22 junio, 2015

La situación imposible de Grecia

La situación de Grecia es la de una economía en la más completa ruina que no puede devolver lo que pide prestado, que no tiene dinero ni tan siquiera para hacer frente a los pagos internos del estado: funcionarios y pensiones, y que depende de lo que terceros países puedan hacer por ella para poder seguir atendiendo los costes de un mínimo estado de bienestar tal como se entiende este en Europa.

Cómo se metió este país en este embrollo tiene una explicación sencilla. Grecia es una economía débil basada, como España, en pilares poco sólidos. Pero, al contrario que España, con un sistema fiscal imperfecto, o directamente inexistente, incapaz de recaudar impuestos para mantener las estructuras del estado. Se dice de Grecia que allí solo pagan impuestos los tontos, y los tontos, al parecer abundan menos entre los ricos.

Si a la alergia a los impuestos añadimos que Grecia gasta, por ejemplo en defensa, casi un 2,5% de su PIB, el triple que España, y que el gasto en pensiones, siempre respecto al PIB, es de un 15%, el más alto de la UE, pues la quiebra del país está servida. Grecia sencillamente consume, en términos monetarios, más de lo que produce, por lo que tiene que pedir dinero a los mercados, que le piden altos tipos de interés ante el riesgo de impago, los intereses y los vencimientos ahogan la economía porque no puede atenderlos... Y así años y años, hasta que, al final, todo se derrumba.

La culpa de todo esto no es solo de los griegos, pero sí una gran parte. Ya no de los griegos sino de su clase política, que teniendo toda la información y conociendo los males y los remedios fue, por ejemplo, incapaz de legislar para tener un sistema recaudatorio eficiente, o un modelo de pensiones que no fuera un coladero. En Grecia, además, cada empleado público «atiende» a 11 personas, por las 15 de España, o las 14 de Alemania. Es decir, Grecia lleva décadas mal administrada.

Pero Grecia está dentro de la UE y desde Bruselas se le pide que solucione los problemas. Principalmente que reduzca el gasto en pensiones y que suba el IVA. A lo que el gobierno griego se opone porque significa más sufrimiento para la gente más vulnerable. El actual partido en el poder se dedica a demandar el fin de la austeridad. Pero, como puede uno dejar de ser austero si no tiene medio de hacer crecer su economía, más si nadie le presta dinero y cuando se lo prestan lo tiene que emplear en pagar pensiones, funcionarios y soldadesca.

Grecia solo tiene una solución. Tomar por la calle de en medio. Esto es: bajar las pensiones más altas de manera significativa; eliminar de un plumazo todos los derechos de jubilación anticipada, salvo a las profesiones realmente penosas; meter en la cárcel a quienes no paguen impuestos y reducir el ejército a la mitad y los funcionarios a un nivel soportable. Y, a partir de aquí, empezar a poner bases más sólidas sobre las que crecer, no solo turismo y consumo interno. Pero, claro, esto es imposible en una democracia, a no ser que todas las facciones políticas decidan que hay una emergencia nacional, y esto no va a pasar. Además no se hace en una semana, hacen falta años.

Grecia no se puede comparar con nosotros. España es una economía más fuerte y tiene más equilibrados sus ratios de gasto militar y en salarios públicos. En España el sistema de pensiones ya se ajustó y el modelo recaudatorio funciona bien. Sin embargo las bases económicas son las mismas que en Grecia: turismo y consumo interno. A Rajoy le salen los números por casualidad, en especial por el precio del petróleo. Pero, a poco que se revuelva el ambiente, estaremos en la misma situación que los griegos porque nada se hizo en lo importante para mejorara las bases de nuestra economía: potenciar el tejido industrial. Así que cuidado, porque si Grecia cae, cosa muy probable, los siguientes serán los países débiles como Irlanda y Portugal, y si estos se derrumban también, nosotros vamos detrás, y adiós al euro y al estado de bienestar y a todo por lo que varias generaciones hemos trabajado... Y esto solo por estar mal administrados por una clase política indigna, aunque no tanto como la griega, es verdad.


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