29 enero, 2016

Evolución retrógada: la política

Por lo general, en la naturaleza ocurre que, según el ambiente se modifica, los organismos se adaptan a él. Aquellos que, por azar, presentan alguna característica ventajosa son los que mejor gestionan la nueva situación. Los mecanismos de copia de los genes, a veces, cometen pequeños errores; y estos errores, también a veces, resultan ventajosos para enfrentarse a entornos nuevos. Esta particularidad nueva se transmite a la descendencia, con lo cual, la especie continúa su viaje en el tiempo.

Otra garantía de buen resultado frente a las dificultades es la mezcla con individuos de distinto acervo génico. La cosa consiste en revitalizar la munición genética y hacerla más resistente. No podría haberse dado el éxito en nuestra especie si no hubiera sido por este hecho de mezclarse; de meter en la coctelera caracteres diferentes para obtener individuos mejor dotados para la existencia, para la reproducción, para la vida, en definitiva.

Con las ideas y con la cultura ocurre algo parecido. Se transmiten a través de las generaciones mediante memes. Los memes, nombre salido de la cabeza de Richard Dawkins, genetista británico, para denominar a las unidades de difusión cultural (ideas, hábitos, comportamientos...) pasan de una generación a otra de modo parecido a los genes, aunque por un mecanismo diferente. Y la batería «memética» se mejora del mismo modo que la baterñia genética, es decir: por un cambio casual acertado (mutación en un caso, o idea genial en otro); o por la mezcla, o sea, por la hibridación. El cruce de ideas, de culturas, de costumbres, siempre resulta positivo y enriquecedor porque genera nuevas características positivas en muchos casos, igual que los genes.

Lo que está ocurriendo en la política en España desde hace un par de décadas, me refiero a la baja o nula capacidad de gestión pública, viene de la mano de la completa incapacidad de los partidos para: 1º generar ideas capaces de solventar nuestros problemas, por ejemplo, modelo productivo, o modelo electoral; y 2º mezclarse con otros diferentes, pero compatibles, para hibridar, para reforzar su competencia. Ambas cosas están ausentes en el mundo político en nuestro país. Para muestra baste la situación creada después de las elecciones del 20 de diciembre pasado. Todo son ataques, acusaciones, líneas rojas, culpabilizaciones...

La capacidad de ver, de entender, de prever, está reñida con la endogamia. Cada partido se nutre de si mismo con cruzamientos internos: juventudes, laboratorios de ideas, etc... Pero nada de buscar nuevas formas de entender en la sociedad que los circunda. Todo empieza y termina en los límites del partido; fuera reside el enemigo que quiere aniquilarnos. Una visión, desde luego miope. Entre las poblaciones, la endogamia es un seguro de fracaso absoluto.

Una de las causas mayores de tal actitud entre los actores políticos es la Ley Electoral, el sistema de listas. Si Rajoy, por ejemplo, hubiese tenido que ganarse su circunscripción, probablemente no lo hubiera hecho por causa de la corrupción de la que es responsable. Y esta ley electoral no fue cambiada porque el interés de los partidos no es que los mejores estén al frente de la gestión. El interés de los partidos es el acceso a los cargos, a los miles y miles de cargos en juego en este negocio.

Con este panorama no queda más remedio que hacer acuerdos, pactos, cesiones que permitan remodelar poco a poco este sistema diabólico. La corrupción hace difícil acordar nada con el PP, y más ahora, después de los acontecimientos de Valencia. Pero el resto de partidos pueden construir mayorías holgadas que permitan hacer una legislatura puente en la que se articulen leyes que sirvan de base para el cambio necesario de modelo político y social. Pero para eso hace falta inteligencia colectiva, hace falta una avenencia general que catalice la síntesis de los memes que, poco a poco, se irían transmitiendo. Pero mucho me temo que nada de esto va a pasar... Una lástima.

21 enero, 2016

Las dificultades del PP

«El Partido Popular ha ganado las elecciones». Con una frase parecida despacharon los dirigentes del PP la pérdida de más de 60 diputados, o de más de 3 millones de votos. Y no deja de ser verdad. El PP había sido, incomprensiblemente, el partido más votado, con 7 millones de votos, contra 10 millones largos de 2011. La realidad era que le habían retirado la confianza cerca de un 35% de sus votantes. Pero, efectivamente, habían ganado las elecciones. Esa fue la simplista lectura de Rajoy, por ejemplo.

Ni un ápice de autocrítica, ni una pizca de humildad. Para qué. El PP había gobernado de manera absolutista y sencillamente se creía en el derecho de seguir gobernando. El apoyo de los demás era obligado, faltaría más. Si no lo hacían sería malo para España. Esta era la peregrina argumentación del PP. Esta y a cantinela, tirando de argumentario para tontos, de que más de 7 millones de españoles lo querían así. Pero parece que ahora modulan el discurso y empiezan a tener miedo de enfrentarse a una sesión de investidura.

Al estúpido que hace los argumentarios en el PP se le había olvidado que otros 14 millones de electores, o sea, el doble, habían dado su voto a las otras 3 opciones fuertes (PSOE 5,5, Podemos 5,2 y Ciudadanos 3,5). Pero estos, para el estúpido, insisto, que hace los argumentarios del PP no contaban. ¿No es verdaderamente absurdo? Pues para el PP no. El PP cree que el poder le corresponde por derecho divino y que puede hacer con él lo que quiera, los demás solo deben apoyar, o dejar hacer. ¿No es impresionante? Porque, que se sepa, Rajoy no ofreció nada a cambio de apoyos. Vamos, que por derecho divino.

El PP no va a poder gobernar, a no ser que haga concesiones que no están en su agenda a día de hoy. Sin embargo, a mi me gustaría que lo intentara, es más, yo le dejaría. Primero haría pasar a Rajoy por una sesión de investidura donde le pondría a parir por su desprecio hacia los otros partidos, por su incapacidad para dialogar ni negociar nada y por su permisividad con la corrupción. Lo de indecente
que le dijo Sánchez le iba a saber dulce. Es posible que hasta no fuera malo que se le dejase gobernar en minoría. Durante la legislatura solo se le pasarían las leyes que fueran como la mayoría dijese. Y al mismo tiempo le tendría estrangulado poniéndole delante de la vista los casos de corrupción insoportable que cada día le salen al PP. Señalaría en cada sesión a de la Serna, el comisionista escondido en su escaño y explicaría a todos que eso es la norma en el PP, no la excepción.

¿Podría Rajoy gobernar así? Yo creo que sería imposible, aunque no lo descarto. Tampoco creo que fuera muy cómodo un gobierno de coalición entre PSOE y Podemos. Sánchez es un tipo normal, pero los antropófagos del partido quieren comérselo precisamente por eso, porque está haciendo lo correcto, y esto puede convertir en chicle algunos sillones si consigue el poder. A ver quién es el guapo que cuestiona en un congreso al Presidente del Gobierno. Pero un pacto con Podemos le obligaría a demasiadas concesiones, o estaría abocado al fracaso por la poca coherencia y las muchas facciones dentro de este nuevo partido. De todos modos podría intentarlo siempre que Ciudadanos le manifestara su apoyo a cambio de cierta coherencia.

Ciudadanos tiene la llave, y el poder en todos los casos. Rivera tiene claro que, a la vista del grado de corrupción del PP, no puede ir con él a ninguna parte. Es mejor dejar hacer al PSOE y modular. Demostraría inteligencia por su parte y tal vez fuera algo positivo para el país, aunque, insisto en la poca confianza que me merece el caos de ideas y de visiones de Podemos... Tal vez Errejón podría... Pero tengo dudas, muchas dudas. Por eso, tal vez fuera mejor dejar estrellarse a Rajoy y prepararse para una legislatura corta. Iba a ser entretenido ver a Mariano peregrinando al parlamento a contestar preguntas incómodas siempre que se solicitase, sin la protección de una mayoría absoluta, y ver al comerrojos de Rafael Hernando cabrearse como un mono sin poder evitar que se pusiera a su jefe en posición de firmes.




17 enero, 2016

Los agujeros del sistema: oposiciones

Desde hace muchos años me pregunto cuál puede ser el mejor sistema para seleccionar personal para la administración. En muchos casos tiene lógica, relativamente: se convoca una plaza y los candidatos que cumplen los requisitos pasan un examen. Este examen es un puro cuento, pues poco, o nada tiene que ver con el desempeño posterior. Pero, según dicen, es la manera más justa de hacerlo. Yo no lo sé. No sé si realmente hay algo de justo, o de injusto, en obtener una plaza por un examen, pero sí sé que hay otros métodos en otros lugares para llegar a ser empleado de la Administración.

Luego está lo de las oposiciones. Esa cosa tan rara para la que algunos no estamos dotados y que consiste esencialmente en cantar unos temas delante de un tribunal. Siempre me pregunté cómo habiendo ganado una plaza en «propiedad» en una dura prueba podía haber, por ejemplo profesores tan malos en la enseñanza pública mezclados entre otros excelentes. ¿Es que una oposición, un tribunal, no es capaz de discernir si quien está delante es un completo imbécil y previsiblemente incompetente?
Que hacienda somos todos es un cuento, dice aquí...

Todos nos hemos escandalizado por sentencias dictadas por jueces que parecen sacadas de antologías del disparate. ¿Cómo puede llegar alguien sin la mínima capacidad de discernimiento en una prueba tan dura y exigente como la de las oposiciones a juez o a fiscal. ¿Es que no existe nado ni nadie capaz de medir el grado de estupidez de las personas que se presentan? Porque, después de obtenida una plaza nadie puede dar marcha atrás.

La del despido en diferido
Estos días tuvimos el caso de una abogada del estado que dijo que eso de que Hacienda somos todos es un cuento. Lo dijo en el medio de un juicio por corrupción en el que, esta buena mujer, trataba de defender a una infanta de España, en lugar de los intereses del estado, que es para lo que están estos abogados. Y se quedó tan tranquila. Naturalmente el común de los mortales pensó que, o bien se trataba de una broma , o bien la señora en cuestión carecía del más mínimo sentido común.


Pues hay que joderse, así, sin más. Para ser abogado del estado hay que ser un verdadero fenómeno en lo de opositar. Solo las cabezas más capaces acceden. Tienen los abogados del estado gran predicamento en el mundo de la economía y de la política. Mario Conde, Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores Cospedal, y muchos más... Dolores Cospedal, abogada del estado, fue la del «despido en diferido».

Tengo la sensación de que aquí hay que hacer algo. Las exigencias para trabajar para el estado pueden ser grandes. Pero la cantidad de lelos (pasmados) que se cuelan es preocupante. Al menos a mi me preocupa. Menos mal que las pruebas para los médicos son más serias. Claro que para ser médico hay que tener vocación y uno no sabe si es posible tener vocación de abogado del estado. ¿Es posible?

10 enero, 2016

Cataluña, el Estado y el miedo

El miedo es más que nada un mecanismo de defensa. Todos los héroes de guerra dicen haberlo pasado; vamos, que la heroicidad consiste más bien en vencerlo y exponerse a resultar herido para conseguir ganar la batalla. En la política española, en toda ella, incluso en la catalana, lo que faltan son héroes, porque miedo, lo que se dice miedo, de esto hay para dar y tomar.

Los nacionalistas, a la vista de que el negocio se acababa y de que aparecían serias posibilidades de que muchos de ellos acabaran entre rejas, como posiblemente termine su capo Jordi, al que solo la edad puede librar cumplir lo suyo en la penitenciaría que corresponda, decidieron hacerse independentistas. Sí, las derechas catalanas, burguesas ellas, tomaron la bandera del independentismo para salvar el culo. Solo les faltaba legitimarse. Pero para eso necesitaban el apoyo del pueblo en las urnas. Las manifestaciones masivas no eran suficientes.

Las derechas catalanas (incluyo a ERC, cuya E no es más que un asunto cosmético) intentaron una consulta en falso solo para que se viera lo mala que era España con Cataluña. Las derechas catalanas sabían que esto iba a pasar, pero que era bueno, porque era propaganda para esas futuras elecciones llamadas por ellas plebiscitarias. Y las elecciones se celebraron y el tiro les salió por la culata. Primero porque no tuvieron los votos esperados y segundo porque tampoco les salieron las cuentas en los escaños. Y aquí aparece el miedo y desaparecen los héroes.

Las derechas catalanas no quieren nuevas elecciones. Tal vez si al pueblo se le da la oportunidad hable con contundencia en uno u otro sentido, es decir: refrendar al independentismo y ponerse de su lado, o echar a tanto cuentista a patadas del parlamento. Esto sería lo que un héroe hubiera hecho. Pero Mas es un cobarde y prefirió vivir de rodillas ante los riesgos de morir de pie. Por eso pasteleó con la CUP. Que nadie se preocupe, no se morirá de hambre ni irá al paro. Seguro

Esta misma cobardía la tuvieron todos los presidentes españoles, que tuvieron docenas de oportunidades de convocar una consulta respecto a las cuitas del pueblo catalán. A ver si sus deseos iban por lo de ser ellos mismos, o simplemente una singularidad en el estado común español. Y para saber esto no se necesitaba ningún referéndum vinculante ni monsergas semejantes. Bastaba una consulta en las urnas sobre el asunto para, desde aquí, empezar a trabajar en política seria en lugar de en lucrativa política especulativa. Así que, en España tampoco hay, ni hubo héroes, solo políticos incapaces de vencer el miedo, además de incapaces de por sí.



Así que, al mirar a Cataluña, a su clase política y a los partidos estatales no catalanes, a la clase política no catalana, para que se me entienda. Al mirarlos, decía, se me viene a la cabeza la frase de las ancianas en los tebeos: «igualico, igualico qu el defunto de su agüelico»