20 septiembre, 2016

Respeto, por favor

Este raro país tiene unas clases dirigentes, de todo tipo, no solo políticos, cuyo respeto por los ciudadanos es mínimo, cuando no inexistente. Estos imbéciles (permítaseme, puesto que ellos piensan que justamente eso, imbéciles, somos nosotros) solo preocupados por su estómago y por su bienestar, están dispuestos a hacer cualquier cosa, la que sea, sin importarles las consecuencias que nos puede traer a los demás. Algo que no es nada nuevo, que viene ya de muy atrás, y cada año se acrecienta, como se incrementa la nómina de mentacatos entre los que toman decisiones.
La gente, en España, se acostumbró tanto a ser maltratada que todo le parece normal, es más, a algunos, hasta creen que está bien, algo lamentable y que indica que entre los viandantes también hay quien se las trae. Veamos algunos ejemplos que deberían hacernos, al menos, reflexionar sobre si no debemos hacer algo para apartar del poder a tanto necio cuyo corto intelecto solo le da para imaginar que los demás son tan palurdos como él.

Saltó hace nada la noticia de que los tribunales europeos dicen que la legislación española respecto a las indemnizaciones por despido son, no solo injustas, sino estúpidas. Si a uno le despiden, lo que cuenta para el cálculo de la reparación por el daño no es el tiempo trabajado, sino el tipo de contrato: los indefinidos, más; los eventuales, menos; y los interinos, nada, cero matacero. Estamos tan acostumbrados a la estupidez que algo tan evidente, y que no es de ahora, no lo vieron ni los jueces y magistrados de lo laboral en esta «madrastra» patria nuestra, sino que, para su vergüenza (bastante poca) tampoco lo notaron los sindicatos, más empeñados en asuntos de más enjundia, y más vergonzantes. Y nosotros, El Pueblo, tragando.

Fútbol, fútbol, fútbol...
En este raro país hubo unas elecciones hace nueve meses, que hubo que repetir hace tres porque aquí todo el mundo tiene un lápiz de carpintero rojo y se dedica a la infantil tarea de trazar líneas de las que no se mueve. Los límites de unos se cruzan con los de otros, de tal modo que aquí no se entiende ni dios, porque, además de no escucharse unos a otros, que no sea para responderse, en lugar de para comprenderse, se niegan a hablar de según que cosas. Así que hubo que repetir elecciones. Salió casi lo mismo (el puto Pueblo erre que erre), y siguen sin entender nada. Así que, con toda probabilidad, nos preguntarán otra vez. Algunos tienen la esperanza e que salga su opción, no por convicción del electorado, sino por aburrimiento. Claro que, nosotros, El Pueblo, siempre podremos optar por plantarles sin importarnos si se favorece o se perjudica a alguien. En román paladino, mandarles a la mierda, vamos.

Hoy escuché a un periodista deportivo (aquí) que, para mi extrañeza, se manifiesta perplejo de que en nuestra liga de fútbol ocurra que, cuando coincide que hay que jugar también entre semana para cumplir el calendario, hay ONCE días seguidos, ONCE, de partidos a diferentes horarios, que son: viernes, sábado, domingo y lunes (jornada anterior) martes (hoy), miércoles y jueves (jornada actual), viernes, sábado, domingo y lunes, jornada siguiente. ONCE días. El comentarista añadía que esto no ocurre en ninguna liga del mundo. Pero aquí, sí, porque, aquí gusta tanto el fútbol que no nos importa mirar la tele como alelados durante todo este tiempo. Cosas veredes.

Y hay más cosas, muchas más. Pero vamos a terminar solo con dos. La primera: en España le pides un crédito al banco para comprar una casa y si no lo puedes pagar porque las cosas te salieron mal, le devuelves la casa al banco, pero sigues pagando el crédito un montón de años más. ¿Una estupidez? No, España. La segunda: los catalanes promotores de la Diada hablaron de una asistencia de casi un millón de personas, 950.000. Por otra parte, el gobierno central, de interés contrapuesto, hablaba de 350.000. La cuestión es que hay medios muy precisos de contar la gente en estas concentraciones, por lo tanto, el grado de ñoñería de quien se empeña en dar cifras irreales es un asunto no menor. Una agrupación catalana SCC (Sociedad Civil Catalana), para saber de qué hablaba, encargó a la universidad de La Florida (EE UU) realizar un recuento preciso por métodos fiables. ¿El resultado? 292.000. O sea, ni el mismo gobierno central dio la buena cifra, simplemente, y a bulto, rebajó la cifra de los independentistas, estimada a bulto igualmente.

Estos pocos ejemplos permiten concluir que la gente no es merecedora de respeto alguno por parte  de las cúpulas dirigentes. Qué habremos hecho para merecer a tanto lerdo colocado en ellas.

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