Algo falla en la sociedad occidental. No es normal que franceses de segunda o tercera generación se involucren en los ideales del islamismo más extremo. Pero sucede: los terroristas del EIIL(*) son reclutados entre gente que nació y recibió educación en Europa; educación que, al menos en lo que respecta a los valores vigentes aquí, fracasó estrepitosamente. Y este fallo es más llamativo aún en Francia, paradigma de país libre, laico y abierto en el que millones de musulmanes encontraron un lugar donde vivir.
Puede ocurrir que las políticas de integración hayan fallado. Los inmigrantes argelinos y de otros países árabes se suelen concentrar en las
banlieue, o sea, en los suburbios de las afueras de las grandes ciudades; unos lugares que no dejan de ser guetos, o reductos con normas propias y con baja permeabilidad al cambio cultural que sería deseable. De estas
banlieue no resulta fácil salir. Los niños están escolarizados, sí, pero conforme crecen nace en ellos la sensación, no irreal, de que en ese país en el que subsisten, no hay demasiadas oportunidades para ellos. De poco valen entonces los V
alores Republicanos que la escuela intenta transmitirles.
Este tipo de guetos, además de
focos de incultura y de pobreza, son también caldo de cultivo para la delincuencia callejera, para el inconformismo y para el odio hacia quienes viven en el mismo país, pero con otra suerte. Y
el Estado Islámico supo canalizar ese inconformismo en los jóvenes y darles razones para no quedarse en el simple odio, sino actuar contra el sujeto del mismo.
Hasta aquí todo parece indicar que una buena parte de responsabilidad en este asunto recae sobre la propia sociedad europea, que acoge a toda esta gente y la utiliza, no nos engañemos, como mano de obra barata, a la que mantiene semiaislada, en «campamentos urbanos». Europa, Francia, tranquiliza su conciencia con un buen chorro de millones en forma de subsidios y gasto social; lo justo para mantenerlos donde están, sin más expectativas. Pero también es verdad que toda esta gente, en la mayoría de los casos, estaría en peor condición en sus países de origen; y que, de todos los millones que malviven aquí, solo unos pocos toman la dramática decisión de hacer suya la causa del fundamentalismo islámico. Europa, Francia, puede catalizar la transformación de estos jóvenes, sí, pero
los culpables de delito de terrorismo no son más que ellos mismos, que son quienes toman la decisión. Puede parecer drástico pero, insisto, como ellos hay millones de chicos en las
banlieue y no lo hacen. Caerán fácilmente en otro tipo de cosas, pero no en esas.
En manos del EI solo caen determinados perfiles. Un dato muy a tener en cuenta por los gobernantes.
La cuestión es que estos barrios, casi plenamente musulmanes, son reflejo del mundo musulmán; un
universo social en el que, por alguna razón, nunca se separó la religión de la política. La primavera árabe constituyó una hermosa oportunidad, pero hoy no es más que un recuerdo. Y en un entorno en el que la religión lo impregna todo, es fácil dirigir el odio hacia el infiel que, por otra parte, es causa evidente de sus desdichas: invasiones de Iraq, en especial la segunda, para la que no había motivo alguno; política seguida en Siria, en Palestina; etc...
No conviene engañarse. El mundo musulmán, al menos en el Oriente Medio no va a cambiar. Cualquier intento de democratización seria va a ser cortado en seco por quienes ostentan el poder. Estos invocarán a Dios para justificar la represión, y a la Ley Coránica. Pero no es más que una pantalla para tapar la realidad: dinero, influencia y negocios, con Occidente, naturalmente. Porque, de alguna manera a los grandes poderes del hemisferio occidental les interesa que Oriente Medio sea foco de permanente tensión.
Y aquí estamos. Los atentados van dejando ya miles de víctimas: Nueva York, Madrid, Londres, Paris... Y así seguiremos. Haremos concentraciones, cantaremos himnos, pondremos velas y lloraremos por nuestros muertos. Los afectados llevarán eternamente su odio y desearán que el EIIL desaparezca de la faz de la tierra, y con él todos sus adeptos, es lógico. Ahora, como respuesta, se emprenderán campañas militares.Pero
los ejércitos son para lo que son: solo eliminan enemigos, pero no resuelven los problemas. Es lógico que se responda con la fuerza. Francia tiene derecho a hacerlo, claro. Pero la situación va a persistir y a empeorar: en más o menos tiempo surgirán nuevos exegetas que releerán el Corán a su modo y cargarán contra el infiel.
Estamos ante algo que tiene solución. Una solución larga y difícil. Muy difícil porque hay gente en ambos lados que está ganando mucho con esta situación. Lo difícil es identificar quienes son y, más difícil aún, hacer que dejen de mover las marionetas. Me pregunto cómo serían hoy las cosas si los países árabes fueran democráticos... Tal vez un día...
(*)
EIIL (Estado Islámico de Iraq y Levante). Prefiero estas siglas a las de ISIS, que son lo mismo, pero en inglés (Islamic State of Iraq and Syria). Levante es el nombre enpañol de la región de la Siria histórica.