28 abril, 2013

Aborto. ¿Se entienden Gallardón y Rouco?

Desde un punto de vista personal, no me gusta el aborto. Es un asunto del que prefiero no discutir porque se mezclan sentimientos y raciocinio. Nada que ver con prefectos religiosos y morales. Es algo irracional, pero está ahí. Sin embargo, o voy por la calle con una pancarta. Me pasa algo parecido con la pena de muerte. Aveces me dejo decir que, a determinados tipos que cometen determinados delitos habría que matarlos. Sin embargo no voy por ahí manifestándome por su reincorporación al sistema legal.

Dicho lo anterior, lo mismo que prefiero que no haya pena de muerte, prefiero que haya una ley del aborto suficientemente amplia, como la actual. Y así como está claramente demostrado que la pena de muerte no resuelve situaciones sociales, es decir, no deja de haber asesinatos donde existe; también está demostrado que nuestra actual ley del aborto, impulsada por el PSOE en 2010, no provocó, como decía la derecha, la afluencia masiva de mujeres a las clínicas abortistas. Claro, no había razón para ello. Abortar no es ir de compras, o al cine. Es no solo una decisión seria, sino algo que nadie desea.

Gallardón es un ultracatólico militante, y por tanto un individuo potencialmente peligroso. Su peligro estriba en que utiliza el poder para imponer a todo el mundo sus preceptos morales. Se puso la piel de cordero durante unos años y fue de posmoderno casando a unas cuantas parejas homosexuales, pero era solo un disfraz. Ahora, que se le cayó el vellocino, quedan al descubierto las orejas puntiagudas. Gallardón es una especie de caballero templario al servicio de Rouco y dispuesto a hacer desde su posición todo lo que este le ordene. Rouco, otro fundamentalista que si pudiera reactivaría las cruzadas. Menudo par de firmas.

El montón de argumentos falaces y oscurantistas, semejantes a que la modificación de la ley protege a la mujer (????), me posiciona inmediatamente a favor de conservar la ley actual. La decisión de abortar debe estar en quien va a hacerlo y los límites, en la ley de plazos. Ya sé, y es la parte que no me gusta, que puede darse algún caso de frivolidad en el que alguna mujer embarazada accidentalmente, por la razón que fuera, decida abortar porque no le apetece tener el hijo, y esa es la parte que me retuerce; pero prefiero esta posibilidad a la de obligar a una niña con un feto con malformaciones a echar al mundo una hidra. Sin ninguna duda.

Es el gran problema del catolicismo, el mandato general de expansión e imposición, no ya de una determinada moral sino de todas las deformaciones de la misma generadas a lo largo de un par de milenios de retorcer la realidad y de adaptarla a creencias interesadas de enfermos mentales vestidos de púrpura, con pocas ganas de ganarse la vida por medio del trabajo y cierta habilidad para sustentarse parasitando a una sociedad la temerosa de los males que se le vendrían encima de no aportar su diezmo. Esto, y el fomento de la incultura del pueblo para que no deje de creerse sus patrañas, constituye el peligro del ultracatolicismo para la sociedad civil.

Sí prefiero una ley aborto libre a un aborto de ley.

3 comentarios:

Bond dijo...

No me quiero imaginar el sufrimiento de Gallardón de oficiante en matrimonios homosexuales. Ni Jesús en Getsemaní sdó tanta sangre. Por otra parte, esti odioso bloguero ha puesto, negro sobre blanco (qué cursilada), lo mismo que yo he pensado siempre, pero no había conseguido plasmar.
Antipático

Jesús Arribas dijo...

Amigo Bond:
Seguro que no sufría tanto como sufre cualquier mujer que decide abortar. A veces pienso que el aborto debiera tener carácter retroactivo.

Gracias, como siempre por el afilado comentario.

Anónimo dijo...

Las religiones pregonan la paz y llenan el mundo de guerras y muerte. Al Sr. Gallardón cada vez le queda menos lana en su disfraz y más hocico afilado en su faz. Si los políticos se hubiesen preocupado de una prevención de la preñez indeseada y de la separación de esta de la moral religiosa (de cualquier religión), quizá consiguieran disminuir el drama de mujeres que, ante una gestación no querida, se culpabilizan y se les martiriza.Y lo peor, en muchos casos, se sienten solas, sin nadie de su familia a quien recurrir. Por ello suscribo totalmente su profunda frase: "prefiero una ley aborto libre a un aborto de ley". A. Sierra