28 agosto, 2012

¿Quien quema el monte?

Siempre me pregunté que hay detrás de los incendios forestales. En algún tiempo creí haber comprendido que, fuera de los accidentes, que los hay, estaba el malsano interés de las recalificaciones de suelo para poder construir y meterse un buen puñado de millones en el bolsillo. Muchos de los incendios costeros de los años 90 y la primera década del 2000 fueron por eso. Pero la ley se cambió para impedirlo y, además, la construcción ya no da beneficios.

Lo de ahora parece distinto. La inmensa cantidad de hectáreas arrasadas este verano me hace pensar que en este país tan raro hay gente que sencillamente hace daño por hacerlo. De otra manera no tiene sentido que sean provocados la mayor parte de los incendios del último periodo. ¿Puede realmente manifestarse el descontento personal quemando montes? Si es así, estamos en una sociedad repleta de tarados cerebrales, porque los incendiarios, creo yo, tienen que ser muchos.

Puestos a pensar mal, los montes pueden quemarse, además de por los rayos y otros accidentes, o sencillamente por fastidiar, por la rabia de haberse quedado sin la retribución esperada al no contarse con un importante número de brigadistas: "ahora se van a enterar estos por no contratarnos para mantener limpios los montes". También pueden quemarse para forzar la contratación de medios en un país sin actividad: helicópteros, cuadrillas, mano de obra extra...

¿Será posible que esto sea así? Prefiero creer que no, pero cada día me inclino más a pensar que el personal, por la crisis y todo eso, tiene alteradas las neuronas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En Galicia, donde yo vivo, se dice que las razones para quemar el monte son varias. Algunas ya las mencionó Vd. y otras serían que parece ser que la madera de un pino quemado tiene menor valor en el mercado aunque bien usada podría utilizarse para los mismos cometidos. Otros dicen que donde hay monte no hay pastos y se aquel se quema pudieran surgir tierras llenas de hierba u otras especies vegetales que darían más prosperidad a aquellas personas que viven de la ganadería. Lo cierto es que no estamos deforestando a tal velocidad, que de seguir por este camino nos vamos a quedar si monte y subsuelo. Alberto García Sierra.