
Está claro que el PP, en esto de robar directamente, al más puro estilo de la mafia, se lleva la palma. Pero esto no exime al resto. El PSOE lo hace de otra manera; la trampa de los ERE en Andalucía es cojonuda también, o los múltiples pesebres en los que amigos, los más de ellos inútiles, rumian y vaguean a costa del contribuyente. Y los nuevos de Podemos y de Ciudadanos, en fin..., es cuestión de darles tiempo, cuestión de que toquen poder y se sienten a gusto ejerciéndolo. Los primeros síntomas ya hace tiempo que les aparecieron.

Cuando se tiene mayoría en las instituciones y la oposición es poco creíble, como pasaba en Valencia la cosa es sencilla. Y no digamos en las «institucionitas» esas que no valen para nada y la oposición es como si no existiera. Me refiero a las diputaciones. El único problema era mantener cerradas las bocas de los conmilitones, los cuales, lógicamente querrán también una parte del pastel. Este escenario me hace pensar que en este país se debió robar infinitamente más de lo que ni el más pesimista sospecha. Las facturas por «trabajos varios» del hospital este no son más que la punta del iceberg.
Los que tocan poder disponen de capacidades insospechadas para poder hacer este tipo de cosas irregulares. Nadie controla, o se calla, los conceptos de las facturas pagadas ni los pagos ni los destinatarios de los mismos ni las firmas ni los recibís. En la ciudad en la que vivo, hace poco tiempo el Ayuntamiento emitió pagos falsos a charangas inexistentes desde la concejalía de Festejos. Pagos falsos y firmas falsificadas de receptores de los mismos. «Pecata minuta» comparado con los robos millonarios del PP valenciano, pero una muestra del descontrol de las administraciones y de lo fácil que es cometer irregularidades para tapar la incompetencia, como en este caso local, o para meterse pasta gansa en el bolsillo, como usualmente el PP hace.
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