22 agosto, 2016

Democracia en diferido

Quien piense que cuando es llamado a votar va a nombrar a sus representantes en los órganos legislativos nacionales o regionales (¿por qué no se habla ya de regiones y sí de autonomías?) se equivoca de plano. En realidad nuestro voto no sirve para nada más que para asentir a lo que ya fue elegido desde dentro por los partidos, sea esta elección por medio de unas muy complicadas, y poco creíbles, primarias (Podemos), sea a través del dedazo de los comités correspondientes, o de los mandamases (PSOE o PP). O sea, que el elector realmente no elige, solo da curso a lo elegido por otros. Luego la ley d' Hondt se encarga del reparto de puestos. Así pues: democracia en diferido.

Hago esta entrada al hilo del lamentable espectáculo del PSOE en Galicia por el asunto de las listas. La impresión que da es que hubo verdaderas puñaladas por obtener un puesto en ellas. Y quién no fue elegido, o no pudo influir, protesta enérgicamente por ello. Las listas son utilizadas, además de por los candidatos principales, por los altos dirigentes en otros cargos para colocar a sus peones fieles (o lameculos) para así disponer de influencia directa en un parlamento. El caso de Abel Caballero, alcalde de Vigo, es de libro: las listas ordenadas por la dirección Federal, y refrendadas por Ferraz, no le satisfacen y protesta y se rebela y llora como una plañidera. No es que Caballero sea democrático y reclame otro sistema, no; él las desaprueba porque las listas no le gustan; lo de la democracia se la trae al pairo, como a casi toda la gente influyente en prácticamente todos los partidos de este curioso y poco democrático país.

Me quedo sin voz reclamando una ley electoral justa, en al que los ciudadanos elijan directamente a un representante, uno, en su circunscripción. El elegido sería el que más votos hubiera sacado en una vuelta (sistema británico) o en doble vuelta (sistema francés). Sencillo, simple, cristalino, tanto para los partidos, que ya no tendrían que confeccionar listas, bastarían unas primarias simples, como para los ciudadanos. ¿El problema? Ninguno, únicamente que los candidatos se tienen que batir el cobre en la cercanía de los electores y conocer, y ser conocidos, en el distrito en el que se presentan, algo impensable en este país.

El sistema de listas, me da igual que hubieran salido de primarias caleidoscópicas, que de cualquier otra parte, no solo no tiene nada de democrático, sino que selecciona negativamente a representantes poco dotados y únicamente comprometidos con el partido, y más en concreto con el gerifalte del propio partido que los colocó en ellas. Y esa es la gangrena de nuestra política y la causa de la desafección de la población con ella. No es extraño puesto que el elector está lejos del elegido al no estar representado por nadie concreto. El votante está completamente huérfano en este vergonzoso sistema. Lo malo es que nadie quiere cambiar la ley electoral. No se quiere coambiar porque el que tiene en la mano la confección de las listas, tiene en la mano el poder dentro del partido y, por lo tanto en los órganos legislativos nacionales o regionales. Y aquí lo que importa es el poder, los ciudadanos podemos morirnos de asco.

¿Queda explicado por qué tenemos políticos de tan alarmantemente mediocres? Pues eso.

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