
Rajoy ganó su mayoría actual en las urnas con toda legitimidad, pero hizo trampas en campaña. Prometió lo contrario a lo que había hecho su antecesor, para luego, sin explicaciones, hacerlo él mismo, pero con más contundencia. Rajoy echó la culpa de la crisis a Zapatero y le tiró encima de la mesa los millones de parados, en su mayor parte de la construcción, de cuya burbuja era igual de responsable que su oponente. Rajoy siempre echa la culpa a otros (todo el PP lo hace). Rajoy nunca dice la verdad, juega con las medias mentiras, o las medias verdades, que es casi peor, en su provecho y en el de su partido. Rajoy nunca piensa en el beneficiar a los españoles, a pesar de aludir a la «inmensa mayoría» para justificar cualquier estupidez que se le ocurra.

Rajoy es muy peligroso, casi más que una enfermedad incurable. Como no reconoce sus limitaciones, crea problemas enormes por su imprudencia. La cuestión catalana es culpa suya en exclusiva. El problema que tiene España con Cataluña, y a la inversa, es únicamente fruto del recurso de inconstitucionalidad contra el estatuto. A pesar de ser admitido por el gobierno en ejercicio y votado por los catalanes en aplastante mayoría en referéndum. El Constitucional, pleno de jueces al servicio del PP, amputó la ley. Rajoy había ganado a Zapatero gracias a «su leal tribunal», pero plantó el germen del independentismo radical que ahora le muerde la yugular. Pero él, incapaz como es, no verá esto tan evidente y seguirá en sus trece de hacer cumplir la ley. Su siguiente paso será amenazar con el uso de la fuerza si es necesario.
Rajoy, además, es vengativo. No le importa perder mientras su oponente quede también lesionado. El empeño en hacer los presupuestos ahora no es más que un intento de chantaje a los votantes. El mensaje es que aunque Bruselas diga que con esas cuentas se incumplirá el déficit, él sabe qué hay que hacer para cumplirlo, pero, claro, para eso hay que votarlo; porque como «otros» no saben harán más recortes. Su maldad es tal que es capaz de endeudar todavía más a su país con tal de que otros tengan que tomar medidas impopulares para que los números cuadren. Es tal su orgullo malsano que si tiene que dejar su casa porque le desalojen, saldrá, sí, pero antes le prenderá fuego para perjudicar al que entre después. Al menos en esto, Zapatero fue elegante, palabra de la que Rajoy ni oyó hablar.
Ojo con este hombre. Véanse si no las leyes que intenta aprobar en plena agonía de la legislatura. Ojo con este hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario