25 julio, 2020

Políticos inoperantes

La transmisión del la covid-19, como casi cualquier enfermedad vírica común, en realidad, es algo simple. Se produce persona a persona cuando la distancia entre sus focos emisores, bocas y narices es lo suficientemente pequeña para que las gotitas de fluidos pasen de una a otra. Luego también está la transmisión por tocar superficies contaminadas y llevarse las manos a la cara... Por lo tanto, solo hay una cosa a hacer, dado que no se conoce ni medicamento que cure la enfermedad ni vacuna que prepare al sistema inmune para defender al cuerpo: buena higiene y distancia social.

A pesar de las recomendaciones de la OMS a todos los países del mundo, en menor o mayor medida, les pasó lo mismo. Sus sistemas de gobierno no supieron adaptar las circunstancias al funcionamiento económico de la sociedad y minusvaloraron la gravedad de la situación, de tal modo que, cuando se pusieron a hacer cosas ya fue tarde y hubo que bloquear naciones enteras. En España lo sabemos bien, y lo pagamos con decenas de miles de muertes y una crisis económica enorme.

Pero ahora ya sabemos a qué nos enfrentamos, y sin embargo cometemos los mismos errores sencillamente porque quienes tienen el mando no son ni operativos ni resolutivos. No solo no gestionan adecuadamente sino que lo hacen tarde, cuando ya no vale de nada. Es decir, corrigen, no previenen. Y se equivocan de plano porque contra un virus como este, solo la prevención funciona.

Una vez dominada la enfermedad con un durísimo confinamiento de marzo a junio, el gobierno dejó de nuevo las cosas en manos de las Comunidades Autónomas. No le quedaba otra. El Congreso, con los partidos de la oposición (excluyo a Cs) decididos a derribar a cualquier precio al Gobierno y los independentistas únicamente preocupados de lo suyo, no iba a dar más estados de alarma.

Las Comunidades comenzaron entonces su control y pronto comenzaron los rebrotes. Y poco tiempo se tardó en ver que el contagiado tipo era un individuo joven que había contraído la enfermedad en lugares de ocio, fiestas, o celebraciones de algún tipo. Estaba claro que la cosa solo podía venir por ahí. Sin embargo a ningún político al mando se le ocurrió ser selectivo y mantener bloqueada una parte de la economía, en concreto la que provoca este tipo de aglomeraciones de jóvenes con alcohol por el medio. A nadie se le ocurrió que el famoso ocio nocturno era en realidad el gran enemigo a mantener dormido.

Alguien podrá decir: «Si, claro, Jesús, a toro pasado también yo...». Sin embargo, pocos días después de finalizado el estado de alarma escribí alertando del grave peligro que representaban los jóvenes metidos en discotecas, pubs, botellones, etc... Un peligro que venía de la mano de que, conociendo cómo se transmite el virus, lo que se conseguía en estos lugares era multiplicar por un número muy alto la probabilidad de contagiarse y reducir enormemente la posibilidad de rastreo... ¿Cerca de cuantos alientos diferentes puede estar un chico o una chica en una pista de baile después de unas cuantas cervezas?

No se les puede pedir a los jóvenes que tengan control, la cuestión es impedir que se pongan en peligro, y esto es culpa directamente de los políticos al volante en cada comunidad, en cada ayuntamiento. Y no lo hicieron.

Ahora tenemos una situación irreversible y ahora empiezan a cerrar los locales de ocio nocturno y a prohibir botellones y demás historias de miedo. Ahora que el agua ya nos llegó al cuello y que los jóvenes contagiados ya contagiaron a sus padres, a sus amigos, y a sus abuelos y, sin saberlo, porque ellos no se sienten enfermos, van esparciendo la enfermedad con la mejor de las sonrisas.

Nuevamente fallaron las Comunidades, ya lo hicieron precarizando el sistema de salud que se les confió. Da igual que quieran culpar al gobierno central. Este bastante tiene con haber ignorado a la OMS en su momento. Pero las Comunidades no vieron que los enfermos que iban a la atención primaria tenían la covid-19. Y las Comunidades no vieron que algo tan evidente como mantener al mínimo la probabilidad de contagios era imprescindible. Reabrieron el ocio nocturno, recomendando cuidado, así se eximían de responsabilidad, y por ese motivo nos vemos ahora como nos vemos.

Así de sencillo.

23 julio, 2020

Felipe VI salpicado

Claro que está salpicado por lo que hizo su padre, ese siniestro personaje que tenía engañado a todo hijo de vecino con su cercanía al pueblo y por catalizar el proceso democrático durante años. Felipe era un niño, pero un niño tiene ojos y oídos y, con toda seguridad notó que Juan Carlos estaba amasando una gran fortuna como comisionista de relaciones y de contactos mientras ejercía de jefe de Estado y firmaba las leyes que hacían que todos, como corderitos pagáramos a Hacienda, de donde, entre otras cosas, salía el dinero para que él, el Rey, y su familia vivieran más que desahogadamente.

Vamos a suponer que Felipe niño no se diera cuenta de nada, Sin embargo, Felipe hombre si que tenía que notar cosas raras: dinero que llegaba a casa en maletines, maquinitas para contar dinero, sociedades variadas... No, no puede ser que no se diera cuanta de nada. Pero lo que ya no tiene un pase es que, Felipe rey, Felipe VI no se diera cuenta de que el viajecito de cumpleaños a la Polinesia Francesa, a Tahití, vamos, no iba con cargo al presupuesto de la casa y que la broma de los billetes para papuchi y cuatro guardaespaldas, cuatro, desde Los Ángeles costó más de 30.000 eurazos.

Cómo que Felipe no está salpicado. Felipe está enmierdado hasta las cejas por omisión de obligaciones. Y si no hace algo pronto, tendremos que pensar de él que aprueba ese tipo de vida, algo por otra parte lógico, pues es al que estuvo acostumbrado. El Rey está obligado a hacer algo, y pronto.

Aquí el debate debe ser jefatura de estado ejemplar o jefatura de estado corrupta. Hasta ahora solo las tuvimos corruptas. Los Borbones (todos), especialistas en sacar pasta a través de su oficio; cuatro años de república por abandono (aquí no dio tiempo a nada, luego no podemos juzgar si los presidentes se aprovecharon); luego Franco, otro especialista, este sobrevenido, que amasó una enorme bolsa de dinero robando a diestro y siniestro; más tarde Juan Carlos, el gran comisionista y presunto evasor, campechano, eso sí, y ahora Felipe, que lo que tiene es un marrón de dimensiones siderales, pero que aparte de callarse y estarse quieto, no hace otra cosa...

Por qué tendrá tan mala suerte España con sus jefes de estado y con sus políticos en general.

17 julio, 2020

Separar las cosas

El ex rey Juan Carlos es un presunto delincuente, cuente o no con inmunidad. Digo con toda claridad presunto, porque incluso aunque todo apunte a un comportamiento no solo poco ejemplar, sino vergonzoso, hasta que los jueces no lo determinen, es inocente. Pero, desde luego, por lo que no estoy dispuesto a pasar es porque la justicia no le meta mano a todo. Inviolable, o no, Juan Carlos es igual al que esto escribe, un ciudadano, un individuo, uh hombre, una persona. En nada, repito para que se lea claro, en nada el Sr. Borbon está por encima de mi. En nada. Ni Borbón, ni nadie.

Felipe Gonzalez sale a la palestra a defenderlo aludiendo a su legado histórico. Pero no trago. Todos hicimos cosas buenas y para la historia en algunas ocasiones. De qué me habla González, ¿del 23F? Bueno, ese día yo estaba en la mili en Canarias y le juré a un compañero que si nos hacían salir a la calle con el cetme, yo no le disparaba a un semejante por mucho que me lo ordenara ningún tipo con estrellas o galones en las hombreras. Eso también es un legado histórico, o no. Todos tenemos nuestro legado. La mayor parte de los españoles llevamos años y años pagando como imbéciles impuestos para que se malgasten, entre otras cosas, en mantener a un rey que, presuntamente, nos engañaba a todos.

Felipe también tiene un legado histórico, él y su gobierno hicieron de este un país más moderno y habitable, lo cual no evita que pueda ser juzgado como poco ejemplar, como el ex rey, por haber aprovechado su situación para forrarse en años posteriores. ¿Que fue un buen jefe de gobierno? Vale, aceptado, pero a uno se le evalúa por lo que fue y por lo que es. La trayectoria completa es lo que cuenta. Felipe González es hoy un ejemplo de lo que un ex presidente no debe llegar a ser, lo mismo que Juan Carlos es hoy una caricatura de lo que pensábamos que era. Daba una imagen de ser campechano y buen representante del Estado, y sin embargo las apariencias actuales lo sitúan más bien en un tipo sin escrúpulos en los asuntos del dinero y del sexo, aunque esto último me despreocuparía, de no ser porque regaló a su adjunta de lecho decenas de millones de euros.

Felipe González debería saber, y de hecho lo sabe, que no se pueden mezclar las cosas y que lo que hiciste ayer de bueno no te exime de culpa de lo que hoy puedas hacer de malo. Aludir a esto en el caso de un presunto delincuente y sinvergüenza dice muy poco del ex presidente. Lo que hizo Juan Carlos es, como dice Sánchez, cuando menos inquietante. Y si los jueces no actúan con contundencia el Poder Judicial habrá perdido la poca credibilidad que le queda.

10 julio, 2020

Nos sobran los imbéciles

Cuando hace años el Gobierno presentó al ministro De Guindos como candidato a presidir el Eurogrupo me quedé pasmado porque muchos políticos en la oposición se mostraron contrarios a ello sin pensar demasiado en lo que un cargo de este tipo en la Unión Europea es para el país de quien lo ostenta. Naturalmente como estas cosas son contagiosas, muchos adeptos a la oposición, o sea a la izquierda en aquel momento, se alegraron de que no saliera el ministro español de economía.

Aún reconociéndome como na persona de izquierdas yo no me alegré en absoluto, es más pensé que los que se alegraban estaban equivocados. Luego, hablando con alguno de ellos y viendo sus argumentos, llegué a la conclusión de que sencillamente eran imbéciles incapaces de discernir matices. No discutí con ellos, para qué. Es imposible convencer a apóstoles y a tontos. No vale la pena perder el tiempo.

Ayer, la ministra Calviño, al frente de la economía española, fue apeada de su pretensión de ponerse al frente del Eurogrupo. España lo intentaba otra vez, esta vez con gobierno de izquierdas. Bien, pues pasó lo mismo que con el amigo De Guindos. Políticos de derechas manifestaron su alegría por el hecho y lo mismo hacían en redes algunos adeptos. Lo mismito que la vez anterior.

Naturalmente no voy a perder el tiempo en argumentar para convencerlos de que están en un error, de que un puesto de este calibre en Europa trae como consecuencia influencia y capacidad de negociación, más ahora que estamos muy necesitados de ambas cosas para conseguir préstamos.

Me puse a pensar, y llegué a la conclusión de que en España no sobran los de derechas ni los de izquierdas ni los de centro. Esto son solo ideas y principios. En España lo que sobran son imbéciles, millones de imbéciles de todas las ideologías; millones de tontos irracionales que son los que impiden que este país avance. Y no sabemos quitárnoslos de encima. Están en la política, en la calle, en todas partes y hacen un daño enorme. Son un lastre. Lo llevan siendo siglos. Lo que no sé es qué es lo que los alimenta.

07 julio, 2020

Reales problemas

LA AMANTE DEL antiguo rey Juan Carlos recibió en concepto de nada una cantidad de dinero que quitaría el hambre a unos cuantos miles de personas durante unos cuantos miles de días. Sí, se puede echar una cuanta simple. Supongamos que una persona puede mantener una dieta de subsistencia con 6,5 € al día (los comedores colectivos lo consiguen). Los 65 millones de la concubina real darían para comer a 10.000 personas durante 1.000 días, o a 100.000 durante 100. Puede hacerse como se quiera. ¿Habrá pasado esto por la real cabeza de Juan Carlos? No... Me temo que no. Me temo que este siniestro personaje engañó a todo hijo de vecino con su rollo y que en lo que realmente estaba era en vivir a cuerpo de rey (no podía ser de otra manera) a costa de los españoles y de la representación que ostentaba, la de España, para hacerse rico, acumular todo lo que pudiera y dedicarse a lo que le correspondía según su educación: a parasitar.

Casi todas las estirpes reales son en realidad parásitarias, pero los Borbones lo son especialmente, lo llevan en los genes. La opulencia versallesca mientras el pueblo las pasaba canutas, con el paso de los años terminó por hartar a los franceses que se levantaron y les hicieron mantener una conversación con el artilugio al que dio nombre Monsieur Guillotin. Los borbones dejaron así de vivir a costa de los franceses, pero ya tenían mordido el pernil de los españoles. Y no hubo modo de sacarlos de aquí, porque en este nuestro país hubo siempre quien pensó que sin un rey no se podía funcionar.

Solo Alfonso XIII se rindió y decidió abandonar. Pero, nada, oye, su hijo, empeñado en conservar el modo de vida familiar, llegó a negociar con el mismísimo Franco para reinstaurar a su niño, el hoy viejo y decrépito Juan Carlos I, el Campechano. De este modo, el amigo don Juan, se garantizaba el mismo una vida cojonuda y el bienestar de toda las rémoras reales, primos tíos y demás familia. Un hacha el tío.

Y luego este campechano con corona se dedicó a vivir como un príncipe con Francisco I el Hidráulico y como un rey a la muerte del dictador. Porque el tipo es listo. Su filosofía simple: con Franco hacía lo que mandaba este, faltaría más, y muerto el gallego, lo que me digan los consejeros. Y de este modo impulsó la transición y nos salvó a todos el 23 F. Pero esto es pura propaganda; el solo hizo lo que le dijeron que hiciera. A ver si vamos a creer ahora que los borbones tienen algo parecido a inteligencia, salvo para vivir como reyes a costa del pueblo. Pero fabricaron un mito: rey, campechano, demócrata y valiente... Casi nada.

Y es que, conforme nos hacemos mayores se nos pelan los cables y empezamos a enseñar lo que realmente somos, y este Juan Carlos resultó ser un simple aprovechado, un vividor, cazador de elefantes, un devoto de las mujeres florero a las que pagaba grandes sumas (cómo se llamaba esto... Esta memoria mía), un comisionista y ahora, si todo es lo que parece, un presunto defraudador del fisco... Vamos, lo que se espera de un rey.

Nota final:

Quien suscribe no cree que las monarquías generen países menos prósperos. Ahí están los nórdicos. Pero sí que cree que la ejemplaridad debe ser el modo natural de comportamiento de estos entes representativos llamados reyes o reinas. Aunque mi sistema preferido es el Alemán, que tiene un presidente de la república sin poder prácticamente, como un rey actual en Europa, pero que la cosa no se hereda. algo muy importante. Lo de Francia me gusta menos por aquello de la cohabitación, que causa algunos problemas. No obstante cualquier cosa mejor que esto que tenemos aquí, esta vergonzosa institución que no hay forma de domar. Si Felipe fuera como debe, él mismo propondría que el Pueblo hablara. Fuera el resultado favorable, o no, para él, al menos quedaría legitimado y sería tenido siempre como alguien honesto.