08 julio, 2016

El extraño caso de los encierros de San Fermín

Cada año por estas fechas me pregunto lo mismo. ¿Suscitan tanto interés los encierros de San Fermín como para darles tanta cobertura mediática? Y, claro, no me puedo contestar porque tengo un cierto problema con los toros y todo lo que los rodea. Creo que el toreo consiste en martirizar en público a un animal, a un mamífero, y provocarle horribles sufrimientos, los mismos que tendría un hombre en el mismo caso.

Si se hace un esfuerzo de imaginación, se puede uno imaginar otro tiempo, podría ser futuro, en el que en determinada ciudad sueltan de la cárcel a unos cuantos presidiarios fieros, que corren por entre las calles valladas y que tratan de alcanzar, y a veces alcanzan y hieren, a gente que les increpa y les insulta. El recorrido es corto, poco más de un par de minutos, a veces cuatro a cinco, rara vez más. Al final, los proscritos entran en una plaza abarrotada en la que el gentío grita histérico. Una vez allí son llevados a unos calabozos a la espera de que, unas horas después se proceda a su escarnio público. Un escarnio perfectamente normalizado en cuanto a útiles y métodos, que dura una media hora y termina siempre con la muerte del preso de un espadazo en la espalda.

A los toros en los Sanfermines se les hace exactamente eso. Pero como estamos en España, los esfuerzos de imaginación para saber si lo que se hace está bien o mal son escasos, es como si no tuviéramos la capacidad de discernir. No voy a abogar aquí por la abolición de la fiesta de los toros porque sería perder el tiempo. Pero voy a permitirme dudar de la pertinencia de retransmitir en directo cada encierro como si fuera un espectáculo imprescindible.

 Dicen que a Hemingway le entusiasmaban los Sanfermines y los toros. Bien... Ernest, era un fenomenal escritor, uno de los mejores, pero pasaba mucho tiempo ebrio. Puede que su capacidad literaria fuera extraordinaria, pero tenía severamente descorregida la de discernimiento. Lo mismo que la SER, Radio Nacional, y todas las televisiones que nos los meten a calzador en nuestras vidas durante las fiestas de Pamplona.

1 comentario:

Bond dijo...

A Sabina vas, mi querido profesor