25 agosto, 2016

El tropezón de Ciudadanos

Albert Rivera está empeñado en hacer valer su escasa fuerza en el Congreso para que España tenga un gobierno. Lo intentó primero con el PSOE y lo hace ahora con el PP. Pero, para su desesperación, está dándose de bruces con la aritmética: las sumas no daban con el PSOE ni dan ahora con el PP. Así, su ensalzable intento de impulsar un gobierno moderado por todos los medios dio, y dará en nada.

Uno tiene la impresión de que Ciudadanos solo quiere notoriedad, es decir, que la gente se entere de que está ahí y que puede llegar a pactos con otros. Y no deja de ser una buena estrategia en un escenario como el actual en el que los votantes se empeñan una y otra vez en no dar mayorías. Esta capacidad de adaptación le puede dar buenos resultados electorales sustrayendo votos al PP por su flanco menos derechoso y al PSOE por el propio menos izquierdoso. O no, quién sabe.

Ciudadanos juega a aprendiz de brujo. El PP no es un partido honrado, o en todo caso lo es menos que el PSOE. Y la cosa puede terminar convirtiendose en sumamente peligrosa. Ciudadanos no está calibrando bien el daño que les puede hacer la negociación con el PP. El hecho de que tuvieran que ceder posiciones en los temas de corrupción, en concreto en la cuestión de qué es y qué no es un corrupto, les puede llevar al desastre. El tropezón de su vicesecretario general, José Manuel Villegas al decir: «No es lo mismo meter la pata o meter la mano en la caja. La mala praxis en la gestión política no es corrupción política», es, aparte de una majadería, pegarse un tiro en el pie.

De los nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, se puede esperar cualquier cosa en el ámbito de las ideas o de la aplicación de las políticas, cada uno es como es, y punto. Pero cuando hablamos de corrupción, se espera de ellos que sean extremadamente inflexibles: su carta de presentación es la limpieza. Ciudadanos se acaba de ensuciar la cara al matizar, puesto que al hacerlo, se contradice a si mismo: Rivera y Juan Marín se jactaron de haber hecho dimitir a Chavez y a Griñan por corruptos, pero estos no metieron la mano en la caja, al menos que se sepa. Cómo lo van a explicar ahora.

Ciudadanos puede, y merece, perder votos si no rectifica o aclara su postura. Nadie va a creer en su honestidad en cuanto a la corrupción si se dedica a facetarla. Personalmente yo la pongo en duda si no rectifica. Corrupción es corrupción, no hace falta definirla ni ponerle grados, ni tan siquiera explicar qué es; se sabe: es un axioma. La política en este aspecto es como la geometría: no hace falta explicar por qué no puede haber un polígono de menos de tres lados, es también un axioma. Es absurdo precisar qué es corrupción.

El PP es un partido corrupto sostenido por los votos de gente que asume que no pasa nada por ser así. Hay siete millones de españoles que lo justifican y están de acuerdo. Ciudadanos se equivoca de plano al intentar un pacto con el PP, sea de legislatura o de gobierno. El PP es terreno prohibido en asuntos de pactos, quien vaya con él adonde sea se está manchando. Únicamente sería justificable negociar con el PP si se tuviera fuerza de escaños suficiente como para que la mayoría dependiera de ello. En este caso sí, en este caso el PP estaría contra las cuerdas y tendría que ceder. Pero como esta no es la situación, lo único que está haciendo Ciudadanos es el bobo. Y, a tenor de las últimas declaraciones, que tachan de decepcionante la negociación, parece que empiezan a darse cuenta: el PP los está toreando.

El PP tiene una parte del electorado, siete millones de votos que prefieren sostener un partido corrupto hasta el tuétano. Si Ciudadanos quiere hacerle un favor a este país, y a sí mismo, mejor gira la cabeza y mira al resto de actores y trata de colaborar para impedir que el PP llegue al poder. Si se quiere, excluyendo a los nacionalistas, esto se entendería. Pero, el PSOE no parece dispuesto a dejar gobernar a Rajoy, salvo fuertes concesiones de última hora que el PP difícilmente hará, y en unas hipotéticas terceras elecciones, haber estado al lado del PP solo puede traerle una sangría de sufragios.

22 agosto, 2016

Democracia en diferido

Quien piense que cuando es llamado a votar va a nombrar a sus representantes en los órganos legislativos nacionales o regionales (¿por qué no se habla ya de regiones y sí de autonomías?) se equivoca de plano. En realidad nuestro voto no sirve para nada más que para asentir a lo que ya fue elegido desde dentro por los partidos, sea esta elección por medio de unas muy complicadas, y poco creíbles, primarias (Podemos), sea a través del dedazo de los comités correspondientes, o de los mandamases (PSOE o PP). O sea, que el elector realmente no elige, solo da curso a lo elegido por otros. Luego la ley d' Hondt se encarga del reparto de puestos. Así pues: democracia en diferido.

Hago esta entrada al hilo del lamentable espectáculo del PSOE en Galicia por el asunto de las listas. La impresión que da es que hubo verdaderas puñaladas por obtener un puesto en ellas. Y quién no fue elegido, o no pudo influir, protesta enérgicamente por ello. Las listas son utilizadas, además de por los candidatos principales, por los altos dirigentes en otros cargos para colocar a sus peones fieles (o lameculos) para así disponer de influencia directa en un parlamento. El caso de Abel Caballero, alcalde de Vigo, es de libro: las listas ordenadas por la dirección Federal, y refrendadas por Ferraz, no le satisfacen y protesta y se rebela y llora como una plañidera. No es que Caballero sea democrático y reclame otro sistema, no; él las desaprueba porque las listas no le gustan; lo de la democracia se la trae al pairo, como a casi toda la gente influyente en prácticamente todos los partidos de este curioso y poco democrático país.

Me quedo sin voz reclamando una ley electoral justa, en al que los ciudadanos elijan directamente a un representante, uno, en su circunscripción. El elegido sería el que más votos hubiera sacado en una vuelta (sistema británico) o en doble vuelta (sistema francés). Sencillo, simple, cristalino, tanto para los partidos, que ya no tendrían que confeccionar listas, bastarían unas primarias simples, como para los ciudadanos. ¿El problema? Ninguno, únicamente que los candidatos se tienen que batir el cobre en la cercanía de los electores y conocer, y ser conocidos, en el distrito en el que se presentan, algo impensable en este país.

El sistema de listas, me da igual que hubieran salido de primarias caleidoscópicas, que de cualquier otra parte, no solo no tiene nada de democrático, sino que selecciona negativamente a representantes poco dotados y únicamente comprometidos con el partido, y más en concreto con el gerifalte del propio partido que los colocó en ellas. Y esa es la gangrena de nuestra política y la causa de la desafección de la población con ella. No es extraño puesto que el elector está lejos del elegido al no estar representado por nadie concreto. El votante está completamente huérfano en este vergonzoso sistema. Lo malo es que nadie quiere cambiar la ley electoral. No se quiere coambiar porque el que tiene en la mano la confección de las listas, tiene en la mano el poder dentro del partido y, por lo tanto en los órganos legislativos nacionales o regionales. Y aquí lo que importa es el poder, los ciudadanos podemos morirnos de asco.

¿Queda explicado por qué tenemos políticos de tan alarmantemente mediocres? Pues eso.

18 agosto, 2016

Insultar al pueblo

La indignidad de este individuo, hablo de Rajoy, raya en la imbecilidad. Porque a nadie que no esté en ese punto en la escala, en el de ser casi imbécil me refiero, puede tener el cuajo de presentarse in albis a una rueda de prensa, probablemente una de las más esperadas de su carrera política. Rajoy estuvo no sé cuantos minutos respondiendo nada a cuantas preguntas se le hicieron. Pero el clímax se alcanzó cuando una periodista le preguntó acerca de por qué no se había hablado en el Comité ejecutivo del PP de las condiciones que ciudadanos había impuesto para negociar. Lo transcribo porque me cuesta creer que nadie pueda tener tanto rostro.


  • Rajoy, tras la entrevista con Rivera la semana pasada: Le he explicado al señor Rivera que debo someter el documento a la aprobación del comité ejecutivo de mi partido. Como ustedes comprenderán, no puedo ni debo tomar esa decisión en solitario...
  • Rajoy, ayer, en un momento de la rueda de prensa tras el Comité Ejecutivo del PP en referencia a las condiciones de Ciudadanos: Nosotros no hemos venido a hablar de las condiciones. No hemos hablado de las condiciones, nadie ha dicho una palabra sobre las condiciones...
  • Pregunta de una periodista ayer en la rueda de prensa de Rajoy tras la reunión del PP: Quería saber cómo es posible que no se haya hablado de las condiciones cuando la reunión se convocó precisamente porque quería usted consultar a la ejecutiva de su partido sobre las condiciones que planteaba Ciudadanos.
  • Respuesta de Rajoy en tono descortés (para enmarcar): ¿Y quién ha dicho eso? Yo nunca lo he dicho. Yo he convocado al comité ejecutivo de mi partido para que me autorizasen a negociar, lo otro lo dice usted. Nunca me habrá escuchado a mí decir eso.
No se si es que este hombre está cerca de ese límite cercano ya a la idiotez. Pero entiendo que nadie, ni un presidente de Gobierno, en funciones, o no, puede entrar en este tipo de contradicciones sin que se le caiga la cara de vergüenza. Alguno de esos millones de votantes del PP me tendrá que explicar como pueden votar a alguien que muestre tan poco respeto por el electorado. Si esto no le cuesta una revolución dentro del partido, es que hay un virus que infecta desde a Rajoy, hasta el último votante, pasando por cada miembro del partido. Un virus que provoca una enfermedad desconocida que hace que su portador haga cosas tan absurdas como estúpidas. Tiene que ser eso.

Claro que, cuando uno mira alrededor y se encuentra con Rivera, Iglesias o Sánchez, se pone a pensar si estos no tienen también el virus de Rajoy, ese que hace que las cosas se vean de manera naif. Porque, se puede entender que Rajoy intente perpetuarse en el poder, pero no se puede concebir que estos tres individuos no se dieran cuenta de la enorme importancia que tiene para este país descabalgar al PP del poder. Pudieron hacerlo tras las elecciones del 20 D, pero prefirieron jugar a otra cosa: que Podemos y Ciudadanos eran incompatibles; que a Sánchez no lo dejaban negociar con Podemos; que para Iglesias los números podían ser de otra forma pero que el PSOE no quería ir con independentistas; que si Ciudadanos es la derecha... Gilipolleces, todo gilipolleces comparado con las consecuencias que está teniendo para el país.

Y ahora nadie quiere la culpa de que la democracia esté secuestrada, de que el Rey y la presidencia del Congreso sean ultrajados como instituciones, ultrajados por el PP, que se niega a una investidura y que si no hay investidura fallida ni puede haber elecciones ni puede intentarlo otro candidato. Nadie quiere la responsabilidad del bloqueo, ni la del desbloqueo dejando gobernar al PP. Es kafkiano, hay cuatro tipos que en su absurda manera de comportarse tienen bloqueado a un país con un 101% del PIB de deuda, y todo por sus indignos intereses electorales, que no dejan de ser una ensoñación, porque el pueblo se empeña en decirles que lo que hay es esto: minorías.

La cosa ya hubiera sido dejar gobernar al PP con 120 diputados, abstenerse y, desde la oposición preparar una moción de censura bien planteada, aguardar el momento preciso y golpear. Pero no, la ceguera de Podemos, PSOE y Ciudadanos para ver las consecuencias a futuro nos trajo hasta aquí. Podemos lo tuvo en la mano absteniéndose al pacto PSOE Ciudadanos, pero tampoco, lo primero el interés... La consecuencia: España paralizada, y para seguir. No obstante hay algo todavía peor: si por un casual la situación se desbloquea y vamos a terceras elecciones, los electores van a tener que escoger de nuevo entre estos cuatro ineptos a los que la historia recordará como lo más incapaz que hubo nunca en política en este nuestro país, como un cuarteto que insultó al pueblo y se despreocupó de él para ocuparse únicamente de sus sueños húmedos con el poder.

11 agosto, 2016

Rajoy a perpetuidad

No es ciencia ficción, ni una paradoja. Puede ocurrir que el PP esté usurpando el poder para quedárselo a perpetuidad. Sí, sí, no estoy ni loco ni ebrio. Con la ley en la mano, puede suceder. Otra cosa es que el pueblo lo permitiera. Pero, la ley, la Constitución nada menos, no impide que el amigo Rajoy puede estar en funciones el tiempo que se le ponga en sus partes reproductoras.

Dice nuestra maravillosa Carta Magna: Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno. Lo cual estaría muy bien, si no fuera porque no habla de un plazo para que la presidencia del Congreso de curso a la propuesta del rey.

Pero la cosa no para ahí. Un poco después, en el mismo artículo, el 99, se habla de la convocatoria de nuevas elecciones: Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso. Es decir, que si no hay una sesión de investidura, no se pueden convocar nuevas elecciones.

Y yo que creía que la Constitución estaba bien parida, que sus padres se lo habían currado. Pues va a ser que no, porque, menudo agujero dejaron por no concretar tiempos ni tener en cuenta que podía darse que cualquier iletrado pudiera no presentarse a la investidura. Así que, no está tan bien hecha, porque una situación como la de ahora puede hacerse eterna, y conociendo a Rajoy, lo de esperar, se la trae al pairo. Él sigue en funciones viviendo tranquilamente en la Moncloa y trabajando poco. Qué habilidad tiene este registrador.

Pero la cosa puede ir mucho más allá. Hagamos un ejercicio de imaginación. Todo lo que se dice a continuación está dentro de la Ley de Leyes, nuestra ya famosa Constitución. Empecemos: La presidenta del Congreso, fiel a su señor (Rajoy) no convoca sesión de investidura porque Mariano no tiene el apoyo de los socialistas, o porque no le da la gana, que también puede ser. Y la cosa se alarga y se alarga, y llega a cuatro años, al 26 de junio de 2020. Ese día se acaba el mandato de los diputados electos en 2016. Lo dice el artículo 68: El Congreso es elegido por cuatro años. El mandato de los Diputados termina cuatro años después de su elección o el día de la disolución de la Cámara.

¿Y adónde nos lleva lo anterior? Pues a que, como las elecciones solo las puede convocar el presidente del Gobierno, o el Rey, si hay una investidura fracasada, estamos en una situación cojonuda. Por todo ello, o sesudos juristas encuentran el las leyes vigentes algo que impida que esto ocurra, o Rajoy puede «dirigir» el país el tiempo que le parezca.

Esto, que no es más que una película, es lo que Rajoy sabe que puede pasar y lo que, al final va a obligar a Sánchez a abstenerse. Claro, que Sánchez también puede decir que va a hacerlo y Una vez convocada la investidura, votar no, con lo cual, el rey ya puede convocar nuevas elecciones. Pero la pelota está en el tejado del PSOE, y siempre estuvo ahí. Sánchez y su equipo saben que esto es posible. Por eso tienen esa cara de preocupación.

Podrá decirse de Mariano cualquier cosa pero en habilidad política les da mil vueltas a todos estos mentecatos que están al mando en el resto de los partidos. Y mira que me cae mal a mi el Rajoy este, pero como se dice por aquí, por mi pueblo: «hay que tragalo». Ojo con Rajoy que es un tipo peligroso. Mando un aviso a los votantes del PP que son antes demócratas que de derechas. Cuidado dónde metéis la papeleta, si la metéis, claro. Y por otro lado, qué lástima que Podemos hace unos meses...

08 agosto, 2016

Turbios, amorales y vagos

Hablo de los políticos, no en general, o también podría ser, pero me refiero a los que marcan las pautas en los partidos con un número significativo de escaños en el Congreso. Son turbios, sus intereses están por encima de los de la sociedad. A ninguno le importa lo que signifique para el país el hecho de llevar nueve meses con un gobierno en funciones. Les importa una mierda.

Rajoy está en la gloria, sentado tranquilamente en la Moncloa sin hacer nada. Para Rajoy la culpa siempre es de los demás, en especial del PSOE. Sánchez, empecinado en no facilitar la investidura, pero no por una cuestión ideológica, que va; Sánchez no quiere hacerlo porque si la militancia detecta un giro a la derecha por su parte, puede que no le voten para la secretaría general en unos meses. Sánchez sabe perfectamente que en unas terceras elecciones el resultado sería calcado, pero prefiere que las haya a ceder, no le importe mientras el siga en su sitio en el partido. A Sánchez le importamos un huevo los españoles.

De Iglesias, que decir. Está callado como un muerto después de que le dieran detrás de las orejas por haber permitido unas segundas elecciones para intentar medrar. La broma le costó un millón de votos y no piensa meter la pata más. Ahora intenta culpar al PSOE de no ensayar un gobierno de progreso con unos números extraños en los que incluye a parte de la derecha nacionalista, algo que nadie entiende, él, que se negaba a hablar con Ciudadanos porque decía que era de derechas. Ahora sus militantes y simpatizantes tienen que hacer piruetas dialécticas porque se ríen de ellos cuando intentan justificar que no es lo mismo la derecha que CDC o PNV que Ciudadanos. Las risotadas se oyen a kilómetros.

Rivera, el pobre, solo intenta demostrar a sus votantes que es el único capacitado para negociar con el PP o con el PSOE al ser el único «centrado». Es mentira que piense en España y en la necesidad de que tenga gobierno. Si así fuera, diría directamente sí a Rajoy, y a ver quién era el guapo que se mantenía en el no en las dos sesiones de investidura. No. Rivera va a lo suyo, porque si dice que sí, la salida de sufragios hasta el PP haría peligrar su cómodo sillón en el Congreso, el suyo o el de sus colaboradores, que Ciudadanos, de mayor, quiere ser como el PSOE o el PP: agencia de colocación de amiguetes. De esto no se salva ninguno. Ninguno abomina de las listas, lo cual muestra su calidad democrática.

Y de los nacionalistas, para qué perder tiempo, como Rajoy, a esperar, y cuando se requieran sus votos, a sacar tajada, como llevan haciendo desde que se empezó con este invento de «democracia» que dicen que tenemos. Y todo esto en pleno agosto. Nadie espere nada este mes, aunque el país se hunda. Ellos se van de vacaciones, faltaría más. Así que, lo dicho: turbios, amorales..., vagos.

03 agosto, 2016

Si Sanchez no lo va a intentar, mejor que el PSOE se abstenga.

La semana pasada un numeroso grupo de personas notables firmaban un manifiesto en favor de un pacto entre PSOE, Podemos y Ciudadanos. Un pacto, por otra parte perfectamente posible, a poco que los líderes tuviesen cierta inteligencia y altura de miras. No sería difícil equilibrar un gobierno que pusiera en valor partes proporcionales de los tres programas. Los tres tendrían que renunciar a cosas, por supuesto, de manera inversa al número de escaños obtenidos. Insisto en que si tuvieran un mínimo de dignidad, deberían hacerlo: los ciudadanos se merecen algo mejor que más Rajoy y más PP.

Los tres líderes saben que podrían intentarlo, pero temen contrariar a sus bases, a sus comités, a sus varones... El miedo, la cobardía, eso de lo que la política española anda de unos años a esta parte sobrada, o el egoísmo impiden a este país avanzar por caminos menos retorcidos y penosos que los que nos hizo transitar Rajoy en su mandato, ya demasiado largo. Seguramente los tres lo pagarán, Rivera, puede que menos, porque demostró algo, poco, más de coherencia. Pero Iglesias y Sánchez, probablemente desaparezcan de la política en no demasiado tiempo: el uno por perder un millón de votos, y el otro por no haber sabido liderar a su maltrecho partido.

De no intentar un acuerdo para gobierno como el que se explica, entonces, Sánchez debería abstenerse y facilitar un gobierno a este país tan necesitado de tenerlo. Puede negociar y vender cara su abstención y hacer así un servicio a los ciudadanos, y, desde la oposición hacer un férreo control parlamentario al gobierno que se forme.

Permitir un gobierno del PP en minoría no debería ser nada malo para Sánchez, ni para el PSOE. Dentro de nada tiene ahí un congreso en el que hacerse autocirujía profunda si quiere perdurar en el tiempo como agente político. No estar en la gestión del país le daría más tiempo para ocuparse de sí mismo y encarar la siguiente, y no muy lejana legislatura. El único riesgo para el secretario general es que, si no gana el congreso, ya no será el próximo candidato. Por eso solo tiene una baza: intentarlo con Iglesias y Rivera, que no se lo iban a poner fácil, conociendo esta debilidad.

En política se está, a pesar de lo que crean muchos recién llegados, para negociar, para pactar y para ceder terreno, con el bienestar del pueblo como objetivo. O al menos eso llevan haciendo a lo largo de la historia los políticos que dejaron huella. Pero, mucho me temo que esta tropa que nos tocó en suerte en este periodo histórico, ausente en ella toda inteligencia, será incapaz de acometer una tarea tan elemental y necesaria para todos. Así que sí: Sánchez, mejor deja a Rajoy gobernar, aunque solo sea para no castigarnos con otras aburridas, aberrantes y vergonzosas terceras elecciones. Porque el acuerdo demandado en el manifiesto de los 450, aunque sea lo mejor para el pueblo, no tiene pinta ni tan siquiera de esbozarse, con tanto necio al frente.