14 junio, 2016

Bostezos

Un debate electoral a cuatro puede ser entretenido, muy entretenido, cuando los candidatos tienen algo más que decir que lo que ya dijeron para las anteriores elecciones, hace menos de seis meses. Cuando no es así, cuando los cuatro repiten sus argumentarios, sus aburridos argumentarios, destinados a sus partidarios, y nada más que a sus partidarios. Cuando nada nuevo hay bajo el sol, o en este caso, bajo la luna, lo mejor es cambiar de canal y pasar el tiempo en otra cosa.

Había buscado durante todo el día alguna razón para sentarme delante del televisor a ver el debate, pero no la encontraba. No obstante, a última hora, confieso que me sentí casi como un antisistema (a ver si iba a ser un bicho raro por no interesarme por esta cosa), por lo que decidí, no sin un esfuerzo de voluntad, empezarlo. La primera imagen fue la esperada imagen esperada, solo Rivera, algo cambiado, sin corbata; Sánchez, Rajoy e Iglesias en su línea habitual.

Primera media hora decepcionante, ya se veía lo que iba a ser el resto: Sánchez rogando al electorado dormido del PSOE un voto por caridad, que iban a ser buenos; Iglesias, que ellos no son el enemigo de los socialistas, al contrario, que el enemigo es Rajoy; Rivera dando cera a Rajoy, a ver si de una maldita vez los votos de la derecha le caen a él; y Rajoy, a aguantar todo y a salir del acoso con algún balbuceo o chascarrillo. Cambié de canal. Allí no había nada que oír que no fuera ya dicho.

Al terminar la peli volví al debate. Las 11 y 1/2 y seguían igual: Rajoy encajando, Rivera a mordiscos con él, Iglesias tendiendo la mano al PSOE, y Sánchez reprochándole que Rajoy, del que Pablo dice que es el enemigo, siga en la Moncloa gracias a su no a la investidura. O sea, nada nuevo. Cada uno sus razones, sus actitudes, sus guiños a los suyos..., y el vacío cósmico. Me fui a la cama.

En un país en el que el nivel de los candidatos está no ya a ras de suelo, sino por debajo, un debate tan largo termina por provocar el bostezo. Si a esto añadimos esa fea costumbre de robar sueño al personal haciendo que cualquier evento obligue a que la gente se vaya tarde a la cama, sin importar la hora a la que, el que trabaja, tiene que levantarse para ir al tajo, entonces el bostezo es tan gordo que se abandona el debate, o el circo que haya.

¿De verdad tenemos que fiarnos de cuatro individuos a los que se le llena la boca con la racionalización de horarios, pero que asienten a celebrar un debate que, según me informo esta mañana, terminó a las doce y media de la noche? En los países normales (no sé en Grecia) a esa hora se lleva ya mucho tiempo de sueño. Claro que, en España solo es población activa un 40%, y de esta un 20% está parada. Pero quienes trabajan a diario merecen un respeto, ¿no?

Bien, pues aguantemos lo que podamos estos quince inaguantables días de campaña. Habrá algunos que, con suerte, decidan el voto, o el no voto, que siempre es una opción tan digna como cualquier otra.

No hay comentarios: