31 octubre, 2013

Morir de sed

Mientras millones de "consumidores" en esta Europa "en crisis", en esta España "saqueada", apuraban una cerveza, o se sentían ligeros con su botella de diseño de agua mineral, en África, en el desierto del Sahara, grupos de personas deambulaban perdidos en busca de cualquier cosa parecida al agua que apagara su sed. La terrible sed, que mata de manera inmisericorde y cruel a todo aquel que se atreve a desafiar su código, sea hombre, mujer, niño, joven o viejo.

La noticia de que 87 personas murieron de sed en Níger no hizo que dejásemos de mirar el partido de turno o de tomar la caña y la tapita. Casi con indiferencia, seguimos a lo nuestro sin preguntarnos qué puede mover a una persona a subirse a un cayuco, o a iniciar un viaje hacinado en un camión a través del desierto más grande del mundo para terminar al borde del Mediterráneo a la espera de un barco de la muerte que lo deje en Lampedusa o en cualquier parte de su sueño europeo.

Murieron 48 niños y 39 adultos. Solo querían una vida mejor para sus hijos, condenados al hambre y a la muerte prematura en sus países. Allí, el reto diario es la mera subsistencia. No les importa mendigar en Europa si no encuentran otra cosa. Cualquier mendigo en nuestra sociedad tiene una vida mejor que la que a ellos les esperaba. ¿No es para avergonzarse? Sí, desde luego, pero ya hemos perdido esa capacidad. Así de descompuestos estamos. Somos como zombies morales.

África, ese enorme espacio que en la época colonial nos repartimos de manera artificial: "de esta raya al norte para ti, al sur para mi". Esa tierra de etnias diferentes: "salvajes", los llamaban, o "moros", igual daba. Los africanos eran inferiores, gente colonizada a nuestro servicio. Hicimos que el continente resultara casi insoportable para la vida de las personas. Por eso la gente huye. Los más atrevidos, los más valientes cogen a sus hijos, y salen pitando sin importarles el precio que pueden llegar a pagar. Qué importa morir en un intento de poder vivir con dignidad en lugar de subsistir de mala manera.

Y la maldita Europa no hace nada. Bastaría con ayudarles a desarrollarse y a que pusieran sus productos en los mercados para que la mayoría de ellos ni siquiera pensaran en salir de allí. La gente tiende a quedarse en la tierra a la que pertenece, a no ser que lo eche una guerra, el hambre, o la miseria absoluta. Pero no, la maldita Europa empobrece más y más África y, a la vez trata de impedir que los africanos emigren. Pues no lo van a conseguir. Solo hace falta echar mano de la historia de la Humanidad para saber que las grandes migraciones se produjeron siempre por estos motivos. No habrá frontera que no sea traspasada por este flujo humano. Tiempo al tiempo.

3 comentarios:

Bond dijo...

La maldita Europa que será invadida irremisiblemente, antes o después, y no con pateras. Y alguno se extrañará

Cani dijo...

Hace ya un tiempo escribí, lo que se convirtió en un pequeño relato que presente, con muy poco éxito puesto que el tema fue oscurecido por la falta de calidad de la redacción en ASC,y su final era, mas o menos: -Pasaran, no se si, aunque lo espero,"mas temprano que tarde" pero: Pasaran.
Al leer este, para mi muy buen articulo,me reafirmo en lo dicho:
Pasaran. La incógnita; ¿que pasara ese día, cual sera el desenlace?
Creo, al hilo del anterior comentario, que personalmente no me extrañaría nada de lo que pase.

Anónimo dijo...

Mi muy estimado Sr. Arribas: solo una cuestion. A la pregunta que Vd. comenta que todos nos deberíamos hacernos sobre estos hechos tan miserables y que no nos la planteamos (¿qué puede mover a una persona a subirse a un cayuco, o a iniciar un viaje hacinado en un camión a través del desierto más grande del mundo para terminar al borde del Mediterráneo...) solo existe una respuesta: la DESESPERACIÓN HUMANA. A. Sierra.