12 enero, 2014

Decidir sobre la propia muerte

¿Debería uno poder decidir sobre cuándo terminar con su vida? Es una pregunta difícil, si se tienen determinados prejuicios. Sin embargo, si se piensa un poco, la vida de una persona es la única cosa que verdaderamente le pertenece a ella, y solo a ella. El resto de las propiedades figuran escritas en papeles, pero la de la vida de uno no; no hay ningún documento que diga que mi vida es mía, y no lo hay porque no hace falta: yo no puedo dar mi vida a nadie, me pertenece en exclusiva.

Quitar la vida es ilegal porque es como un gran robo. ¿Pero qué pasa cuando la vida a la que se pone fin es la propia? ¿Por qué es ilegal quitarse la vida? No hablo de suicidio en un acto de desesperación; hablo de autoextinguirse cuando ya se llegó al límite de sufrimiento o sencillamente cuando ya uno se cansó de estar vivo. Personalmente no tengo prejuicios a este respecto: creo que la eutanasia, la buena muerte, debería estar regulada. En algunos sitios lo está, en Bélgica por ejemplo.

Emiel Pauwels era un hombre de 95 años, un atleta en activo que había vivido plenamente su vida: sana, divertida..., una vida dedicada al atletismo, su deporte. Más de mil medallas fueron conquistadas por Emiel a lo largo de su existencia. Pero un día se enteró de que tenía cáncer de estómago y decidió que aquella carrera no la iba a ganar, así que era mejor no empezarla. El pasado lunes reunió a sus familiares y amigos en una fiesta de despedida, brindó con champán y les dio las gracias a todos por haberle hecho feliz... El martes se le administraba una inyección letal que acababa con su vida unos meses entes de que lo hiciera la entropía celular. Él lo había decidido, y así se hizo.

Se puede vencer al cáncer con medicamentos y con terapias agresivas, claro que sí. Pero yo tengo claro que si me encontrase en el mismo caso, y tuviese una edad similar a la de Emiel, no lo dudaría ni un segundo. ¿Por qué entonces el estado en el que vivo no regula esta necesidad social? ¿Por qué en España, que uno muera con un mínimo de dignidad depende de lo "moderno" que sea el médico de turno, que puede incluso negar una sedación.

La eutanasia debería estar regulada en nuestro país. Una persona, en determinadas circunstancias, debería poder decidir terminar con su vida, con su única y más preciada propiedad. Es una ley necesaria, imprescindible, diría yo. Sin embargo no se quiere ni oír hablar de ella debido al enraizado cáncer social que representa la iglesia en nuestra sociedad.

Que quitar una vida, aunque sea la propia, sea contrario a la moral cristiana no debe ser impedimento para legislar al respecto. Quién se sienta cristiano, que no lo haga si no quiere. Pero a algunos el martirio es algo que no nos pone nada de nada... Preferimos un final sosegado de esta película que es la vida: un simple fundido en negro, y se acabó. Gracias por su ejemplo, señor Pauwels.

3 comentarios:

Bond dijo...

A Gallardón y Martínez Camino vas

Anónimo dijo...

Debería haber una ley que amparase la eutanasia voluntaria y la que no participase el paciente (situaciones terminales en las que el paciente no puede requerirla por coma, por ejemplo). Pero hay dos problemas que hay que hilar fino. Primero y más importante, que la persona que la pide no sea engañada ni por los médicos ni por la familia para tomar tan drástica decisión. Por ejemplo, un error diagnóstico y pronóstico adrede e inducido por la familia en connivencia con el médico para presionar a la persona a pedir la eutanasia. Podría ser una situación no ta excepcional si la persona es anciana, está enferma crónica y posee una cuantiosa herencia que repartir. Hay que aceptar que España es un país de Quijotes pero también de pillos, y estos últimos recurren a cualquier triquiñuela para conseguir lo que se proponen, sobre todo si hay dinero de por medio, máxime sabiendo que existen médicos sin escrúpulos (hay pocos, pero los hay). La segunda y menos importante, es que a los médicos que no la quieran realizar no se les puede obligar. Muchos de ellos se les inculcó que eran los garantes de la vida, y la muerte producida por ellos lo sienten como un delito (incluso, un asesinato). Y sin que en ello medie ni la religión ni la ideología política. Por eso extendería el proporcionar la inyección letal a otros colectivos sanitarios. A. Sierra.

Jesús Arribas dijo...

Estoy con usted, Sr. Sierra: hay que hilar fino. Por supuesto que hay que hacerlo. Pero para eso están los legisladores, para tener en cuenta todos los aspectos, incluidos, naturalmente, los de conciencia.
Todos hemos visto sufrir a personas cercanas, algunos hasta lo difícilmente soportable. El sufrimiento, el dolor inútil hasta el límite del cuerpo es lo que yo creo que tiene que evitarse con una norma reguladora.
Tiene usted razón en lo de que estamos en n país de pillos, basta ver lo que hay en política, pero los legisladores han de saber evitar este problema. Y sobre quién administra la inyección... No tiene por qué ser el médico, creo que el médico debe facilitar el entorno farmacológico y técnico para que, por qué no, un familiar, si no el enfermo mismo, apretase el botón que le apaga la luz.

Es, como siempre un placer, leer sus comentarios.