02 septiembre, 2016

La pista de circo

El salón de plenos del Congreso no es muy grande. Según dice la información oficial mide solo 110 pies de diámetro, unos 30 metros. Es semicircular, como un teatro griego, y como teatro sirve. Pero no para grandes representaciones como las tragedias helénicas. En este teatro se representan esperpentos grotescos y desatinados interpretados por actores de baja estofa y más baja dignidad.

En el espantajo que no deja de ser la política española los ciudadanos no importamos. En realidad resulta difícil de entender qué es lo que importa para la caterva de impresentables que se sientan en los escaños. Sus partidos los pusieron en unas listas y nos los ofrecieron. Sus mayores hicieron campaña para vendernos una burra coja. Qué pueden llevar en las listas unos líderes absolutamente incapaces de hacer que este país tenga un gobierno.

La derecha es un petardo encabezado por un individuo cuya única virtud es una cierta socarronería en sus intervenciones parlamentarias cuando lo chinchan desde la parte contraria. Por lo demás un corrupto indecente que se sostiene en la punta de la pirámide de un partido todavía más corrupto e indecente que él. El centro, o derecha para algunos, una birria cuyo representante solo intenta mandar el mensaje de que con él se puede llegar a acuerdos. Uno se pregunta a qué acuerdos. Es fácil hacer acuerdos que sabes que no van a pasar de un mero papel firmado que no va a ninguna parte.

La izquierda es un detrito se mire por donde se mire. Un líder socialista incapaz de hacerse adulto y mandar a los barones a hacer puñetas y pactar con quien le venga en gana, que para eso lo pusieron ahí los militantes de manera abrumadora. Y en el otro lado una especie de mesías que, con el puño en alto y el sobaco sudado, se dedica a lanzar soflamas no demasiado ingeniosas para ponérselo a huevo al candidato, que lo destroza al recordarle que, ni él es el único demócrata allí presente, ni sus electores la única gente que hay en el país.

Tenemos un problema de partidos, unido a un problema de líderes (todo ello causado por la ley electoral en vigor). Los partidos no quieren ponerse de acuerdo porque lo que en realidad les importa es no poner en riesgo su cuota de poder, su teta nutricia, cuya leche sale del esfuerzo del resto de españoles, que, como gilipollas, dejamos que una parte de nuestros impuestos vaya a engordar el abyecto vientre de toda esta camada de parásitos.

Sí. Definitivamente el Congreso es una pista de circo en lugar de un teatro clásico. Una pista en la que, mayormente, actúan los payasos, unos payasos patéticos que solo tienen arte para faltarse al respeto, y faltarnos al respeto a todos los habitantes de este pobre y malaventurado país. Lástima que en este circo no haya fieras, leones, tigres, osos hambrientos, a ver si de una maldita vez los comen a todos.



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