07 julio, 2016

Sin mayores consecuencias para los culpables

Ayer, un caballero inglés, Sir John Chilcot entregó su informe sobre el feo asunto de la invasión de Irak, The Report of the Iraq Inquiry. Los ingleses quisieron saber los porqués de una decisión de su primer ministro, Tony Blair, y otros dos, que, no solo cambió los equilibrios en Oriente Medio, sino que metió al mundo en un estado de alerta permanente por ataques terroristas. Para ello, en 2009, había encargado, a través de Gordon Brown, a una comisión independiente, presidida por el citado caballero, la realización de un informe exhaustivo sobre este particular. Y tan exhaustivo fue que solo el documento de síntesis tiene 145 páginas y el informe completo son 12 volúmenes. Si alguien tiene paciencia y domina la lengua inglesa puede leerlo aquí. Son siete años de trabajo.

Entiendo que un informe semejante es para los más altos estamentos de la Administración de Su Majestad, porque, en realidad de poco sirve ya todo lo que se diga sobre la invasión de Irak en marzo de 2003. Sin embargo, es bastante tranquilizador que algunos países encarguen este tipo de investigaciones, aunque sea a posteriori, para conocer la verdad sobre algo que, hasta la fecha había sido totalmente oscuro. No obstante, el conocimiento de la verdad, aunque bueno de por sí, no va a hacer que se haga justicia y se tomen medidas contra los responsables de semejante decisión, lo cual sería más que deseable.

Bush, Blair y Aznar decidieron invadir Irak sin ninguna certeza de que las acusaciones contra el régimen de Sadam fueran fundadas: «Está claro ahora que la política sobre Irak se hizo sobre la base de un inteligencia defectuosa», dice Sir John sin cortarse un pelo. O sea, que no era realmente inteligencia, porque si lo fuera no sería defectuosa. Lo que pasaba (esto no lo dice) es que por razones desconocidas Bush quería invadir Irak y se buscó a dos adláteres tan simples, o más que él, para que lo secundaran. Bush sabía perfectamente que la ONU no iba a hacer una resolución favorable a la acción bélica, por eso necesitaba compañeros. Es desconocido qué ofreció el intrépido George a Tony y a Chemari, a cambio de su apoyo. Creo firmemente que esto nunca se sabrá.

A veces en política se dan las circunstancias para que se produzca la tormenta perfecta: tres insensatos, dos al frente de países militarmente poderosos y un tercero, el más cargante, que solo quería un autógrafo y una foto con los otros. Cuando tres necios hablan entre ellos y una estupidez se convierte en la base argumental de otra más grande puede pasar cualquier cosa. Tres mandatarios, con la autoridad otorgada por sus pueblos, marionetas al servicio de intereses que nada tenían que ver con la seguridad mundial, deciden invadir un territorio y romper los equilibrios en la zona y del mundo.

Leer el informe Chilcot está bien si uno está aburrido. Pero la única conclusión es que Irak nunca debió ser atacado: no había justificación, todo era una gran mentira. Y con esto es suficiente. Pero me pregunto si alguno de estos tres mentecatos tiene las neuronas suficientes para darse cuenta del alcance de su decisión sin fundamento. Estos tres individuos son los causantes de que no podamos viajar tranquilos por el mundo, de que los fanáticos islamistas se vuelen a si mismos y esparzan sus sesos y tripas por nuestros trenes y aeropuertos, o nos ametrallen indiscriminadamente en discotecas o bares. Son, los tres, pero especialmente el menos dotado, el español, tan inconscientes que cuando saben de algún atentado, como el último de París, concilian el sueño perfectamente.

En España lo vivimos de cerca. Tras los atentados del 11 M la principal preocupación de Aznar no fueron las víctimas, los muertos no importaban, solo urdir una gran mentira para que su partido no perdiese las elecciones. Hasta la ONU emitió un comunicado de condena a ETA, para vergüenza de nuestra nación. Este hecho muestra la sensibilidad de Aznar. A este tipo de gente, los muertos le importan un rábano. Los ciudadanos somos meros objetos para justificar sus fines por las urnas y pagarlos con nuestros impuestos.

Si no hay una ley que haga que gente como Bush, Blair y Aznar sea encarcelada por lo que hizo, entonces estamos en un mundo carente de la más elemental justicia.

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