organizada, qué se yo. Pero aquí, todo lo relacionado con lo público, en especial con el dinero, huele a podrido, qué digo a podrido: huele a mierda pura.

Basta un breve repaso para empezar a temblar. Para empezar, lo más gordo: el caso Bárcenas y Gurtel, que viene a ser lo mismo y que lleva años en manos de los jueces, y parece que no va a terminar nunca. Lo que sí es seguro es que, pase lo que pase, no se van a asumir responsabilidades. En el PP, presuntamente, se robó, se malversó, se admitieron mordidas, se hicieron negocios oscuros, proliferaron las cuentas en Suiza, los jaguares, los viajes de lujo... Y no pasó nada. Su jefe, Rajoy, muy digno, calla lo que sabe y dice que todo está en manos de los jueces. Él es perfecto conocedor de que, al final, el juez encargado del caso dirá lo que quiera, pero todo va a quedar diluido porque la justicia forma parte de la trama de corrupción. Si no que se lo pregunten a Garzón.

Los ERE de Andalucía no dejan en muy buen lugar al PSOE. La imputada Magdalena Álvarez, según la juez, urdió una trama interna para poder desviar dinero por canales colaterales para emplearlo de manera ligera, si era preciso, que lo fue para hacer falsos ERE, prejubilaciones y montones de cosas moralmente reprobables. Esta señora resistió un tiempo como vicepresidenta del BEI, pero el listón moral, o ético, no sé, en el extranjero es un poco diferente y la exconsejera y exministra Álvarez tuvo que dimitir antes de que la echaran a patadas (el Banco Europeo de Inversiones es plurinacional, o sea de la UE). Eso sí, el PP pedía su dimisión. Para el PP el PSOE es corrupto y ellos están limpios. Otra prueba de la desfachatez de esta "casta", como les llama, no sin razón Pablo Iglesias, de Podemos..., que a ver lo que dura en su posición irreductible.

Los sindicatos están también encantados de conocerse. UGT de Andalucía tiene a gente detenida, da igual si de esta dirección o de la anterior, por malversar fondos para la formación de trabajadores en beneficio propio. La cosa es fuerte en momentos de paro galopante. Todavía no he encontrado a nadie que me dijera cuanto dinero, proveniente de la UE y detraído en las nóminas, se gastó solo para lucro de empresas de formación, sindicatos y empresarios de baja estofa, porque el nivel del trabajador medio en España no subió nada. Esto de la formación de parados es el mayor expolio de dinero público en este país en toda su historia. Y esto, todos: Partidos, Sindicatos y Empresarios lo saben, y callan. Callan porque quieren seguir con la práctica.

El Tribunal de Cuentas, que por cierto, nunca encontró nada serio en ningún partido (¿incompetentes, o es que lo componen los partidos mismos?), está plagado de enchufes entre sus empleados. De qué nos sirve un tribunal como este. De nada, es un gasto inútil. Y hay muchos más casos: Valencia, Pokemon, Palau, Noos..., que harían sonrojarse a una sociedad entera. Pero la sociedad española aguanta lo que le echen. Lo extraño es que todavía haya gente que crea que este sistema basado en el poder absoluto de los partidos, es democrático y va a votar. El sistema electoral basado en listas (lo mismo da que sean abiertas que cerradas) no tiene nada de democrático, no es más que un apaño generador de corrupción y clientelismo. A la vista está.

Por otra parte, está tan arraigado a los cargos públicos, políticos en especial, lo de hacer dinero en el ejercicio de su trabajo, que incluso se asocian a sicavs, para asegurar su futuro. Valenciano, Cañete e incluso el amigo Willy Meyer, comunista de pro desde los 70, tenían pasta metida en estos jardines en Luxemburgo, paraíso fiscal dentro de la UE. Y aunque, ahora que se sabe, el amigo Meyer renunció, me pregunto que hubiera pasado si no hubiese saltado la liebre.

De lo que estamos hablando es de cantidades de dinero tan grandes que, de estar en las arcas del estado, viviríamos con toda seguridad en un país con superavit; en el que el desempleo estaría en niveles aceptables; en el que no se habría hecho reforma laboral, ni se habrían tocado la sanidad ni la educación; y en el que, como consecuencia de todo ello, no habría millones de parados sin prestación ni millones de niños en riesgo de pobreza y con la posibilidad de pasar hambre este verano, si no lo remedia algún organismo con posibilidades de hacerlo.

Este país está descompuesto y, de verdad, yo siento algo de vergüenza por haber ayudado, en cierto modo, a mantener el monstruo con mi voto en unas cuantas elecciones. Pero esto no va a volver a ocurrir hasta que no cambie algo significativamente. Incluso empiezo a pensar que igual es bueno entrar en política e intentarlo desde dentro, pero soy pesimista..., muy pesimista.

24 junio, 2014

La soledad del español

Sostengo desde hace años que España es uno de los países civilizados en los que el pueblo tiene peor suerte. Sí, digo bien, suerte. Los habitantes de un país tienen que tener la suerte de cara para que, en los momentos cruciales de su historia, quién sea, construya un armazón legal básico para que las cosas se desarrollen en el futuro de la manera más favorable posible para los intereses generales, los de la mayoría del pueblo, en lugar de para los de las clases dominantes económicas y políticas.

En estas últimas semanas no he escrito porque me parecía que no merecía la pena hacerlo, ante el curso de los acontecimientos, en automático, tras la abdicación de Juan Carlos. La discusión monarquía o república me parece estéril en este momento: intoxica, más que aclarar el ambiente. El problema es de leyes: de la Constitución y de la Ley Electoral principalmente. Cambiar estas dos guías principales es lo básico. Lo demás vendría solo. Pero las leyes no se cambian chillando en la calle en el momento en que se produce un hecho significativo. Para que las cosas cambien, la presión tiene que ser constante, aunque sea de baja intensidad.

Cuando se hicieron las leyes básicas de nuestro país, tras el Franquismo, se prepararon para mantener los derechos de las élites extractivas y para que se unieran a estas élites las altas jerarquías políticas emergentes. Está claro que había que negociar en mínimos y que, en aquel momento, se necesitaba prudencia por parte de los partidos de izquierdas, aunque aspirasen a más. Había que ceder para después hacer modificaciones. Sin embargo, durante las mayorías amplias del PSOE no se hizo ni el más mínimo intento de adaptación a las necesidades y derechos del pueblo de estas leyes básicas. Ni se intentó con la Constitución y la Ley Electoral. El PSOE ya había sido comprado, y ahí sigue (sentido de Estado, le llaman a esto, yo le llamo pancismo). Y por esta razón no se puede hacer un referéndum sobre si la monarquía sí, o no. Así de simple. Las clases altas compraron, y barato, a los representantes de las clases medias y bajas.

Otra de las consecuencias del estatismo de la izquierda durante todos estos años, de toda la izquierda, es la vergonzosa cifra de aforados que tenemos en España, unos 10.000. Y hablo de la izquierda porque de la derecha española, salvo muy pocas excepciones, no se pueden esperar más que desgracias para las clases medias y bajas. La izquierda, que tiene en esta banda social su granero de votos, debía, desde el primer momento, haber dado un paso al frente en este asunto y renunciar de manera clara a cualquier tipo de aforamiento. Todavía no he visto a nadie del PSOE ni de IU ni de ningúna formación progresista decir alto y claro «renunciamos a ser aforados». Por cierto, por qué tiene que haber aforados. En Alemania no los hay, ni en Inglaterra, y no veo yo que sean países peores que España.

Sí. Definitivamente los españoles tenemos mala suerte con quienes se dedican a representarnos. Es como si cuando se llega a ser representante uno se volviera tonto. Esto hace que seamos un país con verdadera incapacidad para resolver nuestros problemas. El ejemplo más claro es el de la burbuja inmobiliaria que acentuó severamente la crisis en España. Se crea por el cambio de la Ley del Suelo por el gobierno de Aznar (primer error, la construcción galopante no es una actividad sólida); cuando el PP pierde las elecciones el 11M, el PSOE toma el timón y persiste en el error, en consecuencia, paro y más paro; y, al perder Zapatero las elecciones, llega Rajoy y nos salva a todos, banca incluida, cargando sobre los hombros de las clases medias y bajas el coste de todos los errores cometidos. Ahora, además, nos hace una falsa bajada de impuestos y para demostrar su ideología hace tributar a las indemnizaciones por despido, seas un banquero que cobras millones por irte a tu casa, o seas un currito que te dieron 100.000 € después de trabajar 30 años como un cabrón, que solo te van a servir para malvivir hasta que te puedas jubilar.

No hay remedio. Derecha, izquierda, centros de todos los tipos, podemos y 15emes... Da igual. De lo que realmente puede presumir un español es de la soledad y del desamparo en el que se encuentra.


07 junio, 2014

Ojalá no se gane el mundial

Sí. Yo, el que suscribe, no solo deseo que la Selección no gane el Mundial, sino que, si fuera posible, preferiría que no pasase de la primera ronda.

El mundial de fútbol es un acontecimiento "planetario" que hace enloquecer a las masas, especialmente de los países más pobres (por qué será). Un acontecimiento que al país organizador, Brasil, le está costando sangre en las calles. La gente en Brasil sencillamente no puede entender que se gaste una enorme suma de dinero en un acontecimiento semejante, mientras gran parte del pueblo pasa hambre y carece de las mínimas prestaciones sociales. Parece una paradoja, pero en Brasil, el pueblo, empieza a despertar: las necesidades vitales no parecían importar mientras su Selección ganase la copa, pero ahora ya no.

La incultura, en muchos casos, y la pasión irracional, en otros, impiden ver que es lo que se cuece y lo injusto que es, lo absurdo que resulta si se piensa. ¿Qué da el fútbol de valor a un país? Poco o nada. Puede que en algún momento, cuando lo que se jugaba era poco más que el honor de vencer en una gran competición, la pasión y la alegría colectiva estuviera, no solo justificada, sino que, además, fuera hasta sana, tanto para aficionados como para jugadores. Pero hoy no es así. Hoy el honor no cuenta, solo el dinero. Y en Brasil, la población parece haberse dado cuenta de ello, la chusma famélica ya no quiere bailar la samba cuando haya un gol.

En los países pudientes, el fútbol de élite es un deporte en el que unos niños ricos se lo pasan en grande y se hacen famosos mientras unos cuantos millones de alienados, sí, alienados, cantan sus victorias y sus hazañas como si fueran proezas épicas. Cuando uno ve aquí, en España, pero también en nuestros países vecinos, a las hordas de ultras dirigirse como un rebaño al campo a empujar a su equipo a la victoria, a cualquier precio; o a millones de hinchas celebrar como saltimbanquis la Champions, o la Liga, o lo que sea..., uno siente vergüenza, y algo de pena. Porque, de esta manera, se alienta la continuidad de un modelo, la verdad, bastante poco edificante.

Qué cada jugador de la Selección vaya a percibir 720.000 euros es inmoral en un país donde cientos de miles de niños van a pasar hambre este verano porque los comedores escolares van a estar cerrados. Cientos de miles de niños que van a cantar los goles con el estómago vacío. Y ya sé que el dinero no va a salir del contribuyente, que la Federación es riquísima (antes no, y era mantenida). Pero es inmoral, tan inmoral como el sueldo de los directivos de los bancos, tan inmoral como los sobresueldos en la política, tan inmoral como el fraude fiscal o que la gente de las preferentes se haya quedado sin dinero, o tantas otras cosas. ¿Es posible que nadie se haya dado cuenta de que esa cantidad, 720.000 euros, son más de 30 años de salario para un trabajador que gane 2.000 euros al mes? Una vida laboral completa.

El fútbol profesional solo tiene sentido cuando los jugadores, aparte de por la honra, jueguen por un salario alto, o muy alto si se quiere, que les permita vivir el resto de su vida cuando se retiren. De acuerdo. Pero, ¿cuantas vidas se pueden vivir con el salario de estos astros del balón? ¿De verdad tiene esto sentido? ¿No es una pena que un deporte tan hermoso se haya prostituido de esta manera tan miserable? Pues a mi me lo parece. Por eso insisto... No veré ni un solo partido del mundial y, cuanto más pronto vuelva a casa la Selección, pues mejor.


03 junio, 2014

Abdicación

Esta es la manera de dimitir de los reyes, la manera de dejarlo. Es como si dimitir estuviera mal visto, así que, el cargo, el de rey, pasa a un sucesor. Juan Carlos abdico en su hijo y heredero, Felipe. El rey lo dejó por las razones que fuera y se retira a sus aposentos privados para gozar de un merecido descanso, o inmerecido, quién sabe, que en esto, como en todo, hay opiniones diversas.

Personalmente opino que Juan Carlos prestó buenos servicios a España. Desde luego no le estoy agradecido por haber traspasado al pueblo, al jurar la Constitución, los poderes que le habían sido otorgados de manera arbitraria por un dictador. Hacerlo era lo normal en alguien con dos dedos de frente, so pena de enfrentarse, antes o después, a un follón de aquí te espero. Pero también podía no haberlo hecho. Este fue un buen servicio, así como también lo fue tomar partido el 23 F del lado de la legalidad constitucional. Su abuelo Alfonso XIII, en otro momento, se puso del lado de Primo de Rivera y le costó la corona. Sí; definitivamente prestó buenos servicios y justo es reconocerlo.

Es verdad también que en los últimos tiempos tuvo mala suerte y se le fue un poco la pinza. La mala suerte con las niñas y los yernos, que le metieron en unos líos tremendos, y lo de la pinza con las expediciones de caza por diferentes latitudes, desde los Cárpatos a la Sabana africana, para abatir urogallos, osos y elefantes. Claro, un rey no va a cazar gorriones, o conejos, tiene que disparar sobre piezas de otro rango cinegético. De sus asuntos privados, de alcoba, ni quiero ni tengo el derecho de opinar.

Con la salida de Juan Carlos de la institución surge en la sociedad el debate de si la monarquía debe ser, o no, la forma del estado: Reino de España o República Española. Es lógico que una parte de la sociedad reclame una resolución de este debate. La monarquía, aunque apreciada por un amplio sector, no deja de ser algo impuesto por la dictadura franquista. Franco le había nombrado sucesor y se hizo su voluntad: el "heredero" reinó casi cuarenta años, que no está nada mal.

Tengo claro que la elección de la forma de estado, monarquía o república, es una pregunta pendiente y que solo puede contestar el conjunto de los españoles en referéndum. De esto no hay ninguna duda. También estoy convencido de que el país puede funcionar igual de bien siendo una cosa u otra. Nadie puede vender que la República Francesa es mejor o peor país que el Reino Unido de la Gran Bretaña, o que el Reino de Holanda. Son modelos diferentes. Lo importante de un país es su calidad democrática y social, y esta no viene determinada por la forma de estado. O lo que es lo mismo; un reino como Suecia tiene un nivel de democracia y de libertad a años luz de una teórica República Española soportada por las actuales leyes básicas: Constitución, ley Electoral, modelo autonómico, etc...

Tal vez, sin olvidar un futuro referéndum, deberíamos orientar bien el tiro. Felipe puede ser un buen catalizador para iniciar las maniobras de regeneración de nuestro sistema, completamente descompuesto: con partidos que andan como pollos sin cabeza; con la mayor parte del electorado en la abstención, o en el voto en blanco; con nacionalismos que intentan pescar en río revuelto; y con un sistema judicial en connivencia con el poder político, que no garantiza nada, y que constituye un peligro cierto.

La regeneración. Esta es la prioridad. Este es el objetivo que deberían tener quienes manejan el paquebote: reorientarlo y hacerlo navegar con rumbo seguro. Una vez conseguido esto, entonces sí, entonces preguntar. ¿Monarquía o República? Y el pueblo decidirá sobre algo que lleva demasiado tiempo pendiente de respuesta.