23 julio, 2020

Felipe VI salpicado

Claro que está salpicado por lo que hizo su padre, ese siniestro personaje que tenía engañado a todo hijo de vecino con su cercanía al pueblo y por catalizar el proceso democrático durante años. Felipe era un niño, pero un niño tiene ojos y oídos y, con toda seguridad notó que Juan Carlos estaba amasando una gran fortuna como comisionista de relaciones y de contactos mientras ejercía de jefe de Estado y firmaba las leyes que hacían que todos, como corderitos pagáramos a Hacienda, de donde, entre otras cosas, salía el dinero para que él, el Rey, y su familia vivieran más que desahogadamente.

Vamos a suponer que Felipe niño no se diera cuenta de nada, Sin embargo, Felipe hombre si que tenía que notar cosas raras: dinero que llegaba a casa en maletines, maquinitas para contar dinero, sociedades variadas... No, no puede ser que no se diera cuanta de nada. Pero lo que ya no tiene un pase es que, Felipe rey, Felipe VI no se diera cuenta de que el viajecito de cumpleaños a la Polinesia Francesa, a Tahití, vamos, no iba con cargo al presupuesto de la casa y que la broma de los billetes para papuchi y cuatro guardaespaldas, cuatro, desde Los Ángeles costó más de 30.000 eurazos.

Cómo que Felipe no está salpicado. Felipe está enmierdado hasta las cejas por omisión de obligaciones. Y si no hace algo pronto, tendremos que pensar de él que aprueba ese tipo de vida, algo por otra parte lógico, pues es al que estuvo acostumbrado. El Rey está obligado a hacer algo, y pronto.

Aquí el debate debe ser jefatura de estado ejemplar o jefatura de estado corrupta. Hasta ahora solo las tuvimos corruptas. Los Borbones (todos), especialistas en sacar pasta a través de su oficio; cuatro años de república por abandono (aquí no dio tiempo a nada, luego no podemos juzgar si los presidentes se aprovecharon); luego Franco, otro especialista, este sobrevenido, que amasó una enorme bolsa de dinero robando a diestro y siniestro; más tarde Juan Carlos, el gran comisionista y presunto evasor, campechano, eso sí, y ahora Felipe, que lo que tiene es un marrón de dimensiones siderales, pero que aparte de callarse y estarse quieto, no hace otra cosa...

Por qué tendrá tan mala suerte España con sus jefes de estado y con sus políticos en general.

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