28 junio, 2020

Cada uno es como es. Qué problema hay


En los años que acumulo, que ya empiezan a ser demasiados, no recuerdo haber preguntado a ninguna persona de las que me honraron con su amistad o con su afecto por su condición sexual. A lo largo de mi vida he conocido a cientos de personas, a miles tal vez, y juro que en ningún caso se me ocurrió pensar en qué o en cómo serían en eso tan íntimo de la personalidad sexual. ¿Será Garay gay, o Sultana lesbiana, o Pascual bisexual, o transexual o dual? No... Nunca me planteé cosas tales. Puede que, es verdad, que el ejercicio de introspección que hice sobre la sexualidad, ya de muy joven, me haya llevado por la senda del respeto por esas cosas tan de uno.

De hecho no conozco a nadie que cuando le presentan a alguien o entabla relación amistosa por casualidad pregunte sobre la condición sexual de la contraparte. Sin embargo si te enteras por algún cuñado que ese conocido tuyo que parecía tan majo es un puto maricón, o que la nueva del trabajo, tan agradable, es una jodida bollera, es muy probable que reconsideres tu relación y lo que antes era de cierta cercanía, pase a convertirse en distante... No vaya a ser que te confundan a ti también.

¿Qué pasa por que una persona tenga una cierta tendencia sexual? ¿Es que acaso quienes se consideran normales por el simple hecho de ser heterosexuales son necesariamente trigo limpio? Los violadores son heterosexuales, los viejos babosos que les dicen cosas a las adolescentes también son heteros; lo mismo que quienes se masturban viendo porno duro, pero que no se atreven ni a intentarlo con su pareja, no vaya a ser que los mande a la mierda. Los heterosexuales no son necesariamente correctos. Yo diría que en asuntos del deseo sexual no hay nada ni nadie que pueda ser considerado un modelo de perfección. Y es que la mente humana es rica en matices y capaz de imaginar de todo. Eso sí, puede que sean mayoría, pero ser mayoría no garantiza estar en posesión de la razón ni de la verdad.

Lo malo de esta estúpida sociedad es que cuando le da por etiquetar como malo, insano incorrecto o inmoral a algo, los señalados están jodidos y, o luchan, o terminan por ser condenados a mantener en secreto su propio yo. Por eso son necesarios estos días del Orgullo. No deberían hacer falta porque el espacio íntimo pertenece a la libertad de cada uno, pero hay lo que hay.

Todavía hay demasiada potencia en las fuerzas oscuras, que necesitan siempre chivos expiatorios. La Iglesia, los partidos ultraconservadores, los guardianes de la moral que apuntan con u dedo a quien no es como ellos pretenden pero que ocultan y justifican a sus miembros díscolos. Estos son los que están podridos, no los que manifiestan con normalidad su condición. 

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