16 junio, 2020

La indecencia

La indecencia es el mayor de los problemas de las altas instituciones del Estado. Y como todo lo que se presenta en la parte de arriba de una organización, termina por impregnar en muchos casos hasta a humildes servidores del propio Estado: miembros de partidos políticos, policías, militares, funcionarios... Vivimos rodeados de indecencia. Pero esto tiene explicación: España es un país en el que la ejemplaridad no es una virtud que se grabe en nuestra mente. Aquí nadie da ejemplo motu proprio, hay que obligarlo.

Juan Carlos de Borbón, un individuo igual a cualquiera de nosotros, pero al que el azar situó en el seno de una familia de reyes profesionales, se las arregló para navegar y vivir estupendamente durante la dictadura y mucho mejor durante la democracia que, sin duda, él mismo facilitó, o le obligaron a facilitar. Su trabajo tras la muerte de Franco consistía en ser el pegamento de un país y en representarlo en el exterior. Bueno, es algo simplista, su trabajo era en ocasiones pesado, el 23F, durmió poco (yo también). Pero pasado este trago: bonitos uniformes, buena comida, mejor bebida, mujeres hermosas para su disfrute, ese tipo de mujeres que más que personas son simples hembras que venden bien lo suyo y sacan una pasta de ello, comisiones por obras, cacerías; una vida cojonuda, vamos, indecente, pero cojonuda. Como la de su mujer, que pasó por todo ello, unas veces a su lado, otras con sus cosas en lugares discretos en el extranjero. Todo ello, lo de uno y lo de otro, a costa de nuestros bolsillos, faltaría más.

Claro, con una familia así, Felipe de Borbón, o tira de ejemplaridad, o se tira desde la azotea. Pero, siendo padre de familia y con una vida muelle como la que lleva él y sus allegados, pues, coño, aunque sea obligado, tiene que dar ejemplo de seriedad y de cierta decencia. Aunque el mejor ejemplo sería proponer al gobierno que pregunte a los españoles si queremos seguir teniendo rey, o no. Si sale que no, se cubre de gloria por haber sido honesto y tendrá una vida larga y bien vivida aquí, o en cualquier parte, paga el estado; todo se negocia. Y si sale sí, habrá terminado para siempre con los problemas de legitimidad que tiene y podrá seguir disfrutando de la vida sin agobios. Debe recordarse que su bisabuelo abandonó este país y que la reinstauración de la monarquía fue cosa de un dictador sanguinario. O sea, legitimidad cero. Aunque bien es verdad que el pueblo tragó, tragamos, al votar en masa una Constitución que estamos obligados a respetar. Pero, de decencia, nada, Felipe, como su padre, "igualico, igualico".

Pero no solo comisiones reales hubo por aquí. Recuérdese el PP, cuyo mayor problema era gastar la enorme cantidad de dinero que le entraba en el partido merced a las comisiones por adjudicación de obras públicas. Y de esto en Cataluña ya venían de vuelta con su famoso problema del tres por ciento. Del PSOE no se sabe mucho de comisiones, aquí eran como más pobretones, menos mafiosos, vamos, aquí desviaban fondos públicos a amigos y allegados. Todo muy decente y muy ejemplar, como se puede ver. Los partidos a los que votamos nos la jugaron. Eso, sí, ahora tenemos a Podemos, a Ciudadanos y a Vox. Pero el votante común no se fía, sabe que es cuestión de tiempo que la honradez se transforme en algo poco decoroso. Al PSOE le duró lo de la honradez cien años, y ahora hay lo que hay.

De los jueces, para qué hablar, un gremio de gente genial y de verdaderos patanes mezclados en la misma carrera y en manos de quien estamos para que nos apliquen la ley. Si tienes suerte te la aplican por la parte blanda y libras (la parte blanda es la que se aplica usualmente a ricos y famosos), pero si te sacuden con lo duro puedes ponerte a rezar. Lo malo de los jueces es que, como tantos y tantos funcionarios, te ven como a un documento con piernas y ni te miran a los ojos para sentenciar. Se remiten a pruebas periciales, a la letra de la norma, y a correr. Un funcionario hace igual, lee el papel que el ciudadano escribió y lo acepta o rechaza, o pide más información si no lo entendió. Y vuelta a escribir el administrado y vuelta a esperar, a veces años por aquello a lo que tiene derecho porque un mequetrefe no leyó adecuadamente.

Ya ni la Guardia Civil presenta informes serios, ya ni un coronel de la Benemérita es un tipo de fiar. El informe emitido por la picolicie judicial para la jueza Medel que decidió investigar lo del 8M, daba vergüenza ajena. Lo que no entiendo es por qué el coronel cesado podía estar al mando de la comandancia de Madrid, si ya en la coordinación de los disturbios en Cataluña se mostró absolutamente incompetente. ¿Tan poco nivel hay entre los del tricornio? No me lo puedo creer. Vamos, que no, que hay nivel. Pero en estos tiempos, como dice el tango Cambalache, todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor.

Entonces, si la parte de arriba está como está, ¿pretenden que los ciudadanos de a pie tengamos un comportamiento diferente? Pues no, claro que no: cuñadismo, debates de fútbol, de soluciones para cualquier cosa, de insultos en las redes (aquí todo dios está en las redes y opina, opina con faltas de ortografía que harían suicidarse a Cervantes si por un casual resucitara). Al vulgo actual le dice más la opinión de un piernas como Bosé que la del mismísimo Bill Gates. Pero es lo que hay.

¡Ah! Que dice usted que es un tipo normal que piensa las cosas y razona, que deja hablar, que es honesto y decente, que trabaja con ahínco y educa a sus hijos en valores, que encima no le gusta el fútbol y que piensa que la política está en manos de auténticos majaderos... No se engañe. Hágaselo mirar. Usted de normal no tiene nada. Y sobre todo, que no se sepa, o terminará expuesto en un frasco de formol como una especie de mutante aparecido en la primera mitad del siglo veintiuno. No divulgue su condición, hágame caso.

1 comentario:

Bond dijo...

Pues todavía sigue habiendo "juancarlistas", por extraño que parezca