10 enero, 2014

El imperio de la mentira

Situada en su rango de actividad espiritual secundaria, la política o pensamiento de lo útil es una saludable fuerza de que no podemos prescindir. Si se me invita a escoger entre el comerciante y el bohemio, me quedo sin ninguno de los dos. Mas cuando la política se entroniza en la conciencia y preside toda nuestra vida mental, se convierte en un morbo gravísimo, La razón es clara. Mientras tomemos lo útil como útil, nada hay que objetar. Pero si esta preocupación por lo útil llega a constituir el hábito central de nuestra personalidad, cuando se trate de buscar lo verdadero tenderemos a confundirlo con lo útil. Y esto, hacer de la utilidad la verdad, es la definición de la mentira. El imperio de la política es, pues, el imperio de la mentira.

Abro con este párrafo de "El Espectador", de Ortega y Gasset, porque creo que tiene hoy más vigencia que nunca. Hacer política consiste en hacer cosas útiles, cosas necesarias para mejorar la sociedad, la convivencia, para adaptarse a las nuevas costumbres, a la adquisición de nuevos derechos. Hacer política consiste en legislar con el objetivo de regular los derechos y las obligaciones... La toma de decisiones ha de venir fundamentada siempre por una argumentación en positivo y ha de prevalecer el bien de la mayoría.

Sin embargo, esto no es lo habitual. Se hace política, lo primero, para el partido, para obtener o conservar el favor del electorado. Los partidos son capaces de cualquier cosa para conservar el poder. No importa el coste, o lo inútil que sea para el conjunto de la sociedad. Se hace política para favorecer a personas concretas o a corporaciones; a cambio se esperan favores de estas para la organización. La política de hoy no hace ni siquiera de la utilidad la verdad, sino que intenta construir verdades a partir de mentiras. Y, claro, se termina por notar.

Durante los gobiernos de Aznar y de Zapatero se consideró útil hacer crecer al PIB, pero no se hizo sobre una base sólida, la construcción fue el motor. Lo útil, esta claro, no coincidía con lo verdadero. Lo verdadero era que el crecimiento del PIB iba a ser efímero y que la desaforada euforia compradora de inmuebles iba a desembocar en una catástrofe, en una estafa a las personas de dimensiones descomunales. Se favoreció a empresas y a particulares con decisiones que perjudicaban a la mayoría. Incluso se llegó a negar la inminencia de una crisis, que aún dura, con la única finalidad de que la fiesta continuara.

Estos días, Madrid tiene problemas con la justicia a cuenta de la privatización de la sanidad. Privatizar los servicios sanitarios no es ninguna demanda social ni hace realmente falta. Sí que puede ocurrir que haya que hacerlos más eficientes, pero pretender colar entre la gente que la gestión privada es garantía de más calidad es nada más que una falacia. Con el mismo argumento se puede privatizar la política municipal y contratar un gestor y un consejo de administración que sustituyan a alcaldes y concejales, o al límite la gestión del país entero... No se puede hacer verdadero lo falso. No da resultado.

Los presos de ETA salieron a la calle sin que el gobierno haya intentado nada para no cumplir la sentencia de Estrasburgo; después se reunieron como ciudadanos libres en Durango sin mayor oposición que algún comentario del ministro santo; y estos días se filtró una información sobre una operación policial que hizo que los objetivos tuvieran tiempo a destruir pruebas... ¿No sería más fácil decir a la gente la verdad? Esta puede ser: que hay una negociación con ETA para ir dando pasos conjuntos hasta su disolución; o que se hará lo posible para que ETA no se disuelva porque el PP necesita el elemento terrorismo para obtener votos viscerales. En este asunto se hace verdad de la inutilidad, o se intenta. Es completamente inútil intentar convencer a nadie del peligro de una organización que abjuró de la violencia. Lo suyo sería allanar el camino para la disolución, más si acaba de ser admitida la legislación penitenciaria por los mandamases.

Y la más inútil y falso que se intenta hacer parecer verdadero es el aborto. No hay demanda mayoritaria para cambiar nada; la sociedad está satisfecha con lo que hay y, para más inri, el número de abortos iba en descenso. ¿Por que se toca la ley que regula este asunto? Nadie obliga a abortar a quien no quiera hacerlo. Sencillo, se cambia la ley por convicciones religiosas de una parte del gobierno. Todo aquel político que intenta que sus convicciones religiosas sean las de la sociedad, actúa de manera ilegítima. En política ningún dios cuenta. Cuando se mete a Dios por el medio tenemos la arcaización de la sociedad. Las sociedades de los países árabes lo sufren. Nadie puede imponer una moral. La moral social no existe, y la individual es de aplicación personal. Así de sencillo.

Ortega escribió sobre esto en 1916. Se ve que había ya políticos bastante mediocres. No me quiero imaginar lo que hubiera escrito si viviera hoy. Puede que ni lo hubiera intentado. Para qué si no le iban a entender los destinatarios.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si su artículo anterior fue bueno (Excarcelados de ETA...La tristeza) este es fantástico. Menuda carga de profundidad le ha dado Vd. a todos los temas que aborda, principalmente a las verdades políticas partiendo de la mentira, y, además, profusamente argumentado. Mi más sincero reconocimiento a su perfecta exposición de lo que está sucediendo en España, a nivel político, desde hace varias décadas. A. Sierra

Jesús Arribas dijo...

Gracias por su comentario, Sr. Sierra. No sé si sirve de algo, pero es necesario que se sepa que hay una sociedad civil que "no traga", que es cuestión de tiempo que los grandes partidos tengan que ceder a la presión.
No sé si lo que escribo será leído por gente con influencia política, pero hay que dejar constancia de nuestra incomodidad. Por eso agradezco tanto sus comentarios.
Gracias.