21 diciembre, 2016

Ich bin ein Berliner

Ich bin ein Berliner. El 26 de junio de 1963, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy pronunció en Berlín esta frase en alemán al final de su discurso. El muro acababa de ser levantado. Berlín había sufrido lo indecible durante la Segunda Guerra Mundial y el bloque comunista decidió partir la ciudad en dos y prohibir la salida de la parte oriental. En plena guerra fría Kennedy viajó a Alemania. dio discursos en varias ciudades. Berlín le esperaba. Millones de personas le esperaban. El presidente habló desde al balcón del Ayuntamiento. su discurso en inglés no era entendido por mucha gente. Pero, de algún modo, Kennedy tenía que demostrar su solidaridad con los ciudadanos de Berlín. Entonces dijo: All free men, whenever they may live, are citizens of Berlin, and, therefore, as a free man, I take pride in the words "Ich bin ein Berliner". Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner”. Yo soy un berlinés.

Probablemente, si este hombre no hubiese sido asesinado un año y pico después, el mundo sería diferente. La ausencia de líderes que centren sus esfuerzos en hacer del mundo un lugar más justo para todos hace que las bestias de uno y otro lado intenten por todos los medios mantener una confrontación de la que solo ellos saben el provecho que sacan.

El mundo musulmán está inmerso en un vórtice de violencia gratuita que les impide vivir en paz a ellos mismos y que se proyecta hacia el exterior como si los no musulmanes tuviesen la culpa de lo que a ellos les pasa. Puede que lleven razón al odiar a los americanos, ingleses, franceses, alemanes o españoles así, en abstracto. Pero ninguna de las víctimas causadas en las Torres Gemelas, o en los trenes de Madrid, o en Londres, o en París, o en Niza el pasado julio, también con un camión, como en Berlín, tenían ninguna culpa de que el mundo islámico pase las penurias que pasa, que son muchas.

Es verdad que los gobiernos occidentales, que occidente entero es responsable en gran medida de las carencias del mundo árabe precisamente por la completa ausencia de líderes que gestionen la política con otros objetivos que los puramente económicos. Desde hace más de un siglo los ejércitos inglés, español, francés, americano, alemán, etc., profanaron sus tierras. Y desde hace el mismo tiempo, las políticas occidentales estuvieron orientadas a la extracción de materias que les pertenecían de pleno derecho. Pero eso no tiene por qué desembocar en esta estrategia de terror gratuito e indiscriminado contra occidente.

Los musulmanes tienen un grave problema: están en guerra entre ellos mismos y cada facción piensa que es la que su dios eligió. Todavía no se dieron cuenta de que lo de los dioses no es más que un subterfugio utilizado para someter a la gente inculta, algo de lo que en las sociedades occidentales más avanzadas son perfectamente conscientes, salvo algunas manifestaciones folclóricas en Norteamérica, donde todavía parecen no haberse sacudido las pulgas y piden que Dios, no sé cual, bendiga a todo hijo de vecino. El mundo musulmán lo intentó tímidamente en la Primavera Árabe, pero solo fue un amago de sacudirse las pulgas de la religión, en poco tiempo, la sociedad civil fue desactivada y todo volvió a su cauce.

Está claro que la estrategia de los islamistas es desestabilizar Europa, ese lugar, marcado ahora con una diana para sus suicidas, pero al que, paradójicamente, el pueblo llano, ese que sufre los delirios de caciques y reyezuelos que Kalashnikov en mano proclaman la muerte al infiel, quiere venir a toda costa para simplemente ser libre y poder empezar una nueva vida en paz.

Estoy seguro de que Alemania, el Pueblo Alemán sabrá sobreponerse a este golpe, otro más, pero nada comparado con los ya sufridos y que cincelaron su carácter.  Alemania es un país grande, fuerte y serio y, sin ninguna duda, sabrá dar cumplida respuesta a este ataque sin que ningún musulmán allí residente sufra pérdida alguna de sus derechos. Y para expresar mi solidaridad dejo escrito este pequeño artículo y digo alto y claro: Ich bin ein Berliner.

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