02 agosto, 2017

La vida es propiedad de cada uno y debe poder disponer de ella

Este es, era, Luis de Marcos cuando estaba bien.
Hace unos meses este hombre, enfermo de esclerosis múltiple hizo un llamamiento para poder morir dignamente, o sea, para que se le ayudara a suicidarse. La vida para él era insoportable: inmovilidad casi completa, dolores que solo él conocía..., un infierno.
Luis murió en un hospital de Madrid, y todo lo que se pudo hacer por él fue hacerle lo más soportable posible el sufrimiento durante meses. No es ni medio ético ni medio moral ni tiene el más mínimo sentido dejar que una persona sufra de esa manera.
Luis pidió ayuda a los políticos, esos personajes raros cuyo objetivo principal es perpetuarse en su puesto a cualquier precio. No le hicieron ni puto caso. Lo hizo a través de una petición en change.org. Aluden a que hay que abrir un debate social. Y una mierda. Un debate sobre qué. No hay ningún peligro ni daño para nadie. No hay opiniones que valgan.
Siempre sostuve que la vida es lo único que de verdad tenemos en propiedad. Y resulta curioso que uno no pueda decidir cuando se la quita. Normalmente a todos nos gusta vivir. Pero puede suceder que, por la razón que sea, alguien decida que ya no quiere seguir haciéndolo. Ese alguien tiene todo el derecho a eliminarse o a pedir que lo hagan por él. Su vida no pertenece a nadie más que a él mismo. No hay debate, no hay opiniones que valgan ni discusión posible.
Dediqué mucho tiempo a darle vueltas a por qué, o con qué derecho, la «sociedad» se opone a que uno se quite la vida. ¿Quién es nadie para determinar que alguien tiene que seguir viviendo si no quiere? Ya no hablo de casos como el de Luis, que son todavía más sangrantes. No hace mucho alguien que había sacrificado a su perro gravemente enfermo, se preguntaba por qué se hacía lo mismo con las personas. Todos conocemos casos de gente cercana que sufrió lo indecible para morir, a veces por prejuicios morales o religiosos de familiares o médicos. Algunos humanos anteponen sus enfermizas creencias a la más elemental compasión, y no es de recibo que los gobiernos no garanticen un derecho tan elemental.
Desde aquí hago un llamamiento al sentido común y pido que se legalice en España la eutanasia, el suicidio asistido, y todo lo que haga falta para que quien, por propia voluntad, quiera morir, se le facilite la posibilidad. Personalmente tengo claro que cuando mi vida no merezca ser vivida pediré que me la quiten o que me den los medios para poder hacerlo por mi mismo con la debida dignidad. Ojalá quienes hacen las leyes se sensibilicen de una vez con un asunto tan prioritario.

No hay comentarios: