25 diciembre, 2014

El discurso del rey... Felipe

Sí. Se puede decir que tocó todos los asuntos importantes que preocupan a los ciudadanos. Bien. Y qué. De qué sirve que el rey haga un buen discurso, como no sea para que la gente se sienta reconfortada al saber que hay alguien que parece entenderla. De qué sirve el reconocimiento de los problemas sin aportar ninguna solución... Claro, el rey no puede: reina pero no gobierna. Entonces, para qué cada nochebuena nos da un cuarto de hora de perorata si, diga lo que diga, nada va a cambiar. Casi podría ahorrárselo si es por el pueblo, porque en realidad lo que dice sirve para poco, o para nada, que no sea para llenar unos cuantos titulares con opiniones de los dirigentes políticos de guardia... En fin... Humo.

Lo único sincero del discurso fue, tal vez, la felicitación de las fiestas en todos los idiomas oficiales. Lo demás fue vago y difuso: corrupción, sobre todo, y crisis económica; un poco de Cataluña, con mensaje conciliador; otro poco de motivación para que no se pierda la autoestima de país, recordándonos el reconocimiento internacional de España como nación seria y fiable; también hubo algo, cómo no, del proyecto europeo; y de la recuperación de las magnitudes macroeconómicas (orden directa de Rajoy, supongo). Todo muy profesional y muy bien comunicado, eso sí. Este rey es sin duda un tipo preparado. Ya podían la mayor parte de los dirigentes políticos estar la mitad de preparados que él. Pero, aparte de esto, nada

Está bien que el rey comprenda al pueblo. Pero, ¿dice Felipe lo que le da la real gana, o el texto pasa previamente por la garlopa del Gobierno? Si es así, vaya porquería de país que no respeta ni la libertad de expresión del jefe del estado. La real alocución es en realidad poca cosa más que algo de propaganda de los logros del gobierno y un poco de comprensión paternal para el vulgo: «españoles, ya sé que pasáis hambre, pero para que os sea más llevadero, que sepáis que yo os comprendo». Ya imagino a quienes lo pasan mal de verdad satisfechos: «qué bien, el Rey es nuestro amigo, el Rey nos comprende, ¿ves?, dice que hay que acabar con la corrupción y con el paro... qué bueno es nuestro rey». ¿Pero es que piensan el gobierno y el rey que somos imbéciles y que se nos puede hablar como a adolescentes? Porque realmente eso es lo que parece.

Y una última cosa. Por que el Rey nos trata de tú. El que suscribe tiene claro que si un día tuviese ocasión de conocerlo haría, con toda seguridad dos cosas. Una, tratarlo de usted, como a cualquier persona adulta que acaban de presentarle, la otra darle la mano para saludarlo educadamente, pero eso sí, sin esa ridícula inclinación de cabeza que hacen los que se acercan a él. Los reyes son residuos de la tradición, todos, y estoy dispuesto a respetarlos como tal. Pero los reyes ya no tienen súbditos y deben dirigirse a los ciudadanos con el debido respeto. No es de recibo que el Rey nos trate de tú, ni que espere que se baje la cerviz ante él. Y si no se lo dijo ninguno de sus asesores pelotas, se lo digo yo, y gratis.

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